· Con el 'boom' de los móviles, los niños ven sexo
explícito cada vez más jóvenes
· Así, se han distorsionado las expectativas de los
llamados 'pornonativos'. En vez de un acto de amor, lo ven como en la ficción:
machista, competitivo, incluso, violento
Si anoche tuvo suerte e hizo el
amor, piense, ¿qué pasó luego? Se podría hablar del cigarro de después, pero la
gente ya no fuma. O de ese abrazo con el que quedarse dormido pero, ahora, la
modalidad es otra: hacerse un selfie poscoito y mostrarlo en las redes
sociales. No extraña que el final pueda ser éste cuando el inicio también se ha
tergiversado por completo en las últimas décadas.
Los expertos -sexólogos, educadores,
psicólogos, sociólogos- señalan el año 2000 como el principio de la debacle,
que la pornografía se haya convertido «en la
educación sexual del siglo XXI». Así lo piensa el asturiano Iván Rotella,
miembro de la
Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (EAPS) y
educador sexual en las aulas desde hace dos décadas. «Hasta entonces no
consideraba que la pornografía tuviera una influencia preocupante en los
jóvenes, los adolescentes entendían que el porno era como Spiderman, una
ficción, pero con la generalización de los móviles el consumo de pornografía ha
descendido hasta los 10 años. El smartphone es, a veces, hasta el regalo
de comunión».
A miles de kilómetros de distancia,
la estadounidense Gail Dines, profesora de Sociología en el Wheelock College de
Boston y activista frente a la oleada pornográfica se expresa exactamente igual
para Papel: «La pornografía es mainstream desde alrededor del año
2000 y se ha convertido en la principal forma de educación sexual en Occidente.
Muchos varones se exponen al porno por primera vez a los 11 años, bien sea
intencionadamente o por accidente, y el resultado es una generación susceptible
de pensar que el sexo es como la pornografía representa».
Para empezar, el acto más íntimo de la Humanidad se convirtió
en parte de la cosa pública, en mayores y en pequeños. «No conocen su cuerpo
pero se exhiben», advierte la psicóloga infarto-juvenil Patricia Díaz Seoane,
que habla de «niños y niñas que, tras ver pornografía, tienen actitudes poco
adecuadas para su edad, pues se exponen a cosas que su pensamiento no puede
procesar y se genera una actitud o un modelo de relación inadecuado, o unos
aprendizajes incorrectos o quizá un modelo acerca de las relaciones que no es
real, pudiendo normalizarlo y considerar que eso es lo que se espera de ellos».
«Los chicos entienden la sexualidad
desde la competencia y la potencia», prosigue Loola Pérez, que conoce la
influencia del porno en los niños y adolescentes a través del programa que puso
en marcha la asociación que preside, Mujeres Jóvenes de la Región de Murcia: Ni
cuentos con perdices ni novelas rosas. «La pornografía crea en ellos falsas
expectativas y, en ellas, aunque no está tan presente, igual: la creencia de
que los chicos tienen más deseo, que el placer se reduce a la penetración e
incluso la exigencia de la depilación femenina en los genitales».
Y dado que «las mujeres que el cine
X presenta, en muchas ocasiones, son objetos», las niñas, ahonda Díaz Seoane,
se convierten «en lolitas expuestas al erotismo, y buscan ese rol». «No están
preparadas ni física ni cognitivamente para las consecuencias que se derivan de
las relaciones sexuales, y la pornografía normaliza situaciones que, en el
ámbito privado, no son las habituales, ni tampoco el lenguaje ni las prácticas,
en busca de complacer a un varón que exige actos que pueden no ser ni los más
cómodos ni los más agradables para las menores».
Antes los adolescentes entendían que
el porno era como Spiderman, una ficción. con la generalización de los móviles
el consumo ha descendido hasta los 10 años
Iván Rotella, sexólogo
Además, «aquellos materiales porno
que consumen los jóvenes son de portales que abiertamente usan un lenguaje
bastante machista hacia la mujer: la puta, la guarra, la zorra», ahonda Pérez.
«El discurso de la pornografía mainstream presenta a las mujeres que
manifiestan deseo sexual desde calificativos denigrantes y sexistas. Es como si
la mujer que deseara sexo, que apareciera teniendo sexo, no fuera humana, sino
un objeto desde la mirada del otro. Mientras la representación del hombre sigue
atendiendo a su potencia, a su bravura y a una forma de practicar el sexo a
menudo violenta».
Las escritoras Martha Zhein y Analía
Iglesias, que acaban de publicar el ensayo Lo que esconde el agujero, el
porno en tiempos obscenos (editorial Catarata) los llaman «pornonativos».
«Nos hacía falta un término para describir a la primera generación de jóvenes
que llegó al porno antes que a su sexualidad», explican. Es más, incluso
advierten de que son ya dos las generaciones en juego. «Alguien que nació en el
85 ya está en edad de ser padre. Por tanto, se da por inaugurada la segunda
generación de pornonativos, esos niños que deslizan con sus deditos regordetes
las pantallas de tabletas y smartphones; bebés aún pero con una destreza
increíble, y a los que puede asaltar el porno en forma de pop-up en
cualquier momento».
