Andrés Quinteros, director de Centro de Adicciones
de Madrid, (CETRAD)
augura que en los próximos años «las personas que ahora frecuentan las chemsex
llenarán
los centros de adicciones». Representan un fenómeno que gana
adeptos a diario, son sesiones de sexo ininterrumpidas durante días bajo los
efectos de las drogas, «es una realidad que está modificando los hábitos de
gran parte de la población homosexual y tienen una grave incidencia los
asistentes, tanto en su salud física y mental como en el desarrollo habitual de
su vida», reconoce el experto.
Así son las chemsex - Apoyo Positivo/Vídeo: Raquel F-Novoa
Se celebran cada día y basta
con descargarse una aplicación en el móvil para tener acceso a ellas. El uso de
nuevas drogas altamente adictivas como la mefedrona, el GHB o la denominada
Tina (metanfetamina) y prácticas como el slamming -la mezcla de ambas por vía
intravenosa- son el elemento más peligroso de estas fiestas. Las adicciones se
disparan y la despreocupación del individuo bajo sus efectos conlleva prácticas sexuales de riesgo,
abusos y un cambio en el orden de prioridades en la vida de la
persona, que prolonga el momento dejando de lado sus responsabilidades
laborales y familiares, como indica Juan, 27 años «amigos han perdido su
trabajo. Simplemente se olvidaron de ir porque estaban demasiado drogados».
«Llevo
dos años sin practicar sexo porque no lo disfruto sin drogarme»
Las aplicaciones de citas
como Grindr o Scruff herramientas que extendieron y masificaron
estas prácticas, ya
que facilitan la comunicación y el contacto de personas de una forma sencilla,
anónima y rápida. En el centro de Madrid todos los días y a casi cualquier hora
se puede encontrar un perfil que lleve el nombre «sesión» en
la que bastan una foto y el deseo para ser bien recibido en ellas.
El término «chemsex» se
utiliza en España desde hace aproximadamente 5 años, nació en Estados Unidos y
dio el salto a Inglaterra, que lo importó a sus vecinos europeos estableciendo
y arraigando el fenómeno. Sin embargo la terminología anglosajona es la
denominación a una práctica que, como indica Percy Fernández Dávila,
experto en chemsex «siempre ha existido».
«Tengo
amigos que han perdido su trabajo, simplemente se olvidaron de ir porque
estaban demasiado drogados»
Uno de los detonantes que
fomenta su existencia es la falta de autoestima y los prejuicios que tiene el
consumidor, que en ocasiones necesita la desinhibición de las drogas para desenvolverse en
los entornos sexuales que quiere frecuentar. «Te llevan a hacer cosas que no harías de otra manera», indica Ana, de Energy Control, una un proyecto de la asociación
Bienestar y desarrollo cuyo fin es informar y sensibilizar acerca del consumo
de drogas.
Jorge Garrido, director de la
ONG Apoyo Positivo, señala que «los
prejuicios como la serofobia interioriorizada o la homofobia en contraposición
con el deseo sexual que realmente manifiesta la persona provoca que se llegue a
estos ambientes». Explica que muchas de las personas que acuden a Chemsex son homosexuales que no
aceptan su orientación sexual y utilizan las drogas para
desinhibirse.
La celebración de estas
particulares fiestas está directamente relacionada con el aumento de contagios
enfermedades de transmisión sexual como el VIH, hepatitis C, la sífilis
y la gonorrea tanto por la despreocupación que el consumo de drogas provoca en
sus usuarios como en el mal hábito de compartir jeringuillas cuando las
sustancias se consumen por vía intravenosa. Jorge Garrido hace hincapié en que
apuntar solamente al fenómeno chemsex sería impreciso, ya que las estadísticas
recogidas por el Centro Sandoval indican que más del 90% de las personas que padecen
enfermedades de transmisión sexual tuvieron sexo bajo los
efectos de las drogas pero que esta situación no tiene por qué darse
necesariamente en una chemsex.
«De
300 personas que podían entrar en el local una noche, al cierre recogía
solamente 40 preservativos»
Las nuevas drogas que se
filtran en el mercado negro son las predilectas para este tipo de sesiones ya
que son propicias para la estimulación sensorial y sexual. La ONG Apoyo Positivo
indica que las adicciones no son el factor principal por el que los afectados
acuden en busca de ayuda sino los desajustes emocionales en los que
los sume este estilo de vida: «lo que estamos detectando es que se sustituyen
muchas de las carencias que tenemos en nuestras relaciones afectivas y sexuales
por el uso recreativo de sustancias que enfatizan el encuentro». El verdadero
problema viene después, cuando se tiene que volver a practicar sexo sin contar con esas
sustancias.
El experto establece un
paralelismo muy sencillo y cotidiano: «cuando las personas empiezan a salir y
beber alcohol asocian los dos conceptos y dejan de concebir una cosa sin la
otra. Con las drogas ocurre lo mismo y con el factor sexual también».
