¿Cómo se va a acabar el sexo? Siempre que existan al menos dos órganos reproductores
masculinos o femeninos –y ni siquiera eso: basta con uno de ellos y buena
voluntad – seguirá existiendo el sexo. ¿O no? David Spiegelhalter, un
profesor del Laboratorio Estadístico de Cambridge, ha hecho saltar las alarmas
en un artículo publicado en The Daily Mail, en el que advierte de que, como
sigamos así, el sexo puede haber desaparecido para el año 2040.
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Por supuesto, no es más que
una extrapolación
absurda e irónica de
los datos que está desvelando en una serie de artículos sobre los usos y
costumbres sexuales de sus compatriotas británicos, pero toca un punto
sensible: la sociedad en su conjunto cada vez hace menos el amor, algo aún más
claro en el caso de los jóvenes, que son incluso menos promiscuos que sus
mayores. La mayor revisión de estudios jamás realizada en Gran Bretaña señala
que los participantes en la encuesta, de entre 19 y 74 años, hacen tres veces
el amor al mes, una cifra mucho menor que los cinco encuentros mensuales del
año 1990 y las cuatro veces del 2000, según los datos de la Encuesta de Actitudes
Sexuales inglesa.
La cifra también desciende
tanto entre aquellos que no viven con su pareja como los que sí lo hacen, que
han visto reducir la frecuencia de los seis coitos a los cinco en la mujer
media de entre 16 y 44 años. Pero quizá el dato más alarmante es el que señala
que no sólo la pirámide poblacional está decreciendo, sino también la pirámide
sexual: los más jóvenes, aquellos que tienen entre 25 y 34 años, hacen el amor
con una frecuencia menor a la de sus padres y abuelos. En otras palabras, estos
se mantienen en la media de tres encuentros sexuales al mes (hasta un 25% han
mantenido la abstinencia durante el último mes), mientras que un 25% de las
mujeres de entre 45 y 65 años se dedica al amor cuatro
veces cada 30 días.
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Estos datos desvelan una paradójica realidad:
que en el momento de la historia del hombre en el que el sexo está más presente
en nuestras vidas, de la publicidad a los medios de comunicación pasando por
ese vasto océano de procacidad que es Internet, los jóvenes cada vez le prestan menos
atención al acto sexual en sí. El estadístico propone unas
cuantas razones para explicar esta situación. Puede deberse, quizá, al aumento
de hogares unipersonales, que al menos en Inglaterra se dobló durante la década
de los setenta y los ochenta, y que dificulta las posibilidades de echar una
canita al aire entre semana. En nuestro país, hasta un 9,56% de las personas
viven solas.
Pero eso no explica más que
parcialmente la situación, teniendo en cuenta que la frecuencia ha decrecido
incluso entre aquellos que viven en pareja. Otra posible explicación es que, ya
que estamos tan obsesionados por la tecnología y las posibilidades
comunicativas que esta favorece, apenas tenemos tiempo que dedicar a cosas tan
triviales como hacer el amor. Lo cual no deja de ser paradójico: ¿acaso no pasamos
el día conectados a las redes sociales para que, entre otras cosas,
aumenten nuestras posibilidades de encamarnos con quien nos interesa? Aunque la
investigadora Catherine Mercher también sugiere la posibilidad de que
el sexo simplemente se haya despeñado en nuestra lista de prioridades.
Este problema surge cuando la
noche, ese momento del día que en el pasado era idóneo para hacer el amor,
aunque fuese para matar el aburrimiento, ahora se destina a otras cosas, como
revisar el correo electrónico, jugar al Angry Birds o, quizá, en un cruel giro
del destino, ver
porno. Otras teorías apelan a las obligaciones de la conocida
como generación sándwich para explicar esta ausencia de deseo: las mujeres de
esas edades están tan preocupadas por su trabajo, su pareja, sus hijos y sus
propios padres como para preocuparse de su satisfacción sexual.
¿Qué ocurre en nuestro país?
Depende de a quién se pregunte. Si nos fiamos de las macroencuestas que realiza
Durex cada poco tiempo, España se encuentra en el puesto número ocho mundial,
con una frecuencia de una vez por semana. También podemos estar orgullosos, ya
que aguantamos algo más de media hora –17,7 minutos en preliminares y 15,2 para
el coito –, frente a los 25 minutos de media que desvelaron investigadores en
Montreal. ¿La realidad? Que, como recuerdan a menudo los sexólogos, las
encuestas relacionadas con el sexo son muy difíciles de cuantificar, no digamos
de comparar entre sí. Por eso, encontrar un descenso constante en
investigaciones realizadas con la misma metodología, como la Encuesta de Actividad
Sexuales, sí nos permite identificar tendencias, como esta, que ponen en tela
de juicio el ardor de la juventud.
http://www.msn.com/es-es/estilo/pareja/as%C3%AD-ser%C3%A1n-el-sexo-y-el-amor-en-2040-%E2%80%9Csi-continuamos-por-este-camino%E2%80%9D/ar-AAb4EWf?ocid=mailsignout#page=1
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