Foto ABC
A veces los delitos se
cometen como el menor de dos males. Una madre puede hurtar en tiendas para
alimentar a sus hambrientos hijos, por ejemplo. Algunos prisioneros reinciden
cuando consideran que la vida en el interior es mejor que la vida en el
exterior.
John Ripple, de Kansas City,
Estados Unidos, tenía una razón diferente para cometer un crimen: estaba
enfermo y cansado
de vivir con su esposa, por lo que decidió robar un banco para poder ir a
prisión y ya no tener que lidiar con ella, según informa Daily
Mail.
Pero, gracias a la decisión
de un juez, el plan ha salido mal, ya que ahora tendrá que vivir con ella. Sí,
el castigo de Ripple ha sido el arresto domiciliario.
En septiembre del año pasado,
Ripple entró en el banco y le dijo al cajero: «Tengo un arma, dame el dinero».
Le entregaron casi 3.000 dólares, pero en lugar de salir con el dinero en
efectivo se sentó en la recepción. Cuando un guardia de seguridad del banco se le
acercó, declaró: «Soy el hombre que estás buscando».
Un agente del FBI contó cómo
Ripple había discutido con su esposa, que lo acompañó al juicio, y le escribió
diciendo: «Prefiero estar en la cárcel que en casa».
Como era de esperar, se
declaró culpable y podría haber sido condenado a 37 meses de prisión, pero su
abogado y fiscales federales pidieron clemencia.
El juez Carlos Murguia
sentenció a Lawrence a seis meses de arresto domiciliario, así como tres años de libertad
vigilada, incluyendo 50 horas de servicio comunitario.
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