«Solemos acertar bastante, pero ojala esta vez me equivoque». Julián Ajuriaguerra no ha leído «nada bueno» en las témporas de verano. Ya puede guardar la toalla y el bañador, porque hasta mediados de septiembre el Pastor del Gorbea augura tres meses de «viento, agua». Puede que hasta alguna «'pedrada'» (granizo). Ajuriaguerra lo ha visto en el comportamiento del viento, en los «choques de aire norte y sur que han quedado los últimos días». Choques que resultan en chubascos; en sirimiri y niebla, como mínimo.
Se trata de un saber popular
y del campo que él lo aprendió de su padre: el lenguaje de las témporas, ciclos
que se repiten cada tres meses y le ayudan a predecir, en términos generales,
la meteorología que se avecina en cada estación. Y en esta ocasión no se trata
de «nada bueno».
«Si las témporas no
cambian para septiembre, podríamos tirarnos bajo tormentas todo el año» Julián
Ajuriaguerra
En el año agrometeorológico
-del 1 de septiembre al 31 de agosto- más lluvioso de los últimos setenta, las
nubes no piensan abandonar Euskadi así por las buenas. «Días de calor natural,
esos de cielo raso y con el norte limpio... no veremos ni tres seguidos»,
augura el pastor, desde el panorama que le ofrece la atalaya natural de su
caserío en el Alto de Barazar. Un verano «fatal», advierte, cargado «de
bastante lluvia».
Fruta sin sabor
Este chaparrón constante no
sienta bien al turista, pero tampoco al campo. Tras siete meses sin despejar,
«habrá hierba de sobra»: «Pero no valdrá para nada porque no tiene las
vitaminas que le aporta el sol». El mismo motivo por el que la fruta saldrá sin
sabor.
La lluvia constante afecta al
campo: hierba de mala calidad y fruta sin sabor por la falta de vitaminas
consecuencias
«Mal asunto, Julián», le
espetó hace unos días otro pastor de la zona también docto en témporas. Porque
entre quienes saben mirar en la brisa del monte la interpretación parece
unánime. Antes de Julián Ajuriaguerra, hace casi veinte años, Jacinto Sagarna
era el Pastor Gorbea que estudiaba el cielo de cara al estío y las nieves.
Hoy, limita las predicciones
a las peticiones de sus vecinos en Abadiño. Aunque aún no ha elaborado un
pronóstico completo de la próxima estación, calcula con los pocos datos que ha
recopilado que «un trueno va a hacer barbaridades». «Están cayendo bombas por
todas partes», espeta. Y los nubarrones, añade, tardarán en irse: «Despacio,
despacio».
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