La vidente, durante su juventud.
Las líneas predecesoras se
corresponden con la teoría oficial de lo que, aquel verano de hace más de dos
décadas, acaeció en Madrid durante el denominado «Crimen de la vidente». Uno de
los múltiples asesinatos sin resolver que se han cometido en nuestro país y cuyo verdugo logró
evadir a la justicia. Este misterio, a su vez, es uno de los
cientos que atesora en su interior «Criminalia», una página Web especializada
en asesinatos que, a pesar de haber abierto sus puertas hace aproximadamente
una semana, puede presumir de ser el archivo más extenso en habla hispana sobre
sucesos que se puede encontrar en la Red. Una «enciclopedia del crimen» que ofrece
información gratuita, completa y veraz a todos aquellos que se sientan atraídos
por el mundo de la criminología.
Una inteligente
buscavidas
Aquel 23 de agosto quedó
sellado para siempre el destino de María Blanca por las manos de una mujer, a
día de hoy, totalmente anónima. Esa jornada, a su vez, se puso punto y final a
la vida de una anciana que cargaba con multitud de tragedias a sus espaldas. La
primera se sucedió en 1940, una época en la que (a pesar de contar con menos de
30 primaveras a sus espaldas) se quedó viuda después de que su marido —Simón,
militar de profesión— muriera víctima de una dura enfermedad. Con todo, ella
siempre solía señalar que su esposo había caído en 1937, luchando a capa y
espada en la Guerra
Civil. Una mentira que reconfortaba su mente, pero que no debió
conformar demasiado a los dos hijos que había tenido con aquel hombre, los cuales
se quedaron huérfanos desde su más tierna infancia. Quizá fue por eso por lo
que, en el momento en que tuvieron suficiente edad, ambos se marcharon de casa
olvidándose de su madre. Así pues, cuando el calendario andaba en 1988, José
María —el mayor —trabajaba en La
Coruña y Manuel —el menor — en Gijón.
María Blanca, por tanto, era
una mujer sin marido y una madre sin hijos. Una existencia dura pero que no le
impidió salir adelante y convertirse en toda una celebridad en el bajo mundo de
Madrid. Y es que, logró darse a conocer como una vidente capaz de leer el futuro a cambio
de un «pellizquito» que le permitiera vivir cómodamente. Así
definió ABC en 1988 la labor que le garantizó unos ahorros bajo el colchón y un
plato de alubias en la mesa: «Decía adivinar el futuro mediante una
técnica basada en la lectura de los posos dejados en una taza de café, sesión por la que cobraba 2.500
pesetas». Su forma de trabajar no ofrecía ninguna dificultad:
hacía a su «invitado» meterse entre pecho y espalda un vaso de este líquido
negro y, en los restos que quedaban, afirmaba poder descubrir su porvenir.
Pero esa no era esa la única
fuente de ingresos de María Blanca ya que, además de adivinar el futuro
mediante, también usaba sus poderes para hacer las veces de casamentera.
Concretamente, tenía una agenda bastante amplia de hombres deseosos de
encontrar a una buena novia que usaba para estos casos. ¿El método? Sencillo.
Si una joven venía llorando por los rincones afirmando que quería conocer a su
príncipe azul, la vidente le decía que se pasase por su consulta el día
siguiente y que ella, tras contactar con los espíritus, le diría el lugar en el
que se tropezaría con su amado. Una vez lanzado este anzuelo, llamaba a uno de
sus clientes ansiosos por echarse novia y reunía a ambos en el mismo lugar
explicándoles que el universo le había señalado el sitio. Previo pago, eso sí,
de un considerable suma por parte de ambos. Que el amor cuesta y, según parece,
una llamada a los fantasmas del amor también.
Manuel P. Villatoro
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