jueves, 17 de mayo de 2018

Cómo decir 'no es no' en la era de la sexualidad explícita

·      Fue un concepto clave en la sentencia de La Manada, en la que dos magistrados consideraron que no hubo consentimiento y el tercero que sí lo hubo 
·      Desde la sociología, la psicología, la sexología y el feminismo se insiste en que "la ausencia de educación afectivo sexual" dificulta que los jóvenes desarrollen prácticas sexuales saludables
Luís Parejo
"La mujer a la que le gusta el sexo es...". Así comienza la sexóloga catalana Marina Castro Leonarte uno de sus talleres. Rápidamente, se escuchan palabras que intentan terminar la frase. "¡Puta¡" "¡Guarra!". Una escena que, para esta experta, resume alguno de los problemas que, como sociedad, hemos de solucionar para evitar que casos como el de La Manada o el los jugadores de la Arandina se repitan. En ambos resulta clave el concepto de consentimiento sexual, un término que nunca como ahora ha formado parte de la conversación social en España.
"Arrastramos creencias de que a la mujer no le tiene que gustar el sexo y es así como el consentimiento entraña una doble dificultad: hay hombres que creen que tienen que insistir, aunque ella diga no -'está en plan estrecha', piensan- Mientras, ellas tienen dificultades para decir sí y demostrar su sexualidad. El consentimiento no se tiene que sobreentender, sino que ha de ser muy claro", argumenta Castro.
En los campus universitarios de Estados Unidos, donde hace décadas que la cultura de la violación azota a las estudiantes, decidieron convertir el consentimiento sexual entre dos personas en algo prácticamente público, para evitar problemas mayores. Nacen así los que se conocen como Kit de Consentimiento Consciente, bolsitas que contienen un contrato de consentimiento que establece que ambos participantes consienten libremente tener un acto sexual compartido -preferiblemente en ausencia de embriaguez-, un condón, caramelos mentolados y un bolígrafo. El filósofo esloveno Slavoj Zizek lo mencionaba la semana pasada en las páginas de opinión de este periódico: "El Kit de Consentimiento consciente aborda un problema muy real, pero lo hace de una manera que no sólo resulta absurda sino directamente contraproducente".
Luís Parejo
¿Hay que burocratizar las relaciones sexuales en pro de una sexualidad más saludable y sobre todo, para reducir los abusos y agresiones sexuales a las mujeres? Dice Lola Pérez, feminista, integradora social y presidenta de la Asociación de Mujeres Jóvenes de la Región de Murcia, que "tratar los campus universitarios como si fueran una guardería jamás será la solución. Monitorizar la sexualidad y el erotismo parece más una decisión paternalista, casi de institutriz, en lugar de educar en sexualidad y convertir a nuestros jóvenes en personas responsables, conscientes y con la información necesaria para tomar decisiones. También hay que enviar un mensaje a las mujeres: menos proteccionismo y más autodefensa. Educar es el camino, pero vivimos en una sociedad que prefiere escandalizarse y castigar antes de prevenir y sensibilizar".
Dice lo mismo la psicóloga y sexóloga Martina González Veiga, que el miércoles firmaba un comunicado de casi 2.000 profesionales de la psicología y la psiquiatría en España dirigido al Ministerio de Justicia y a la ciudadanía -ese mismo día también la ONU criticaba que la sentencia de La Manada "subestima la gravedad de la violación". En su comunicado, los especialistas en salud mental advertían, primero, de su rechazo a la sentencia emitida sobre los cinco hombres condenados por un delito de abuso sexual durante los Sanfermines de hace dos años.
Luego, abordaban, precisamente, "la determinación o no del consentimiento de la víctima y de sus posibles reacciones ante una situación como la que describen los hechos probados". Se explicaba, entre varias cuestiones -y atendiendo siempre a la evidencia científica- que "ante una situación de lesión grave o violencia sexual es común una respuesta de inmovilización cuando no es posible luchar ni huir, (...) y, por tanto, en una situación así, no tiene sentido plantear la cuestión del consentimiento o la resistencia, ya que esta capacidad estará anulada dada la magnitud de la amenaza".
Sin embargo, el consentimiento o el no consentimiento de la víctima resultó clave en la sentencia; dos magistrados sostuvieron que no consintió y uno que sí lo hizo. También fue un elemento a considerar si la víctima sintió o no dolor. Los dos magistrados que consideraron que no consintió también adujeron que emitía quejidos de dolor; jadeos que al juez discordante le parecieron otra cosa porque la mujer dijo "no haber sentido dolor".
REBECA YANKE

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