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La cosa empezó del modo más
inocente: que si acompaño a mi hermana y sus críos a ver el Belén, que si nos
tomamos unas 'copichuelas', que hay que celebrar, que si te has fijado en el
Papá Noel ese que tiene unos ojos preciosos, que qué buen 'rollito' y cuerpo de
jota se me está poniendo... De camino al coche, casualidades de la vida, se
topó con el orondo personaje que, bajo la falsa barba y el relleno de
gomaespuma, escondía el mejor regalo navideño que cualquier jovencita jamás
haber soñado pudiera... No es broma, desde entonces no puede evitar asociar la Navidad con el
olor a la gasolina acompañado de un sobresalto en la entrepierna.
Pero hay vida, y por supuesto
sexo, más allá de la
Navidad. El pasado verano se propagaba por las redes sociales
una de esas anécdotas que nos despiertan tontamente y de manera espontánea el
'ji-ji-ji' que tenemos reservado para los cotilleos sexuales cuando no van con
nosotros: el avistamiento en plena calle del centro de Madrid de una pareja
manteniendo relaciones con desprecio absoluto por las condiciones higiénicas y
la intimidad, un espectáculo de tintes zoológicos y gratuito. El ojo omnipresente
del gran hermano 'postmoderno' multiplicado por millones de 'smartphones' tomó
buena nota del asunto y viralizó el 'input' visual a la velocidad del
relámpago.
En la cabina del dj (¿con el
dj?), en el cuarto de la caldera del chalet de un amigo, en los vestuarios de
un parque de bomberos, al final de la subida del Circo de Gredos (¡eso sí que
son ganas!), en un cementerio... "El 75% de mi vida me la he pasado
haciéndolo de pie en garitos...", "la primera vez que le practiqué
sexo oral a un hombre fue en una iglesia" (queremos pensar que ese fue el
inicio de una larga, satisfactoria y santificada vida erótica con todas las
bendiciones...), "en el 'parking' de un hotel con mi marido y el camarero
de nuestro banquete de boda, en nuestra noche de bodas" (circunstancia
esta donde parece que el lugar es lo de menos...).
"Iros a un hotel",
esa frasecilla que seguro alguna vez habremos dicho o para la que incluso hemos
sido destinatarios, no podría más oportunamente servir a nuestros propósitos.
En marcada contradicción con todo indicio de impulso súbito y repentino, nos
encontramos con auténticas puestas en escena elaboradas 'ad hoc' para dar
rienda suelta a la libido y dejar bien arrinconado al pudor en lo más recóndito
de nuestra mazmorra mental. Margarita Bonita Suite es una empresa de servicios
a hoteles que se dedica a crear "habitaciones románticas" (vamos, a
admitirles la ñoñería). No me cabe duda de que las "nuevas
sensaciones" que prometen a base de una cama con movimiento propio, un
sofá neotantra (porque el 'tantra' de toda la vida ya no mola) y una
iluminación tenue que va cambiando automáticamente de color cumplirán las
expectativas de los más lujuriosos y desenfrenados amantes. Ahora, si entras en
la Web y ves el
vídeo de la estancia solitaria con todos sus mecanismos puestos en
funcionamiento, vas a tener la impresión de que es el mismísimo dormitorio de
la niña del exorcista, ¡palabra! Y oye, el padre Karras tenía su morbillo, a
qué negarlo.
Admitir que a uno le gustaría
hacérselo en el castillo de Vlad Tepes o en El Nido de las Águilas no es
ninguna monstruosidad, no más que acceder al primero por cuatro dólares para
una visita turística o al segundo a través de una reserva en su restaurante.
Pero a estas alturas de artículo ya va siendo hora de establecer un 'ranking'
que se ajuste a los gustos y posibilidades de una amplia mayoría. Y no, no
aparece la playa, todo lo posterior a 'De aquí a la eternidad' es una
ordinariez y además sabemos que es incómodo, que la arena se mete hasta en el
último intersticio de pliegue cutáneo y que eso de emular célebres escenas
tórridas va a quedar siempre en un quiero y no puedo.
