Una ruptura puede llevar a la depresión y a un gran
sufrimiento -
Probablemente una de las
baladas más lacrimógenas y de más éxito del grupo Scorpions sea «Still loving
you». La canción habla de un amor desesperado y ya acabado y de un protagonista que sufre
pero que se resiste a acabar una relación: «Lucharé, cariño, lucharé, para ganarme tu amor de nuevo».
Probablemente a mucha gente le sonaba aquella historia, porque la canción fue
un éxito de ventas y supuestamente estuvo detrás de un (romántico) «baby-boom»
en Francia. El propio Rudolf Schenker, guitarrista del grupo, reconoció que la
letra no era muy original: «Es la vieja historia, siempre la misma historia.
Pero, ¿qué podemos hacer? No podemos reinventar la rueda».
«El desamor es una de las experiencias más traumáticas, angustiosas y
desconcertantes»
Los científicos coinciden con
el guitarrista en que el desamor es un fenómeno universal: a todos nos puede
ocurrir. Además, se puede decir que tiene unos síntomas típicos con una base
biológica. Según Manuel de Juan Espinosa, catedrático de psicología de la Universidad Autónoma
de Madrid, los efectos del desamor son «tremendamente parecidos al síndrome de
abstinencia causado por una droga».
Muchos psicólogos, como
Griffin-Sheley, Halpern, Peele y Brodsky, Shaef, etc., suelen relacionar la
adicción con el enamoramiento porque ambos comparten una serie de
comportamientos, como una atención intensamente centrada sobre una cosa (o
persona) o los cambios de humor. Además, y según estos investigadores,
enamoramiento y adicciones generan ansiedad, comportamientos
compulsivos y obsesivos, distorsión de la realidad, dependencia
emocional, cambios en la personalidad, pérdida de autocontrol y hasta cambios
en la cantidad de riesgos que se cometen.
«No solo echamos de menos a
la persona, sino también las rutinas que teníamos con ella»
Para rastrear el origen del
desamor, hay que ir detrás de un único responsable: el enamoramiento. En
opinión de Juan
Lerma, investigador en el Instituto de Neurociencias de
Alicante, «amor y desamor son las dos
caras de una misma moneda. El primero hace subir los
niveles de dopamina y oxitocina en tu cerebro y te hace sentir apego y placer.
El otro hace que eches en falta este apego, y que sufras ansiedad y malestar».
El enamoramiento es
como una droga y el desamor hace notar su falta- ARCHIVO
Esto puede ser realmente
intenso. El desamor es considerado como un evento vital significativo. Tal como
escriben los investigadores Boelen, Reijntjes y Fisher, «representa quizás una de las experiencias
más traumáticas, angustiosas y desconcertantes (dejando al
margen la muerte de un ser querido) que una persona puede experimentar».
¿Hasta qué punto ocurre esto?
Se puede decir que el amor romántico es casi universal. Por ejemplo, el investigadora
Helen E. Fisher lo detectó en 147 de las 166 sociedades que estudió. Por eso,
no sorprende que el desamor también sea un fenómeno muy extendido. Otra prueba
de esto es que, en un estudio hecho entre universitarios estadounidenses, el 93
por ciento de los encuestados dijo haber sido rechazado por alguien a quien
amaban apasionadamente. Por otro lado, el 95 por ciento de ellos dijo haber rechazado o
dejado a alguien que estaba profundamente enamorado de ellos.
En ocasiones esto puede llegar a romper familias: se considera que casi la
mitad de los matrimonios en el mundo occidental acabará en un divorcio.
La primera etapa del desamor:
la protesta
El desamor comienza con una primera etapa de
incredulidad, protesta y refuerzo del apego: «El cerebro se aterroriza,
y reacciona como si estuviera ante una amenaza. Comienzas a sentirte fatal, tu
sistema inmune se debilita y suben los niveles de estrés», explica Espinosa.
Investigadores como Ethan Kross han sugerido incluso que en el cerebro se
activan algunas de las zonas que intervienen en la generación del dolor físico.
«Los amigos y darse cuenta de
que uno sigue siendo atractivo para otros ayuda a recuperarse»
Durante esa fase, es
frecuente que las personas rechazadas traten de volver con sus ex-parejas, de forma
obsesiva. Puede aparecer una sensación general de irritación y furia, que en
algunos casos pueden facilitar que algunas personas incluso desencadenen
comportamientos violentos. En la situaciones más extremas, puede aparecer la
depresión o incluso comportamientos suicidas y homicidas.