«He
visto a personas abusar sexualmente de chicos muy jóvenes que no se enteraban
de lo que ocurría a su alrededor»
En los centros especializados
están percibiendo una modificación conductual preocupante, cuando las personas se acostumbran a practicar sexo en grupo bajo
los efectos de las drogas se vuelven adictas. Al abandonar ese estilo de vida
ya no les satisface el sexo tradicional.
«Llevo dos años sin practicar
sexo porque ya no lo disfruto sin drogarme y con una única pareja», confiesa
Mario de 26 años. Pedro (nombre ficticio) ex trabajador de un conocido club de
intercambio, confiesa haber visto situaciones tan extremas que adquirió
aversión al sexo «he visto a personas abusar sexualmente de chicos que no se
enteraban de lo que estaba pasando a su alrededor, he visto prácticas
aberrantes y, lo
peor de todo, es que de 300 personas que podían entrar en el local una noche,
al cierre recogía solamente 40 preservativos».
Nuevas drogas y nuevos «callejones»
Las drogas más tradicionales
como la cocaína o el MDMA son una constante en las citas, pero una serie de
nuevas sustancias como la mefedrona, el GHB, la tina y diferentes derivados de la
metanfetamina se han convertido en los últimos años en las
sustancias predilectas de los usuarios de chemsex.
De la presencia del GHB en
España se empieza a tener constancia a principios de los 90, cuando empezó
a aparecer en las primeras carrozas en el Orgullo Gay y se traía de
Londres, pero es en los últimos dos años cuando su consumo se arraigó en los
entornos del ambiente. Conseguir estas sustancias es relativamente sencillo,
cada vez son más los traficantes que la suministran en la calle pero Internet
se convirtió en el nuevo callejón sin salida. Las aplicaciones de citas se
convirtieron en la vía de contacto idónea entre traficantes y consumidores, que
se comunican a través de códigos creados. La descripción de un perfil que indica
que le gusta el color azul, por ejemplo, indica que esa persona trafica viagra.
Narices es el equivalente para sustancias que utilizan esa vía para ser
consumidas como cocaína o mefedrona y el melómano enamorado del pop lo que
ofrece es poper. En ocasiones no es necesario ni siquiera buscarlas y el
camello las ofrece directamente.
La mefedrona es, de entre las
nuevas drogas, la más consumida. Es uno de los muchos derivados de la
anfetamina, estimula el sistema nervioso, energiza y altera las percepciones
sensoriales, lo que la convierte en una sustancia idónea para
estas prácticas. Es altamente adictiva y se desconocen sus efectos en el
organismo a largo plazo.
GHB está creando situaciones
alarmantes. Es una sustancia depresora del sistema nervioso y sus efectos son
parecidos al alcohol y, en dosis bajas, tienen efectos de euforia y
desinhibición pero su principal riesgo es que la dosis recreativa y la
dosis tóxica están muy próximas y es mucho más fácil pasarse.
En el organismo por sí solo tiene efectos inocuos, el problema viene cuando se
mezcla con alcohol u otras sustancias porque potencian mucho sus efectos: «Ha
habido sobredosis con menos de un gramo, porque no sabemos las
sustancias que esa persona había consumido antes y los efectos secundarios de
ambas se juntan, el descanso es un factor brutal y también la alimentación.
Cuando alguien lleva dos días despierto empiezan a aparecer efectos secundarios
como la paranoia o agitación que ya no dependen de la propia sustancia». En el
argot coloquial una sobredosis de GHB se denomina «volcar»,
las personas tienen convulsiones y llegan a perder el conocimiento.
La tina es un estimulante que se activa en dosis muy pequeñas en
comparación con otras sustancias similares y sus efectos en el cuerpo duran
alrededor de 8 horas. La sobredosis con estimulantes es más peligrosa que con
depresores, por eso el slam (mezcla de tina y mefedrona por
vía intravenosa) tiene como consecuencia la aparición de efectos secundarios
como ansiedad, paranoia,
taquicardias y problemas cardíacos.
A estas sustancias se alía la viagra,
que no se usa ya para problemas de disfunción eréctil sino para agudizar los
efectos de estas drogas y mantenerlos en el tiempo. Se mueven también en el
mercado negro por un precio muy inferior al que se adquieren en cualquier
farmacia, en las que la caja de cinco unidades cuesta alrededor de 40 euros.
Los consumidores de viagra y camellos las adquieren a través de páginas de Internet
a través de aplicaciones las venden a mitad de precio.
Los traficantes burlan los
controles mediante indicaciones falsas en las etiquetas: «La mefedrona llega
con una etiqueta que pone que no es apta como consumo humano y otra que indica
una función falsa como puede ser fertilizante para plantas». Hay otra forma de
comercialización de estas sustancias, los «legal highs» o sustitutos legales de
drogas que supuestamente tienen los mismos efectos. «Se reciben
en una bolsa en la que no aparece ni siquiera la composición, lo único que
indica es que es parecido a y la droga correspondiente, entonces no sabes
ni qué es realmente, ni cómo consumirla ni cómo ajustar la dosis», alerta Ana,
de Energy Control.
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