Querer y no poder. Algo que
nos pasa con muchas cosas, pero que llevamos muy mal cuando lo que deseamos es
una buena sesión de sexo. Lo más común es que esa abstinencia sexual no deseada
se produzca cuando no encontramos una pareja, ni estable ni ocasional. Sin
embargo, incluso teniendo pareja, podemos pasar por épocas de sequía, debidas,
por ejemplo, a algún tipo de disfunción como la dispareunia (coito doloroso),
la disfunción eréctil o alguna dolencia relacionada tanto con nuestros
genitales como con nuestro estado anímico, como puede ser una depresión. O una
simple crisis de pareja. En cualquier caso, ¿tiene una privación prolongada de
sexo consecuencias sobre nuestro bienestar?
La Organización Mundial de la
Salud (OMS) define la sexualidad como un aspecto central del
ser humano. En este sentido, Rosa Sanz, sexóloga y educadora afectiva sexual,
considera que “no tener un bienestar sexual puede afectar el estado anímico,
incluso a la autoestima”. Aunque reconoce que no a todos los pacientes les
afecta por igual, puesto que la experiencia sexual y la forma de vivirla
dependen de cada uno de ellos. Hay incluso quiénes renuncian al contacto íntimo
para siempre. "Pero lo cierto es que la abstinencia no deseada puede tener
un efecto visible en el día a día”, insiste.
En
este sentido, Froilán Sánchez, coordinador del grupo de Salud Sexual de la Sociedad Española
de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), afirma que la abstinencia sexual no
deseada “repercute desde el punto de vista psíquico y físico, altera la salud y
también el estado de ánimo”. Si bien el experto matiza que tampoco se trata de
lanzar el mensaje a la gente de que deben tener relaciones aunque no les
apetezca, "lo que está claro en la práctica clínica es que esa carencia
repercute en la salud de quienes desean mantener relaciones sexuales pero no
pueden practicarlas”.
"¿Te vienes a mi casa?". / Getty
Poco sexo, muchos kilos
Sánchez informa de que dejar
de tener relaciones sexuales, “por normal general, tiene efectos sobre la
percepción de nuestra imagen y nuestra autoestima, lo que puede llevar a que
nos descuidemos, disminuya nuestra actividad física o comamos peor”. Como
última consecuencia, descuidar la dieta, ver demasiada televisión o el estrés
postraumático se vinculan a la obesidad y sus enfermedades derivadas.
Por otra parte, no hay que
olvidar que la sexualidad es una parte vital de nosotros mismos y que además
tiene muchos efectos demostrados en nuestro bienestar. De hecho, existen investigaciones
que relacionan una vida sexual satisfactoria con una mayor longevidad o que
incluso apuntan que las relaciones sexuales frecuentes (dos veces por semana o
más) están asociadas con una menor incidencia de eventos coronarios fatales,
así como con una mayor delgadez. Y aunque la felicidad que aporta el sexo tiene
un límite (con una vez por semana parece suficiente, según las últimas
investigaciones), se sabe que durante el orgasmo producimos un volumen de
oxitocina y de endorfinas que nos ayudan a conciliar el sueño o a reducir
nuestros niveles de estrés. Toda una fuente de beneficios que, sin embargo,
también se pueden obtener el solitario.
¿Dónde está entonces el
verdadero fastidio de que pasen los días sin un compañero de cama? En la
autoestima y la necesidad de sentirse deseado. Sánchez recuerda que la
abstinencia sexual “no solo afecta a la actividad física, sino que también
conlleva dificultades de comunicación y cuestiones afectivas con nuestra
pareja. Muchos trastornos del estado de ánimo se deben a una dificultad en la
sexualidad, y esto es algo que simplemente influye directamente en la calidad
de vida”. No son hormonas, son sentimientos.
Reacciones diferentes según cada persona
Como en otros muchos aspectos
de la vida, es difícil generalizar respecto a cómo el sexo, o la ausencia del
mismo, repercute en nuestras vidas, porque dependerá directamente de las
múltiples circunstancias de cada individuo, tales como la fortaleza mental, la
autoestima de base, cómo desarrolle su autoerotismo y sobre todo cómo era su
sexualidad antes de que apareciera este periodo de abstinencia. Sánchez pone un
ejemplo muy sencillo para entenderlo: “Una persona que hace veinte minutos de
ejercicio cada día lleva muy mal de pronto dejar de practicar esa actividad deportiva.
En la sexualidad, el efecto es mayor, pero todo depende del nivel de deseo o la
frecuencia de relaciones de cada uno”. En efecto: cuanto más practiquemos, más
querremos. Por este motivo es muy difícil cifrar en un mes o un trimestre el
tiempo en el que esta abstinencia comienza a hace mella en la salud física y
mental, puesto que dependerá de la sexualidad previa de cada persona.
En cuanto a cómo suele ser
este proceso de privación involuntaria del sexo, el médico de SEMERGEN detalla:
"Lo habitual es que se pase por una etapa en la que uno se va
acostumbrando a esa carencia, pero si esta no desaparece, al final la persona
se resiente, y aparece un trastorno adaptativo por esta situación que cuesta
superar”. De hecho, suele ser paradigmático que las personas que pasan por este
periodo de abstinencia sexual, una vez que vuelven a tener la oportunidad de
retomar relaciones, se muestran más cohibidos, por normal general, debido a esa
disminución progresiva de la autoestima. No se preocupen: es reversible.
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