¿Por qué ocurre todo esto?
¿Por qué nos parece que no podemos vivir sin otra persona, aunque no sea
verdad? Algunas de las causas están en el cerebro y en las hormonas que
influyen en las emociones. Por motivos aún no del todo claros, en el cerebro se
activa una auténtica tormenta química.
En primer lugar, comienza a liberar
cortisol, la hormona del estrés. También disminuyen los niveles
de serotonina, y en consecuencia la capacidad de pensar racionalmente se
resiente. Por otra parte, aumenta la sensación de enamoramiento, porque suben
los niveles de dos hormonas clave en el amor: la dopamina y la oxitocina.
En palabras del psicólogo
Manuel de Juan Espinosa, en ese momento lo que ocurre es que «sientes que el
amor se escapa, así que luchas por él tremendamente. Al mismo tiempo, se
intensifica el deseo y la necesidad de unirte a la otra persona». Y todo aunque
ya sea demasiado tarde.
Últimas etapas: melancolía y
reorganización
Por suerte, después de toda
tormenta, llega la calma, ya en la segunda fase del desamor. Esta calma es al principio una mezcla de resignación,
desesperanza y pesimismo, cuya superación es fundamentalmente
«cuestión de tiempo», según Espinosa. En los casos más graves, algunas personas
reciben ayuda a través de antidepresivos. Sin embargo, estos tienen un efecto
secundario extra: dificultan poder enamorarse de nuevo porque inhiben algunas
de las hormonas que disparan el «flechazo».
Los amigos son clave
en el proceso de recuperarse tras una ruptura- ARCHIVO
Pasado un tiempo más o menos
largo, llega la última etapa, la de reorganización. «Poco a poco el cerebro
vuelve a recuperar la normalidad. Es verdad que el dolor puede darte un
mordisco en el estómago de vez en cuando, pero las oleadas se van haciendo más
lentas», relata el psicólogo. En ese momento, es frecuente que el panorama de
amigos haya cambiado o que se hayan visitado nuevos lugares. Para llegar a esta
fase, es especialmente importante haber cambiado las rutinas, porque «no solo echamos de menos a
la persona, sino también las rutinas que teníamos con ella».
Con suerte, y si todo va bien, «poco a poco vuelves a sonreír, y ya no sientes
ese profundo cansancio de conocer gente nueva y salir».
La recuperación que siempre llega
El proceso de recuperación
puede llevar meses o incluso años, dependiendo de la persona, pero algunos
científicos consideran que siempre llega por una razón muy sencilla. Si el
enamoramiento tiene una función biológica clara, la reproducción, es probable
que el cerebro humano cuente también con mecanismos para cortar el vínculo y en
el futuro establecer uno nuevo, tal como discuten Beaver, Boutwell y Barnes.
A nivel cerebral, requiere
que las partes del cerebro que están activadas con el enamoramiento, como
algunos circuitos de recompensa (área ventral tegmental derecha o el cuerpo
estriado) vuelvan a la normalidad. Y, sobre todo, es necesario que ocurra un
proceso de aprendizaje en córtex prefrontal que le permita al individuo
recuperar
su interés amoroso por nuevas personas.
El aprendizaje requiere
bastante tiempo, pero hay formas de acelerarlo. En palabras de Jacqueline Olds,
profesora en la Escuela
de Medicina de Harvard, «la conexión social entre la persona rechazada y sus
amigos ayuda mucho. Además, darse cuenta de que uno aún es atractivo para los
demás (incluso las citas frívolas cuentan), pueden ayudar a que uno no se deje
caer en la depresión». Junto a la compañía de los seres queridos y el flirteo, las
actividades placenteras pueden ayudar, según Olds, a corto
plazo. Bailar, escuchar música, comer o hacer ejercicio tienen un efecto
positivo.
Esta vieja historia del
desamor es casi universal y forma parte de la cultura humana. Está presente en
poesías, canciones, historias, mitos y leyendas. Este dolor se encuentra en la
cultura de Sumeria, Grecia, Roma, Arabia, Japón, China, India, Polinesia o
incluso en la tribu Kung de Naimibia y Botwsana. Es evidente que ha enriquecido
también el patrimonio cultural de las sociedades históricas y contemporáneas.
Tal como ha opinado Manuel de Juan Espinosa, una de las cosas positivas de ese
dolor es que en ese momento «es cuando se escriben las mejores poesías y las
mejores canciones». En la mayoría de los casos, la historia de
desamor acaba con un punto y final. Y con el tiempo comienza un capítulo nuevo.
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