miércoles, 4 de noviembre de 2015

El misterioso y brutal asesinato sin resolver de la bruja lesbiana

Llega la tarde a Madrid un 23 de agosto de 1988. En el estudio número 10 del cuarto piso del bloque 44 de la calle Abtao (cercana a la estación de Atocha), María Blanca Suárez González –de 69 años- prepara su casa para recibir una visita. Sin embargo, a la mujer que va a entrar no le va a leer el futuro en los posos del café, como suele hacer con la mayoría de personas que cruzan su puerta (y por un buen dinero, todo hay que decirlo). Son amantes. Suena el timbre y ambas señoras se sientan a tomar un refrigerio. El ambiente es relajado y distendido. Al menos, hasta que la invitada toma una mano de almirez y le propina por sorpresa a la anciana la friolera de 24 golpes en la cabeza. Tras ello, lleva su cuerpo (todavía vivo) a la bañera y, con un cuchillo de cocina, le corta ambas muñecas hasta llegar al hueso. Una vez perpetrado su crimen, la asesina se hace con una pistola, sale por la puerta de la vivienda y coge un taxi para huir de la zona.
La vidente, durante su juventud.
Las líneas predecesoras se corresponden con la teoría oficial de lo que, aquel verano de hace más de dos décadas, acaeció en Madrid durante el denominado «Crimen de la vidente». Uno de los múltiples asesinatos sin resolver que se han cometido en nuestro país y cuyo verdugo logró evadir a la justicia. Este misterio, a su vez, es uno de los cientos que atesora en su interior «Criminalia», una página Web especializada en asesinatos que, a pesar de haber abierto sus puertas hace aproximadamente una semana, puede presumir de ser el archivo más extenso en habla hispana sobre sucesos que se puede encontrar en la Red. Una «enciclopedia del crimen» que ofrece información gratuita, completa y veraz a todos aquellos que se sientan atraídos por el mundo de la criminología.
Una inteligente buscavidas
Aquel 23 de agosto quedó sellado para siempre el destino de María Blanca por las manos de una mujer, a día de hoy, totalmente anónima. Esa jornada, a su vez, se puso punto y final a la vida de una anciana que cargaba con multitud de tragedias a sus espaldas. La primera se sucedió en 1940, una época en la que (a pesar de contar con menos de 30 primaveras a sus espaldas) se quedó viuda después de que su marido —Simón, militar de profesión— muriera víctima de una dura enfermedad. Con todo, ella siempre solía señalar que su esposo había caído en 1937, luchando a capa y espada en la Guerra Civil. Una mentira que reconfortaba su mente, pero que no debió conformar demasiado a los dos hijos que había tenido con aquel hombre, los cuales se quedaron huérfanos desde su más tierna infancia. Quizá fue por eso por lo que, en el momento en que tuvieron suficiente edad, ambos se marcharon de casa olvidándose de su madre. Así pues, cuando el calendario andaba en 1988, José María —el mayor —trabajaba en La Coruña y Manuel —el menor — en Gijón.
María Blanca, por tanto, era una mujer sin marido y una madre sin hijos. Una existencia dura pero que no le impidió salir adelante y convertirse en toda una celebridad en el bajo mundo de Madrid. Y es que, logró darse a conocer como una vidente capaz de leer el futuro a cambio de un «pellizquito» que le permitiera vivir cómodamente. Así definió ABC en 1988 la labor que le garantizó unos ahorros bajo el colchón y un plato de alubias en la mesa: «Decía adivinar el futuro mediante una técnica basada en la lectura de los posos dejados en una taza de café, sesión por la que cobraba 2.500 pesetas». Su forma de trabajar no ofrecía ninguna dificultad: hacía a su «invitado» meterse entre pecho y espalda un vaso de este líquido negro y, en los restos que quedaban, afirmaba poder descubrir su porvenir.
Pero esa no era esa la única fuente de ingresos de María Blanca ya que, además de adivinar el futuro mediante, también usaba sus poderes para hacer las veces de casamentera. Concretamente, tenía una agenda bastante amplia de hombres deseosos de encontrar a una buena novia que usaba para estos casos. ¿El método? Sencillo. Si una joven venía llorando por los rincones afirmando que quería conocer a su príncipe azul, la vidente le decía que se pasase por su consulta el día siguiente y que ella, tras contactar con los espíritus, le diría el lugar en el que se tropezaría con su amado. Una vez lanzado este anzuelo, llamaba a uno de sus clientes ansiosos por echarse novia y reunía a ambos en el mismo lugar explicándoles que el universo le había señalado el sitio. Previo pago, eso sí, de un considerable suma por parte de ambos. Que el amor cuesta y, según parece, una llamada a los fantasmas del amor también.
ABC
Manuel P. Villatoro

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