Así que pensé en cubrir cocina porque soy apasionada del arte gastronómico, pero rechazar la cuchara de un chef es un insulto y mi metabolismo es lento. De trabajar comiendo, no sé dónde iría a parar. Entonces sexo: ni gasto plata ni me engordo.
El periodista Víctor Núñez escribió para el diario El País: “En los tiempos de Internet, son ellas las que divulgan la sexualidad. Comparten sus propias experiencias o las de su entorno en textos lúdicos y lúbricos a través de un blog” (10/8/2014). Cuando dice ellas se refiere a nosotras, a mí, a las que escriben y a las que leen. Nunca me pareció amoral ni anormal, sino lógico. Un tema más de salud y bienestar que completa la labor de la revista.
Tinta Fresca (Daniel Solano)
Por eso me sorprenden los comentarios de quienes me mandan a ser más mojigata. Nunca entendí. No entiendo. Tampoco quiero entender. Insisto en pensar que la sexualidad es tan natural como el acto de comer. Me dejan atónita también las propuestas de una noche de locura que, día de por medio, aparecen en mi correo electrónico o en el chat. (Señores, que escriba de sexo no significa que lo practique con todos).
A la vez, están quienes me cuentan todas sus
intimidades o me preguntan todas las mías. Si supieran lo tímida que soy en
persona y mucho que me sonroja hablar sobre penes, vaginas y otras anatomías.
(Sí, por supuesto que estoy roja escribiendo esto).
Ni ninfómana, ni depravada, ni pecadora, ni valiente. Soy una comunicadora que hace su trabajo: reporteo, consulto a expertos y luego escribo (con un poquito de humor porque al sexo hay que ponerle gracia). Sin embargo, más allá de los inesperados chascos, me alegran las felicitaciones, las propuestas de temas, las consultas sobre cómo hacer felices a las novias y los asombrosos números de visitación que acumulan los textos. De paso, gracias.
Cuando empecé mi carrera universitaria, jamás me imaginé haciendo lo que hago. Como todos los estudiantes de comunicación, quería cambiar el mundo, denunciar casos de corrupción, perseguir la primicia.
Con el tiempo y el trabajo, descubrí que el sexo también cambia el mundo: revolución en la cama, igualdad de género entre las sábanas, menores niveles de estrés, personas más sanas, felices y productivas gracias a las endorfinas y oxitocinas que segregamos.
Quién se iba a imaginar que no denunciaría a corruptos sino a desconsiderados que no se preocupan por los orgasmos de su pareja. Díganle periodismo light o díganle como quieran, a mí ambas cosas me parecen igual de importantes.
Ni ninfómana, ni depravada, ni pecadora, ni valiente. Soy una comunicadora que hace su trabajo: reporteo, consulto a expertos y luego escribo (con un poquito de humor porque al sexo hay que ponerle gracia). Sin embargo, más allá de los inesperados chascos, me alegran las felicitaciones, las propuestas de temas, las consultas sobre cómo hacer felices a las novias y los asombrosos números de visitación que acumulan los textos. De paso, gracias.
Cuando empecé mi carrera universitaria, jamás me imaginé haciendo lo que hago. Como todos los estudiantes de comunicación, quería cambiar el mundo, denunciar casos de corrupción, perseguir la primicia.
Con el tiempo y el trabajo, descubrí que el sexo también cambia el mundo: revolución en la cama, igualdad de género entre las sábanas, menores niveles de estrés, personas más sanas, felices y productivas gracias a las endorfinas y oxitocinas que segregamos.
Quién se iba a imaginar que no denunciaría a corruptos sino a desconsiderados que no se preocupan por los orgasmos de su pareja. Díganle periodismo light o díganle como quieran, a mí ambas cosas me parecen igual de importantes.
Por
Mónica Morales M.
http://www.nacion.com/ocio/revista-dominical/Hacer-periodismo-sexual_0_1451654854.html
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