¿Se ha parado a pensar alguna
vez por qué
nos generan admiración o rechazo determinadas personas, orientaciones,
identidades o prácticas sexuales? Las emociones modulan nuestro
comportamiento, nos sirven para acercarnos o alejarnos de algo o alguien pero,
¿qué hay detrás de estas?
Los aprendizajes recibidos a
lo largo de nuestra vida, la socialización, la cultura, las creencias de
nuestro entorno y la sociedad construyen nuestros deseos y afectan a nuestras
emociones.
Creemos que elegimos
nuestros deseos sexuales, pero en realidad éstos están más dirigidos de lo que
pensamos
El pasado sábado me encargué
de que el público del Salón Erótico de Madrid
pudiera descubrir sus sombras con mi taller experiencial sobre
"Proyecciones sexuales: derrumbando muros hacia el gozo pleno". Y
esta es la crónica de lo que allí sucedió.
Iluminando sombras en el
Salón Erótico de Madrid
Dispuesta a iluminar algunas
sombras acudí a la primera edición del Salón Erótico de Madrid. Me generaba
mucha curiosidad y deseaba conocer, de primera mano, si era cierto que de
erótico tenía poco, como mucha gente me había comentado.
Bien es cierto que la mayor
parte se dedica al porno convencional, con espectáculos muy visuales y
explícitos, genitalizados, excesivamente mecánicos y mal actuados, según mi
punto de vista, a pesar de disponer de una directora artística de lujo como
Bibian Norai. Salvo algunas excepciones, lo que yo considero
erótico brillaba por su ausencia en la mayor parte de los espectáculos. No obstante, la erótica es
absolutamente subjetiva, por supuesto. Eso es lo bueno de la erótica, por otro
lado.
Curiosamente, encontré nuevos
e interesantes productos, arte erótico, cine tántrico y un aula de sexo
educativo. Información muy jugosa, sin duda, para contaros en futuras
ocasiones. Me vi sorprendida por la zona BDSM, que abarca 'bondage' y
disciplina, dominación, sumisión, sadismo, masoquismo y 'foot fetish'. Reuniendo algunas de las
mejores amas o 'mistress' de Europa y Asia, la estética y
puesta en escena me pareció de las más cuidadas y seductoras. Me sorprendió que
lejos de generarme rechazo por la brusquedad de algunas prácticas, como sí me
ocurría en algunas escenas de porno más convencional que se mostraron, brotaba
mi curiosidad 'voyeur' y lo pude disfrutar como una expresión artística más.
Desnudando mentes
Qué facilidad para desnudar cuerpos en un salón
erótico y qué dificultad para desnudar nuestras mentes, pensé yo. Pero en cuanto expliqué que proyectamos
nuestras represiones sexuales y afectivas, y que lo que no aceptamos en
nosotros lo castigamos en los demás, sentí que lo entendían perfectamente.
También ocurre cuando admiramos desmesuradamente. Eso tan positivo que alabamos
no somos capaces de verlo en nosotros mismos, pero está de alguna manera.
Para descubrirnos les propuse
jugar con mi herramienta favorita, las cartas de psicología proyectiva que
llevo años utilizando tanto en consulta como en talleres e incluso en empresas.
Y la magia se produjo. Las personas más valientes se desnudaron ante la sala
repleta e interpretaron cada imagen que les ofrecí. Infinitas posibilidades de
interpretación para una misma propuesta. Está claro que hablan
de ellos mismos.
Es como ir a un museo a ver
cuadros, les comenté. Cada visitante verá algo muy personal y proyectará en el
autor qué ha querido plasmar este, pero no será más que un reflejo de lo que
lleva dentro. Sus deseos, sus represiones, sus pasiones, sus miedos, su
inconsciente.
Deseos artificiales
¿Está seguro de que sus
deseos, son realmente suyos? ¿Acaso no le afecta la publicidad, el marketing o
las modas, como al resto de los mortales? Por ejemplo, si desea
o no tener pareja, un porcentaje importante de ese deseo se deberá, sin duda, a
lo que en su entorno impera y es resultado de la deseabilidad social, más o
menos sutil.
Ocurriría exactamente igual
con sus deseos sexuales. Se pone de moda un libro donde atan a la protagonista
y todas suspiramos por ser atadas, y ellos por atarnos. O quizá no, pero si lo
hacen todos...
Pero a ver, ¿qué desea
realmente? La cuestión es que creemos que elegimos, pero lo hacemos menos de lo
que pensamos. Repetimos patrones construidos por creencias de todo tipo y muy
pocas veces lo razonamos.
¿Por qué hay personas que rechazan
y atacan, por ejemplo, la homosexualidad, el poliamor, los escotes, la
transexualidad, lo que se sale de la norma o las personas que
expresan libremente su sexualidad?
Para Carl Gustav Jung,
psiquiatra y figura clave en el inicio del psicoanálisis, esto se explicaría
por la proyección que realizamos sobre los demás cuando no queremos ver en
nosotros algún aspecto que juzgamos como negativo, no lo
aceptamos y por tanto, permanece en lo que denomina nuestra sombra.
La manera de poder vivir lo
rechazado es atacando a quien lo expresa, pues aunque no le guste
conscientemente, en el fondo lo desea. Una persona homófoba que
muestra o no su fobia hacia las personas homosexuales, pero le afecta
emocionalmente de manera negativa, pudiera ser que no aceptase su propia
homosexualidad. Pero no siempre es tan directa la relación. En
ocasiones, esa aversión indica que hay algún aspecto que se activa con esa
persona. Otro ejemplo sería cuando insultamos, verbal o mentalmente, a una persona que viste o
muestra su cuerpo como desea sin importar lo que digan o vive
su sexualidad libremente, sin hacer daño a nadie, pero se aleja de lo habitual
en su cultura. "Mira, ¡qué fresca!, ¿no le dará vergüenza?", comenta
una persona cuando ve pasar una mujer con minifalda, escote y taconazo. Y si
encima no está delgada o es mayor, más castigada aún.
¿Significaría que esa persona
desea vestir como ella? Por supuesto que no. Pero sí pudiera ser que reprima
sus deseos y envidie, quizá de manera inconsciente, en esa mujer su capacidad
para vivir su vida y sexualidad de manera libre, sin importarle lo que digan o
a pesar de ello.
En situaciones de 'bullying' y 'mobbing' suele
ocurrir algo similar. Al que destaca se le trata de hundir y al diferente
se evidencia su diferencia en negativo. Inconscientemente podemos maltratar a
los demás como castigaríamos en nosotros lo que ellos representan. Además, si
son ellos los rechazados no lo seremos nosotros. Es una cuestión de elegir el
rol que consideramos ganador. Es cuestión de miedo.
Si cada uno de nosotros
viéramos en los demás y sus comportamientos nuestro propio reflejo, como si
fueran un espejo que muestra lo que no queremos vernos, nos entenderíamos
mejor. Las cuestiones ¿Qué me ocurre?, ¿por qué reacciono así?, ¿por qué trato
mal a determinadas personas o prácticas? Quedarían resueltas.
Por supuesto, hay que
denunciar lo que va en contra de los derechos humanos y sexuales pero, ¿en qué
le afecta que su vecino sea transexual, gay o lesbiana? Si le activa ese
rechazo, quizá simplemente sea que ellos se permiten ser fieles a lo que son,
desean y piensan, y puede que usted no.
ANA SIERRA