Cámara térmica en el aeropuerto de Riga, Lituania.
Si la decisión es abrir el país al turismo
internacional, el coronavirus entrará por los aeropuertos. Es inevitable.
Algunas medidas pueden detectar un pequeño porcentaje de positivos, pero el
riesgo cero de casos importados pasa por cerrar fronteras, con todas las
implicaciones económicas que esto tiene, coinciden los expertos consultados. Es
lo que han decidido algunos países asiáticos: poner en una balanza los riesgos
y los beneficios y decidir que prefieren aislarse. En España, donde el turismo
tiene un peso del 12% en el PIB, la determinación ha sido abrir junto a sus
socios comunitarios, desde el pasado fin de semana, a todos los países de la
zona Schengen y al Reino Unido; y a partir del 1 de julio, a otros que se
consideren seguros. Será una decisión consensuada por los miembros de la Unión
Europea, que están preparando una lista
basada en criterios epidemiológicos.
A la llegada, los viajeros se someten a tres
requisitos: rellenar un formulario con datos tanto de salud (si
han tenido la enfermedad o padecen síntomas) como para su localización; una
“inspección visual” por parte de las autoridades sanitarias, cuyos criterios
para detectar el coronavirus son una incógnita; y una medición de temperatura
corporal mediante cámaras térmicas, una medida que tiene una efectividad muy baja,
ya que solo detecta a personas con fiebre, un síntoma que no siempre se
produce, que puede ser disimulado mediante antipiréticos y que da falsos
positivos porque la fiebre puede ser por otras enfermedades. El propio Fernando
Simón, responsable del Centro de Alertas Sanitarias, ha manifestado en
numerosas ocasiones su falta de confianza en este método. “Quizás puede ser
disuasorio”, dijo durante una rueda de prensa.
El Partido Popular viene insistiendo en los últimos
días en que hay que reforzar controles y hacer pruebas a quienes lleguen.
Aunque esto serviría para detectar más infectados, seguiría dejando fuera a
muchas personas que estuvieran incubando el virus. Andrea Bullón, portavoz de
la Sociedad Española de Salud Pública (Sespas), lo ve poco factible: “Con el
volumen de pasajeros que habrá no lo veo viable. Para hacer PCR, más allá de su
precio, se necesita mucho personal, muchos laboratorios. Lo lógico es
hacérselas a las personas con síntomas siguiendo los mismos criterios que en el
país al que llegan”.
Una de las claves, en su opinión, es la capacidad para
contactar a las personas por si alguien que haya viajado cerca en el avión da
positivo, y así poder someterlas a pruebas y aislamiento. Para detectar los
casos queda poco más que confiar en la responsabilidad de los viajeros después
de darles suficiente información para que en caso del más mínimo síntoma vayan
a un centro de salud. Gracias a los formularios se debería poder contactar con
todas las personas de riesgo, aunque está por ver si los servicios de salud
pública y primaria de las autonomías, que serán los encargados de esta tarea,
tienen
La otra clave, según Helena Legido-Quigley, experta en sistemas de salud de la London School of Hygiene &
Tropical Medicine, es determinar los países con los que habrá intercambio de
viajeros. Es algo que tiene que determinar el Gobierno de acuerdo con sus
socios europeos, ya que una vez que entran en la zona Schengen pueden circular
con libertad por todo el territorio. “Creo que no queda más remedio que abrir
fronteras al turismo, y pienso que habría que hacerlo con los países que tienen
una cantidad de casos similar o menor, pero no con los que tiene más”,
sostiene. Le extraña la decisión de España de permitir a ciudadanos británicos
entrar sin mayores medidas preventivas: “Allí están en más de mil positivos
diarios, tienen cerrados los pubs y previsiblemente llegará a España mucha
gente joven que irá precisamente a esos sitios. Las decisiones de la
desescalada han sido muy buenas, muy prudentes. Esto me ha sorprendido”.
Qué hacen otros países
Las medidas más restrictivas las
imponen algunos países asiáticos. China, por ejemplo, tiene
cerradas las fronteras a todos los no nacionales del país. Los que llegan
tienen que hacerse pruebas y pasar cuarentena de 14 días, ya sea en casa o en
instalaciones habilitadas al efecto, según la región.
Algo parecido sucede en Singapur, que mantiene las
fronteras cerradas y solo ha comenzado a destinar áreas de tránsito especiales
en dos de sus terminales para pasajeros procedentes de Australia y Nueva
Zelanda, aisladas del resto de pasajeros. Eso y la creación de la llamada
“línea verde” para viajes de negocios con algunas ciudades y provincias chinas
(Shanghái, Tianjin, Chongqing, Cantón, Jiangsu y Zhejiang) son los únicos
planes de momento de apertura al exterior. No se ha aclarado si para esto
último se piden pruebas de covid-19 a los viajeros. El resto de los pasajeros
que entran en Singapur (en la práctica solo singapurenses o residentes
permanentes, los extranjeros con permiso de trabajo temporal tienen que pedir
autorización para salir y regresar, y de momento se deniega) tienen que hacerse
una prueba (que deben costearse) unos días antes de que acabe su periodo de
aislamiento obligatorio de 14 días, bien en su vivienda o en un centro del
Gobierno destinado para ello.
Corea del Sur también está cerrada al turismo. Los
residentes que salen necesitan un permiso de reentrada y están obligados a presentar
una prueba de PCR negativa efectuada en las 48 horas previas a su llegada. Una
vez en el país deben descargar una aplicación móvil de autodiagnóstico y no
pueden, por ejemplo, coger transporte público.
Países como Nueva Zelanda van a instalar corredores
verdes con otros Estados que tengan una tasa de infección muy baja. Uno de
ellos será previsiblemente Australia, de donde recibe la mayor parte del
turismo.
En Europa varía por países. En el Reino Unido sigue
siendo obligatoria la cuarentena para quienes llegan, algo que se revisa cada
tres semanas. Es previsible que el próximo lunes anuncie “pasillos aéreos”:
acuerdos bilaterales con países con los que no puede permitirse cerrar el
tráfico por el daño a la industria turística, como Francia, Italia o España.
En Alemania no hay que pasar pruebas para embarcar o
desembarcar. Los aeropuertos se oponen también a las cámaras térmicas por su
poca efectividad. En estos recintos no hay obligación general de llevar una
mascarilla en las terminales. Hasta ahora, solo Berlín, Bremen, Baviera,
Baden-Württemberg, Renania del Norte-Westfalia y Baja Sajonia han ordenado esto
para todo el aeropuerto. La cuarentena, como sucede en toda la Unión Europea,
se aplica a todas las personas que entran en el territorio procedentes de los
llamados terceros países. En la actualidad, también es obligatoria para los
viajeros procedentes de Suecia, Estado miembro de la Unión Europea, debido a
sus altas tasas de infección.
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