Lo corroboran los datos. España
ocupa el puesto número 13 en la lista de consumidores de pornografía, según el
portal Pornhub. La edad media para iniciarse en su consumo es 11 años y
entre 2004 y 2014 la búsqueda del término teen porn (sexo adolescente)
se multiplicó por tres. «La pornografía puede trastocar a cualquier edad»,
matiza Gail Dines. «Conozco casos de niños de siete años, pero también de
señores de 80, influenciados por su consumo. La industria del porno ficha a los
consumidores desde temprana edad con la intención de mantenerlos enganchados de
por vida», argumenta.
Otra de las tesis de esta activista,
y que también citan las autoras Analía Iglesias y Martha Zhein es que, «en
tiempos pornificados, las dos posibilidades que consideran las chicas en la
vida pública son la follabilidad o la invisibilidad». «Es más, la frase 'ya
vienen preparadas para el porno' es una frase que se atribuye a los mismos
pornógrafos», desliza Iglesias.
Lo gritan en Estados Unidos hace
años desde la entidad Fight the new drug (Enfréntate a la nueva droga),
cuya estela en España pertenece a la organización Dale una vuelta, que emplea
el lema es Stop porn, start sex (Deja el porno, comienza el sexo). Si es
una droga, entonces la pornografía puede generar adicción pero, aunque hay
estudios que reflejan los daños cerebrales que ésta produce, los académicos se
resisten a hablar de ello en sus investigaciones. Dice Natale McAneney,
director ejecutivo de Fight the new drug, que «no todo el mundo que
tiene problemas con el porno es un adicto pero hay contextos en los que la
adicción a la pornografía es real».
«Muy real», insisten desde Dale una
vuelta. «A lo largo de la semana nos escriben pidiendo ayuda una media de 10
personas. La gran mayoría lleva 10, 15 y hasta 20 años consumiendo porno con
regularidad, hasta que hartos y desesperados buscan ayuda. Explican cómo han
fracasado como profesionales, padres, como parejas y como personas por culpa de
la pornografía. En la vida real existe la adicción, pero la psiquiatría y la
psicología no llegan a un acuerdo».
La parte buena de esta historia es
que las consecuencias son reversibles, siempre y cuando se tomen medidas a la
voz de ya. En mayo, la asociación hispano-francesa Mujeres Avenir advertía de
que «los jóvenes españoles y franceses están deficientemente formados en salud
sexual». Su presidenta, María Luisa Contes, señalaba que «el trato afectuoso no
aparece por ningún lado en las páginas pornográficas, y sí, en cambio, una
evidente carga de violencia y humillación hacia la mujer». Y la ginecóloga
Mercedes Herrero Conde advertía de que «el aspecto emocional forma parte de la
salud sexual; algo que ya advirtió el pasado febrero la Unesco en un documento
sobre el asunto».
A las organizaciones no
gubernamentales cita también el sexólogo Iván Rotella cuando demanda «una plan
nacional de salud sexual». «Lo proponen hace décadas organismos internacionales
como la OMS y la UNESCO y, ahora, es un buen
momento para abordarlo: tenemos los profesionales, tenemos la inquietud social,
tenemos los problemas... Habría que empezar a darles nociones desde los tres
años», propone este educador, «y abordar cuestiones más complejas cuando tienen
nueve o 10».
También la ONG Save the Children
reclamó en mayo una «asignatura obligatoria en educación sexual en España, ante
el aumento de violencia machista entre los adolescentes -en 2017 hubo un récord
de víctimas y denuncias de maltrato según el Instituto Nacional de Estadística
(INE) y el número de denunciados de menos de 18 años aumentó un 18,7%-. Lo dice
la pedagoga Carmen Perdices, «es necesario formar en la afectividad y en el
cariño, no sólo en la sexualidad, educar en el amor, al cabo».
"Asequible, accesible y anónimo"
Hubo una época en la que las
revistas pornográficas, o un inocente Interviú, revista recientemente
desaparecida, se escondían bajo la cama. Madrugadas de cine X en canales de
pago y hasta porno light en la televisión. Pero llegaron los 90, e
internet, y las cosas cambiaron. Tanto que, ahora, la pornografía responde a la
triple A del título: «accesible, asequible y anónimo». Así lo describen varios
de los activistas que se enfrentan a las consecuencias del auge de la
pornografía entre los jóvenes, los niños y los mayores.
Esto significa, sostiene la
socióloga Gail Dines, que «imágenes de violencia hacia la mujer se normalizan y
se integran en las actitudes sexuales de los consumidores, así como en sus
comportamientos». «Hay poca investigación en relación a la influencia que el
porno ejerce en las mujeres, pero es reveladora una encuesta de la revista Marie
Claire en 2015. De las 3.000 mujeres consultadas, una de cada tres veía
porno cada semana, y una de cada 10 cada día. Más del 50 % de ellas dijo, entre
otros enunciados similares, que lo hacía 'para complacer a su pareja' y esto
significa que las mujeres se pliegan al patriarcado conformando su deseo al de
los hombres».
Madrid