El beso habla en silencio.
Acertó Neruda cuando escribió "En un beso, sabrás todo lo que he
callado" pues, al utilizar la palabra razonamos, unos más que otros. Un beso, sin embargo,
utiliza un idioma senso-emocional, directo y sin esquinas.
Al primer contacto de
nuestros labios, sabremos si nos gusta o no, es automático. Más aún, desde el
momento que deseamos besar a alguien, ya lo estamos haciendo en nuestra mente y
es ahí
cuando empezamos a besar a juego lento.
La mayoría recordamos nuestro
primer beso y podemos experimentar varios primeros besos a lo largo de nuestra vida.
No necesariamente fueron los mejores, pero sí despertaron algo nuevo en
nosotros. Un beso ligero rozando nuestros labios que nos hizo sentir una
corriente por la espalda, o aquel que nos sorprendió al introducir un nuevo
inquilino en nuestra boca, siendo lo más parecido a comer una gominola de
gelatina.
Besar es inyectar pura medicina
Un buen beso nos da vida y
calidad a la misma. Nos ayuda a liberar estrés, eleva nuestra autoestima y
genera sensaciones de bienestar generalizado. Dicen que quemamos hasta 12
calorías por minuto y ejercita más de 30 músculos de nuestra cara, tonificando
nuestro cutis y evitando los signos de envejecimiento. Puede incluso ofrecernos
un buen entrenamiento cardiovascular. Entienda que se trata de un beso apasionado,
intenso, consentido y muy deseado. Dicen que quita hasta el
dolor físico, yo añadiría que el emocional también. Hasta nos ayuda a prevenir
caries pues segregamos saliva, que limpia y reduce la placa bacteriana.
Pero, sobre todo, el beso nos pone cachondos. Factor
tremendamente interesante. Es
uno de los primero contactos físicos que ofrecemos a aquella persona que nos
genera interés. Y, si sentimos que el beso merece la alegría, es muy probable
que nos la demos.
También crea memorias,
recuerdos emocionales guardados para disfrutarlos a lo largo de nuestra vida. Basta cerrar los ojos para
revivir ese beso que tan rico nos supo y volver a liberar todas
esas sustancias que nos hicieron sentir de maravilla. Aunque a veces pueda
traer añoranza, nos habla de vivencias y placeres disfrutados, lo que no deja de
ser un regalo.
Pero no todos los besos se recuerdan, solo lo
consiguen los especiales, los
que guardan un significado en su interior, más allá de lo carnal. Los besos por
sorpresa o los más deseados que llegaron en su justo momento. Hacer que un beso
se recuerde podría considerarse todo un arte.
Quizás la 'besología'
nos ayudará a ofrecer el beso perfecto y ayudarnos a dejar huella:
Esta pseudociencia nos
advierte: se prefiere besar un hombre afeitado, pero discrepo. Si hablásemos de
sexo oral estaría totalmente de acuerdo con este postulado. Sin embargo, el
rollito hipster mola, y la barba de tres días suele dar bastante morbo.
Después de la boca, el cuello es la parte favorita para ser besada. Sobre todo para
las mujeres. Me lo creo, sí, sí, me lo creo.
La estética dental y la
higiene bucal es fundamental para desear besar a alguien. Correcto y acertado,
aunque la estética no lo es todo, por supuesto. El beso es un acto muy íntimo y la saliva
desinfecta pero no hace milagros.
La creatividad siempre triunfa,
comentan los besólogos. Mejor la variedad de besos que la monotonía y repetición, sin
duda. Cierto, los besos tipo cadena de montaje dan bastante pereza.
A las mujeres se nos anima a usar más
la lengua y nos atribuyen poca pasión y proactividad, cuando de
besar se trata. En estas observaciones me siento poco representada, la verdad.
De los hombres se comenta que
llevan peor la sincronización de los labios y presentan mayor tendencia a meter la lengua
hasta la garganta. ¿Será verdad? Aquí dudo, pero solo un poco.
