Un hombre bebe en el parque del Retiro de Madrid para hacer
frente a las altas temperaturas
El cuerpo humano funciona de una manera
óptima cuando la temperatura exterior oscila entre los 18 y los 24 grados
centígrados. Si el mercurio se eleva, el organismo se defiende
a través de la transpiración, sudando, aunque la respiración y el incremento
del ritmo cardiaco también le ayudan a liberar calor.
Esa es la primera línea de defensa
natural. Después, si la temperatura sigue aumentando, la batalla
para enfriarse puede dejar efectos secundarios más o menos graves, desde
espasmos musculares, agotamiento a golpe de calor, la peor situación que causa
el calor extremo y requiere intervención médica urgente. Cuando la temperatura
interna del cuerpo humano asciende de los 36-37 grados a 40, se considera que
se sufre agotamiento por calor, pero basta con que ascienda un grado más para que el
cuerpo comience a dejar de funcionar y empiecen a fallar los órganos.
En ese momento, el cuerpo pierde la capacidad para transpirar. Se detiene el
flujo sanguíneo hacia la piel y se vuelve fría y húmeda.
¿Por qué algunos soportan mejor el calor?
A grandes rasgos, las altas
temperaturas provocan este efecto en el organismo. Pero curiosamente no todas
las personas reaccionan de la misma manera. Por eso, en una sala con la misma
temperatura, es fácil encontrar a una persona abanicándose mientras otra se
mantiene cómoda con una chaqueta.
La razón por la que algunos soportan mejor que
otros el calor está escrita en los genes. Y uno de ellos tiene
un papel clave. Es el gen TRPM2 que pone en marcha la señal de calor, necesaria
para advertirnos de que debemos refugiarnos en un lugar con una temperatura más
fresca o quitarnos algo de ropa.
En un experimento con
roedores, publicado en la revista «Nature», se vio cómo al eliminar este gen,
los ratones eran incapaces de distinguir entre temperaturas frías y calientes.
Este gen también es el encargado de desencadenar en la piel la sensación dolorosa del
calor, como cuando nos salpica aceite hirviendo. Sin embargo,
durante el ensayo en el laboratorio, la capacidad para detectar el dolor en la
piel no desapareció en los ratones sin ese gen regulador.
Este gen funciona controlando
la sensación
consciente para detectar el calor, aunque aún no se sabe si
también juega algún rol para controlar la temperatura corporal, regulando el
sudor y la constricción de los vasos sanguíneos en la piel.
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