Llega el verano y, con él, el
incremento de la atracción física y los flechazos. El motivo tiene que ver con
el mayor número de horas de sol y con nuestros bailes hormonales. ¿Y también
incrementa el amor?
Nuestra química varía a lo
largo del año y en verano se activa la relacionada con la atracción sexual y
los flechazos. Al menos esa es la conclusión de la experta Helen Fisher,
profesora de la
Universidad de Rutgers, Nueva Jersey, y quien se puso de moda
hace unos años con su libro Por qué amamos: Naturaleza y química del amor
romántico (Punto de lectura). Según está bióloga y antropóloga, la testosterona es uno de
los protagonistas en el mundo de la atracción sexual y alcanza su nivel álgido
en verano. Motivo: los días son más largos. Por eso, la
seducción vive su agosto en fiestas, playas y demás eventos sociales. El clima
ayuda. Pero no solo le pasa a la testosterona, sino también a la serotonina y a
las feromonas.
La serotonina, el neurotransmisor
que influye en el placer, tiene su mayor actividad en verano. Y las feromonas, las sustancias que desprendemos por
la piel y que actúan como tractor sexual, están más expuestas en los meses de
calor. Por ello, no es de extrañar que el verano “haga su trabajo” y mayo haya
sido durante años el mes con más nacimientos de niños en España. Ahora bien,
aunque la química nos lleve al deseo sexual, esta no podemos confundirla con el
amor romántico o con la necesidad de apego o de establecer vínculos estables
con una persona. Por supuesto que están relacionadas, pero son diferentes
incluso en su impacto en nuestros mecanismos cerebrales.
En
definitiva, el verano ayuda a que haya mayor predisposición a la atracción
sexual y a los flechazos. Nuestras hormonas, neurotransmisores y sustancias
químicas ayudan a que eso ocurra. Y es divertido y apasionante. De hecho, casi
todas las canciones del verano se basan en esta experiencia, como está
ocurriendo ahora con Despacito. Pero esto es algo diferente al amor
romántico o al apego, que puede relacionarse o no. Depende de la motivación de
la persona y de sus deseos más profundos. Así pues, en verano disfrutemos de
los buenos momentos que podamos sabiendo que el amor romántico pertenece a otro
capítulo de nuestro cerebro.
Por Pilar Jericó
Foto: Irenka Barud
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