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No ha sido el único que ha
confesado públicamente sus escapes. Su compatriota Ryan Lochte tampoco tuvo
pudor en reconocer que había dado rienda suelta a sus necesidades fisiológicas
-menores, eso sí- en esa misma piscina en la que había triunfado la Bala de Baltimore. "Pero
fue durante el calentamiento", aclaró.
Orina, pelos, piel, cremas, mucosidades... Tras ese precioso azul turquesa de la piscina se
esconde un cóctel -repugnante- de microbios que, sin la acción del cloro,
minaría nuestra salud. "Desinfecta y nos protege de infecciones. A pesar
de sus posibles efectos negativos, su función es esencial siempre que se use en
las dosis adecuadas", asegura Cristina Villanueva, investigadora de
ISGlobal (Barcelona Institute for Global Health), institución impulsada por la Obra Social La Caixa.
¿Hasta qué punto acaba con
todo? "El agua de la piscina no es estéril. Los desinfectantes -ácido
hipocloroso- inactivan microorganismos patógenos, pero no crea un ambiente
estéril libre de microorganismos (habría que utilizar dosis que resultarían
tóxicas para las personas)".
¿Existen alternativas?
"Se puede utilizar ozono o radiación ultravioleta, pero no exclusivamente
porque estos tratamientos no protegen lo suficiente frente a los patógenos. Por
eso, se combinan con cloración. También se utilizan desinfectantes de bromo,
que es menos irritante pero que genera subproductos. Además, hay otras técnicas
en el mercado -cobre/plata, electrólisis salina, etc-, pero no existen
demasiadas investigaciones y sus efectos en la salud se han estudiado muy
poco", asegura Villanueva.
Al tratarse de "un
elemento químico que se utiliza para prevenir la presencia de gérmenes en las
zonas de baño, puede dañar el manto graso protector de la piel. Como
consecuencia podemos encontrarnos desde deshidrataciones hasta auténticas
dermatitis irritativas, con enrojecimiento, picor y descamación. Estos cuadros
son más frecuentes en pacientes que ya presentan alguna enfermedad cutánea de
base, sobre todo, aquellos con dermatitis atópica, en los que ésta puede verse
exacerbada tras los baños en la piscina", explica Elena Tévar, doctora de
Clínica
Foto Internet
Dermatológica Internacional
(Madrid). La deshidratación también puede afectar "a las uñas y al pelo,
que se vuelve seco y quebradizo".
Para alivio de los que gozan
pasándose las horas a remojo, no hay un tiempo límite por encima del cual se
debería salir del agua para evitar complicaciones. "Todo depende de la
tolerancia individual de cada persona en función de la edad, características
corporales, presencia o no de alteraciones en la piel...".
Para evitar todos estos
efectos nocivos, la doctora Elena Tévar recuerda que es "muy importante
ducharse después de bañarse para retirar los restos de cloro que quedan en
nuestra piel y nuestro cabello". Tras esa primera ducha, es conveniente
"lavarse el pelo con champú y una mascarilla hidratante. De igual manera
se debe aplicar una crema hidratante adecuada a cada tipo de piel".
Todo eso y, puestos a pedir:
ducharse también antes de zambullirse en la piscina -una norma de higiene
básica- y no orinarse dentro del agua... aunque el mismísimo Michael Phelps lo
haga (también nada con tiburones y tampoco es demasiado recomendable).
GEMA GARCÍA MARCOS
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