Los lugares preferidos
La oficina.
Sé de una pareja que se
encontraba tan a gusto descargando su lascivia sobre la mesa de un colega que
tuvo el tino de medir la distancia vertical desde el suelo al tablón de madera
para determinar la altura exacta que convenía a tan satisfactorio acoplamiento.
Qué transgresión tan
deliciosa esa de imprimir un poco de morbo al rutinario escenario de nuestros
desvelos laborales. Es fácil, está al alcance de cualquiera y solo requiere que
se den las circunstancias propicias para llevarlo a la práctica sin mayores
dificultades.
Sobre la nieve
Esto no lo entiendo muy bien,
aunque aparece de modo recurrente en los distintos 'rankings' que alberga la
red.
Todos sueltan la gracia de
que es la mejor forma de combatir el frío, quizá lo de tener el culete
congelado es tan excitante como que te pasen un cubito de hielo por el pecho.
En cualquier caso, y remitiéndonos de nuevo a esta época navideña, me jugaría
mi libido a que ahora mismo estás canturreando 'last christmas I gave you my
heart'.
El balcón de un rascacielos
¡Super de los 80! Hay que
poner especial cuidado en no caerse, y todo el esmero posible en que te vean
los vecinos, que es la gracia de hacerlo en un sitio tan exhibicionista.
Independientemente de cuál
sea su confesión, ¡cuántas mórbidas imaginaciones no habrá despertado el
instinto de profanar un sagrado recinto acometiendo los actos más impúdicos!
Era este un tema muy del gusto del Marqués de Sade, maestro de irreverencias y
refinamientos al que no conviene imitar al pie de la letra.
Bajo el árbol de Navidad 'Santa baby'.
Este picarón villancico ha
estado en boca de todos, desde Marilyn Monroe hasta Taylor Swift, pasando por
Madonna, Kylie Minogue o Michael Buble. Ahora bien, si como dice la letra, a tu
'Santa' le pides un árbol decorado con cositas de Tiffany's, ¿hasta dónde
podemos llegar para acreditar un buen comportamiento que merezca tales dádivas?
Tenemos una localización ideal para darlo todo jugando a eso de que "he
sido muy buen@, ¡me merezco un regalo!".
En el metro
Muy factible si vives en una
gran ciudad y extensible a cualquier tren o estación de ferrocarril. Desconozco
la razón de por qué los autobuses no tienen ese mismo morbo, pero el hecho es
que carecen de él. Tanto el rítmico traqueteo de los vagones como el ambiente
'underground' de sus sucios pasillos nos despiertan el espíritu de aventura
sexual urbana, y son pocos los que, al menos una vez en la vida, no lo han
probado.
Unos probadores
Es uno de los escenarios más
populares a la hora de escoger una alternativa a la doméstica cama. Un recoveco
íntimo dentro de un espacio público donde, supuestamente, nadie entrará sin
permiso.
Debo de haberme perdido algo
en todos los años que me he pasado de compras, porque siempre me ha parecido
que la iluminación de estos cubículos es atroz y los espejos ligeramente
deformantes, dos circunstancias de lo más antimorbo. Aun así, estos enclaves
permanecen imbatibles entre los primeros puestos.
Un festival de música
Sin duda un 'must' para el
sexo 'outdoor'. Nos referimos lógicamente a esas citas veraniegas que se
celebran al aire libre y en las que, además del atractivo cultural se concitan
otros intereses, muchos de ellos claramente vinculados a la sana intención de
ligar, pillar cacho o incluso enredarse en una orgiástica iniciación al sexo
colectivo. Y entre una masa enardecida de fans en estado catártico, ¿quién sabe
si en realidad estás siguiendo las rítmicas oleadas musicales o más bien
plegándote al compás de otras mucho más carnales y húmedas palpitaciones? ¿Tu
propia conciencia podría discernirlo? Y es más, ¿a quién le importa?
ELVIRA FERNÁNDEZ
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