Monica Bellucci sigue
siendo un icono sexual a sus 51 años. (Reuters/Stefan Wermuth)
Las cosas no
parecen existir hasta que no reciben un nombre. Podemos hablar de generalidades
–ese problema que aqueja a las mujeres que superan los 50 años y que tiene que
ver con la exigencia de ser bellas siempre –, pero supone un gran esfuerzo de
saliva y, sobre todo, de comprensión. Por eso, no hay nada como generar un
nuevo concepto. Y el que acaba de ver la luz en las páginas de 'The Telegraph'
de la pluma de Shane Watson,
columnista del rotativo inglés, es midorexia.
¿En qué consiste exactamente
esta tendencia en auge? Como señala la periodista, “es la creencia de que no
sólo puedes ser atractiva para siempre (algo bueno)
sino que, de hecho, ahora eres MÁS atractiva que nunca y que sería un crimen no
aprovecharse de ello antes de que sea demasiado tarde”. Quizá el término lleve
a confusión, porque suena a mezcla de mediana edad ('middle age') y de
anorexia, un trastorno alimenticio que, desde luego, no tiene nada de
glamoroso.
Así vista, la midorexia
parece encajar en una doble tendencia. Por un lado, esa mentalidad de los 50 son
los nuevos 30 (lo cual lleva a que los 60 sean los nuevos 40 y así
sucesivamente), por lo que es cada vez más normal ver a personas de mediana
edad comportándose como sus hijos; es un proceso que, en realidad, no tiene
nada de novedoso, y no hay más que comparar cómo vestían hombres y mujeres
maduros hace medio siglo y cómo lo hacen ahora. Pero también señala a otra
tendencia global: el 'lookism' (o aspectismo), es decir, la creciente necesidad
de tener siempre buena apariencia, sea cual sea tu edad, trabajo o situación
social, puesto que la belleza es
la medida del éxito.
Bikinis a los 70
La actitud de la periodista
que ha acuñado el término parece ambivalente. Si le molesta, no es tanto por lo
que muestra de las presiones sociales como por la aparentemente desfasada mentalidad de
las mujeres midoréxicas: “Una midoréxica es alguien que, cuando cumple 50, se
apresura en comprar su primer par de pantalones de cuero, a pesar de que nunca
los ha llevado en las décadas previas”, explica. Aunque ella misma reconoce
haber picado y haber adquirido unos zapatos de plataformas.
La autora asegura que Paltrow es una midoréxica de manual.
(Reuters)
Otros ejemplos propuestos por
la autora: “Estoy hablando de esa amiga (madre de cuatro chicos de menos de 25
años) que recientemente se ha comprado una minifalda vaquera o la otra que se
ha comprado unos Levis que realzan su
trasero”. En esa categoría encajaría la fascinación que Gwyneth Paltrow siente hacia su parte
de atrás, lo que la autora califica como “una midorexia de libro”. Aunque,
bueno, quizá esté pasando por alto que, por mucho que conociese la fama a los
20 años, Paltrow tiene 43, una cifra que no parece encajar con la definición
canónica de midorexia que acaba de acuñar.
El problema, sugieren las
palabras de Watson, es que las mujeres no se adecuan a lo que debería esperarse
de ellas: “Es verdad que la mayor parte de nosotras no están haciéndose un
depilado brasileño pero algunas nos estamos comportando de manera extraña dadas nuestras
circunstancias”, explica. La autora bromea con el sistema que ha implantado con
el objetivo de saber si se está pasando de la raya, y que consiste en pararse
al final de las escaleras de su casa con su nuevo vestido y vigilar las
reacciones de su familia: si su padre agacha la cabeza, su hijastro exclama “¡guau!”
y si el otro hijastro mira a su padre, es que está sufriendo un ataque agudo de
midorexia.
En muchos casos, explica, es
la solución para evitar la tristeza que causa que nadie te mire ya, azuzada por
una “potente combinación de negación ciega a ceder terreno y algún extraño empujón hormonal comparable al
subidón de adrenalina cuando intentas subirte a un bote en una fuerte
corriente”.
“Las que sufren midorexia
piensan que su atractivo tardío tiene alrededor del doble de impacto que el de
la gente que tiene la mitad de su edad”, explica Watson. “Creen que aparentan
ser maravillosas, no porque lo sean, sino porque no se habrían atrevido a
llevar botas o trenzas cuando eran jóvenes”. No es que estas mujeres nieguen la
realidad. Para la autora, se trata más bien de “una ceguera temporal, como si la autoestima se hubiese vuelto
loca”. Pero ¿una ceguera hacia qué?
Eres lo que aparentas ser
En una columna de Watson se
obvia otra realidad: la de los condicionantes sociales que provocan este auge
de la midorexia. En realidad, que las mujeres maduras lleven ahora ropa
supuestamente destinada a las jóvenes es un síntoma de que la presión social
para comportarse, vestirse o adoptar determinados estilos de vida en cada edad se ha relajado. En ese sentido, puede verse como una conquista, no sólo en
cuestión de género, sino también en cuestión de edad, en un momento en el que
cada vez se ve con menos malos ojos que los jubilados imiten en sus
comportamientos a los jóvenes.
O puede entenderse como todo
lo contrario: que detrás de la midorexia se encuentra la necesidad de vestirse
bien, mantener una apariencia atractiva y, en definitiva, encajar en los cánones predominantes de belleza y juventud
impuestos. Es algo que ocurre por ambos lados del espectro: de igual
manera que la sexualización de las niñas es cada vez más temprana, como
muestra la ropa de la que disponen en las tiendas, también se espera que las
mujeres maduras respondan a los cánones de belleza vigentes. “Si no tienes
midorexia”, señala Watson. “Es que tú y tus personas queridas tenéis suerte”.
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