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Más poligamia que monogamia
Pues sí, parece que el asunto
va por ahí. La antropóloga y bióloga Helen Fisher, autora de Anatomy of
love (Ed. Norton & Company), ha dedicado más de 30 años de su vida a
estudiar el amor romántico desde un punto de vista científico, y asegura que
durante un tiempo ansiamos enamorarnos, formar una pareja estable y criar
juntos a los hijos, pero pasada la etapa de amor apasionado (cuatro años),
entramos en la monotonía, se produce el desgaste y no podemos evitar el deseo
de irnos con otro u otra que nos haga tilín, algo que esta estudiosa del
comportamiento humano considera totalmente normal, pues esta apetencia no es
más que la consecuencia irremediable de diversos procesos químicos cerebrales.
“Efectivamente, si consideramos que el ser humano es un animal más, observamos
que hay muy poca monogamia en la naturaleza, apenas unas cuantas especies de
pájaros y poco más, lo que implica que aquellos que quieran defender la
monogamia como lo natural, lo van a tener difícil”, explica Paloma Moreno
Moreno, profesora de Ética y jefa del Departamento de Filosofía del I.E.S.
Gonzalo Torrente Ballester, de San Sebastián de los Reyes (Madrid). “Ahora
bien, a diferencia del resto de los animales, el ser humano piensa, razona, se
culturiza y generalmente sustenta sus relaciones sentimentales en la fidelidad
sexual. La prueba evidente de ello es que cuando una de las partes pone los
cuernos a la otra, se produce un enorme sufrimiento y en muchas ocasiones, el
desliz provoca la ruptura”, continúa la profesora de Ética y Filosofía.
Las mujeres también engañan
Foto Internet
Pero además de los procesos
bioquímicos “naturales”, ¿qué otros motivos llevan a una persona a engañar a su
pareja? La encuesta de IPSOS revela los siguientes: la atracción o el amor por
otro, la curiosidad de vivir una experiencia diferente, vengarse de los
escarceos del cónyuge, comprobar que este ya no es lo que necesita, hacer
realidad fantasías que dentro del matrimonio no puede llevar a cabo o tener una
aventura como intento desesperado de salvar la relación. Junto con todas estas
causas, AshleyMadison.com, Web de contactos extramatrimoniales, descubrió que
la falta de sexo en el matrimonio es la razón más habitual por la que las
mujeres buscan satisfacer sus necesidades fuera de casa. Según su estudio para
conocer la infidelidad femenina, realizado a principios del presente año, el
19,5% de las usuarias de esta Web se encuentran atrapadas en un matrimonio sin
sexo, el 37% de ellas solo disfruta de una noche de pasión al mes y el 21,8%
viven su vida matrimonial sin ninguna emoción.
Curiosamente, esta
investigación también revela que aunque el adulterio suele vincularse más a los
hombres, hoy en día, la tasa de affairs que se mantienen en el mundo,
en la franja de entre los 30 y los 45 años, es de 50% hombres y 50% mujeres.
Según Noel Biderman, fundador de la compañía, esto se debe a que “a medida que
los roles familiares cambian y hay una mayor igualdad de género en el trabajo y
una mayor accesibilidad a la tecnología, las mujeres tienen más oportunidades
de satisfacer los deseos y las necesidades que no encuentran en su propia
casa”.
Nos gustan los brasileños
De cara al verano, la Web de contactos
extramatrimoniales ha realizado una curiosa encuesta entre sus usuarios
españoles para descubrir cuáles son sus nacionalidades preferidas para
disfrutar de un desliz en la playa. Y los resultados han sido los siguientes:
medalla de oro, los brasileños; de plata, los franceses y de bronce, los
italianos, seguidos en riguroso orden por los noruegos, los puertorriqueños,
los argentinos, los canadienses, los belgas, los keniatas y los egipcios.
¿Hay un modo de evitarlo?
“Estos datos resultan
alarmantes, pero frente a ellos hay otros muy esperanzadores, pues todos
conocemos parejas verdaderamente felices que basan su relación en el amor
y la fidelidad”, aclara Paloma Moreno Moreno. La ciencia, de momento, no ha
sido capaz de determinar si por naturaleza somos monógamos, polígamos o
monógamos secuenciales, pero sí se saben algunas de las cosas que influyen en
esta realidad. Al menos, en ratones. Los roedores de campo son monógamos
convencidos, profundamente fieles a su pareja. Los de monte, por el contrario,
son promiscuos consumados. ¿La explicación? Los primeros tienen muchos más
receptores de oxitocina y vasopresina en las áreas de recompensa. De hecho,
cuando en el laboratorio se bloquean estas hormonas, los ratones de campo que
carecen de ellas se comportan como si fueran ratones de monte, sin ningún tipo
de memoria ni predilección especial por ninguna de sus parejas. Los humanos no
somos ratones. Es evidente que nuestra fidelidad depende de mucho más factores
que en estos animales. Pero tampoco parecemos inmunes. Algunas variantes de los
receptores de vasopresina, por ejemplo, se han asociado con una mayor o menor
promiscuidad. E incluso hay condicionantes genéticos en el caso de las féminas,
según este reciente estudio de la Universidad de Finlandia.
De todas formas, el
sentimiento vence a la naturaleza. Y cuando alguien está enamorado, como señala
la doctora Helen Fisher, no tiende a ser adúltero, por lo que la clave para
luchar contra posibles infidelidades radica en intentar mantener la llama lo
más viva posible. ¿Y cómo se hace esto? Según sus investigaciones, siguiendo
tres consejos: manteniendo relaciones sexuales regularmente, atreviéndonos a
innovar para no caer en las “rutinas amorosas” y procurando mantener el
contacto físico casi de forma continua. Respecto a este último detalle, el
psiquiatra y conferencista internacional Mark Goulston insiste en que las
parejas que se abrazan mucho, van de la mano, se apoyan en el hombro del otro y
duermen pegados, mantienen una mejor conexión y, por lo tanto, una relación más
sólida, a prueba de posibles “terceros”. Esta investigación lo corrobora.
Y después de la infidelidad,
¿qué?
Foto Internet
En general, todas estas
pautas suelen funcionar bien cuando no se ha llegado a cometer una infidelidad.
Pero, ¿qué ocurre cuando se cruza la línea? ¿Es posible recuperar la relación
de pareja? Según datos del informe IPSOS, el 62% de los varones y el 51% de las
mujeres piensan que serían capaces de perdonar el engaño, pero la verdad es que
parecen cifras demasiado optimistas, sobre todo si tenemos en cuenta que “la
mayoría de las personas que tienen aventuras buscan relaciones a largo plazo,
no un breve rollo de una noche”, según conclusiones de AshleyMadison.com. “Y el
hecho de que la historia sea continua, no esporádica, hace aún más daño a la
pareja, pues ya no se trata de algo puntual, sino que existe un apego emocional
con el tercero que ha entrado en juego”, añaden.
El psicólogo Antoni
Bolinches, experto en relaciones de pareja y autor de Amor al segundo
intento (Ed. Debolsillo), asegura que solo una de cada tres parejas en las
que ha habido infidelidad se salva, y el resto acaba deteriorándose en más o menos
tiempo, pues ya no se confía en el otro. “La pareja que se arregla consigue
salir adelante si ha habido arrepentimiento por parte del que ha tenido la
aventura, si no, no hay absolutamente nada que hacer”, zanja Paloma Moreno.
Silvia Cándano Ocaña
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