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El resultado es '30 Lessons
for Living' (Plume), un libro que recoge, como su propio nombre indica,
las lecciones que sólo la experiencia enseña. Hemos hablado de él en otras
ocasiones, por ejemplo, seleccionando 10 de estas lecciones. Sin embargo,
Pillemer ha vuelto a reaparecer en Quora respondiendo una de las preguntas de
los usuarios, que no podía haber tenido más suerte: seguramente no haya mejor
persona en el mundo que él para responder a la siguiente pregunta:
“Cuando la gente reflexiona sobre su vida, ¿de qué
se arrepiente más? De todos esos arrepentimientos, ¿cuántos están basados en
ideas o premisas falsas?”
Podría pensarse, responde
Pillemer, que muchos de estos remordimientos hacen referencia a hechos
concretos como una infidelidad, una mala elección romántica o una decisión
laboral incorrecta. “Esperaba encontrarme con grandes problemas”, explica
el autor. “Pero no estaba preparado para la respuesta que iban a darme”. Fue la
siguiente:
“Ojalá no hubiese pasado
tanto tiempo preocupándome”
No se trata, por lo tanto, de
una cuestión de hechos concretos, sino de actitudes. Pillemer afirma que
entre los cientos y cientos de ancianos a los que entrevistó, esta era una de
las manifestaciones más comunes. “Desde la posición privilegiada de encontrarse
al final de su vida, mucha gente sentía que si pudiese enmendar algo, le
gustaría recuperar todo el tiempo que habían pasado preocupándose sobre el futuro”.
El consejo, señala, es
sencillo y directo: “Preocuparse es un enorme desperdicio de tu precioso y
limitado tiempo vital”. Muy bonito, responderán algunos, pero como todos
sabemos, no hay nada más difícil que convencer a alguien que está preocupado para
que deje de estarlo. “De acuerdo, voy a dejar de preocuparme” es fácil de
decir, pero muy difícil de hacer. Por lo tanto, ¿de qué manera se puede evitar
esta trampa mental? Para ello conviene fijarse en los mecanismos psicológicos
que nos llevan a preocuparnos, señala Pillemer:
Te preocupas cuando no hay
problemas. “La
característica clave de la preocupación”, explica el autor, “es
que aparece en la ausencia de elementos estresantes reales. Es decir, nos
preocupamos cuando no hay nada concreto por lo que preocuparse”. No hay más que
autoanalizarse brevemente para darse cuenta de que así es: como hemos explicado
en otras ocasiones, tendemos a sufrir más cuando pensamos en lo incierto
del futuro; por el contrario, si el problema ya ha tomado forma delante de
nosotros, nos veremos obligados a pasar a la acción. La mejor enseñanza que
podemos obtener de nuestros mayores es darnos cuenta de cómo, al fin y al cabo,
la mayor parte de cosas que tememos nunca llegan a ocurrir. No te preocupes,
actúa. Ello no quiere decir que dejemos las cosas estar. Por el contrario,
señalan los jubilados a los que Pillemer entrevistó, y que en muchos casos
vivieron grandes tragedias como la segunda guerra mundial, es
importantísimo dedicar tiempo no a preocuparse, sino a resolver los problemas
que surgen. Como señala el propio autor, “esa actividad mejora la vida,
mientras que a la larga la otra termina convirtiéndose en un remordimiento por
la pérdida de tiempo de nuestro demasiado corto paso por la tierra”. La clave
se encuentra en olvidarse del largo plazo y centrarse en el corto, que es lo
que se encuentra al alcance de nuestra mano y recordar que tanto lo malo como
lo bueno pasará.
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