A ver, no puede existir un
único beso perfecto y la 'besología' no me llega a convencer, es tan subjetivo
besar. Probemos otro camino para jugar nuestro mejor beso.
Deguste un beso como
haría con un buen vino
Hay que elegir el contexto y
momento adecuado para probarlo. Olfatear es esencial para conocer si es apropiado un
beso sexual y apasionado o romántico y tierno. Agite bien a la
persona que desea besar para que le de pistas, como si lo hiciera con una copa,
olfateando sus aromas. Quizá pueda descifrar si le ofrecerá un buen buqué en
cuanto lo cate. Además, si conseguimos adecuar la temperatura antes de
servirlo, muy probablemente, nos llevará al éxito.
Pasarse de grados podría generar sorpresa, susto e
incluso desagrado. Nuestra
lengua quizá se dispare y penetre sin piedad produciendo un ligero ahogamiento
en la persona besada. Estoy convencida que sabe perfectamente de qué le hablo.
La pasión es fundamental y no podemos perderla de vista, déjese llevar,
disfrute, pero no descuide su empatía.
Igualmente, si los grados
bajan demasiado, puede que perdamos la oportunidad de conseguir una segunda
oportunidad. Una lengua fría, rígida y seca, no resulta especialmente
apetitosa. Aunque sobre gustos no haya nada escrito, generalmente una lengua en
esas condiciones indica tensión, estrés y miedo al fracaso. La suavidad, humedad y
calor bucolingual nos suele transmitir seguridad, relajación y disfrute, lo
cual nos genera mayor excitación.
Conclusión, casi mejor
pasarse de grados que no llegar, creo yo. Pero, para minimizar riesgos, siempre
es mejor fijarse en alguna otra señal, antes de lanzarse.
Utilizar nuestra vista en
esta cata es fundamental. Daniel Goleman, hablando de inteligencia emocional y
social, apuntaba una conexión directa entre los ojos y la corteza
orbitofrontal, estructura cerebral esencial para la empatía y el ajuste
emocional. ¿Será
entonces que los besos se dan antes con la mirada?
Observe cómo le mira al
hablar, al reír, al silenciarse. Es difícil explicar, pero si hay reciprocidad,
se nota. Y qué ocurriría si no la hay o no se detecta, ¿Nos reservamos el beso
para otra ocasión?
A dónde irán los besos que
guardamos, que no damos, como cantaba Víctor Manuel.
Los besos perdidos
Para mí esos son los más
amargos. Por esto mismo, he tomado la determinación de no guardarme ninguno que desee dar.
Tendré que trabajar mi desapego a los mismos, dejando que fluyan y se entreguen
a su correspondiente receptor. Tampoco deseo convertirme en una besucona
indiscriminada, solo permitir que sucedan.
"Me besaba con la
mirada, con una inseguridad encantadora, mientras se acercaba para despedirnos.
Realmente deseábamos besarnos pero ambos desconocíamos cuándo, dónde y cómo. Se
enredó la emoción con nuestros cobardes pensamientos y ambos llegamos a casa con
un beso de menos. Aquel, se convirtió en nuestro beso más anhelado"
¿Alguna vez le ha ocurrido
algo así? Esa sensación de desconcierto preguntándose de camino a casa, pero
¿qué ha pasado? Esos No Besos se quedan grabados a fuego en nuestra memoria emocional.
No todos los besos resultan
fáciles de ofrecer, algunos cuestan, y mucho. Sentimos que deseamos entregarlos
pero el Ego, los miedos o la vergüenza, pueden hacer que nunca los liberemos.
Debe existir una cajita de besos no entregados en algún lugar de nuestro
cerebro, o quizás el corazón sea el carcelero en este caso. Otros, en cambio,
se entregan alegremente, seguros y felices vuelan hacia el objetivo y nos
confieren sus maravillosos beneficios.
Pero no hay prisa, si un beso
no se da, por algo será, ya vendrán besos mejores.
En la vida como en el beso, lo excelente se cocina a
juego lento.