Sostienen que la motivación y
la estimulación son recursos que podrían ayudan al cerebro a frenar, en parte,
ese deterioro
Mayores durante un curso de informática
Imaginen a un anciano que
quiere saber el pronóstico del tiempo para toda la semana (es su objetivo) y
para ello cada domingo compra el periódico y consulta el parte. Con el tiempo descubre
que es más cómodo verlo por televisión. El anciano se adapta: compra un
televisor, aprende a encenderlo y a buscar el canal del tiempo, su objetivo no
cambia. Pero todavía hay una manera más avanzada y rápida de conocer el
pronóstico: la
aplicación de un teléfono móvil; el objetivo se mantiene pero
el camino es mucho más exigente, hay que descargar la aplicación, explorarla y
averiguar cómo funciona. Demasiado difícil, pero ¿por qué es tan complicado
continuar aprendiendo en la vejez?
Ahora, un estudio realizado
con ratones y publicado en la revista científica «Neuron», ha demostrado que
este declive
mental asociado a la edad es resultado del deterioro de las interneuronas colinérgicas
gigantes del estriado, unas células nerviosas que
están directamente implicadas en la renovación del aprendizaje,
y cuyo deterioro reduce la capacidad de adaptación.
Y es que «aunque las personas
con más estimulación y una elevada actividad cerebral (viajar, leer, hacer
crucigramas...) lo tienen más fácil, por lo general, la capacidad de adaptación
se deteriora con la edad», explica a Efe el coordinador del estudio, Jesús Bertrán-González,
investigador en la
Universidad de Queensland.
Durante el estudio, los
investigadores se plantearon de qué forma la motivación (que es un
aspecto cognitivo más del cerebro) afecta a este órgano durante el
envejecimiento y para ello recurrieron a un ejercicio motivacional básico con
ratones de edad avanzada.
Foto archivo
Aprendizaje en ratones
En una primera fase, los
animales fueron entrenados para activar una palanca y obtener una recompensa
(comida), es decir, «aprendieron a generar una acción para lograr un premio»,
puntualiza el científico.
Pero, una vez adquirido este
aprendizaje, ¿hasta qué punto eran capaces de modificar su comportamiento ante
un cambio de condiciones?. Para responder a esta pregunta, los animales fueron
entrenados para ejecutar dos acciones y lograr dos recompensas.
«Los ratones jóvenes
entendieron que la acción 1 daba un premio 1 y la acción 2, un
premio 2. Los animales mayores no tuvieron ningún problema en aprender esto
tampoco» pero después «invertimos la prueba. La acción 1 daba el premio 2 y la
acción 2, el premio 1», explica el investigador.
Tras unos días de
entrenamiento de los animales con esta regla invertida, se puso a prueba a los
ratones: «vimos que los animales eran incapaces de otorgar el nuevo valor y
saber qué recompensa daba cada acción. Estaban completamente confundidos».
El estudio probaba así que
los ratones viejos no tienen problemas de aprendizaje para un primer objetivo,
«el problema
llega cuando tienen que adaptase a información nueva, a las
nuevas formas de alcanzar ese objetivo».
El cuerpo estriado: el origen del problema
El origen del problema está
en una región del cerebro llamada cuerpo estriado -asociada a la planificación
y la toma de decisiones-, y cuyo deterioro causa los problemas de aprendizaje.
«Lo sabemos porque en ratones
transgénicos manipulamos esta parte del cerebro y vimos que tenían exactamente
el mismo fenotipo que los ratones viejos: eran capaces de aprender un
comportamiento inicial pero, después, al modificarlo fracasaban», precisa Bertrán-González.
El estudio determina así que
en las personas mayores, además de aumentar la calidad de vida, la motivación y la
estimulación son recursos que podrían ayudan al cerebro a frenar, en parte, el
deterioro congnitivo asociado a la edad y a ralentizar
complicaciones mayores como la demencia.
«Creemos que es de vital
importancia que el declive motivacional en los mayores se considere como un
trastorno clínico en sí mismo, solo así podremos diseñar intervenciones que
ataquen el problema de raíz y mejorar la calidad de vida de nuestros ancianos»,
finaliza el investigador.
Belén DíazEFEMadrid -
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