Ocho artistas mudan sus
habitaciones a los cuartos de una mansión y convierten un petit hotel de Barrio
Norte en un delicioso anzuelo para voyeristas.
"Fábrica de
chocolate", le digo misteriosa al guardia de la puerta y cruzo los dedos.
Los conejitos de peluche que reparten mapas del evento en la calle son muy
simpáticos pero con este frío, no quisiera, para nada, tener que hacer la fila
de una cuadra que todos hacen para entrar. El guardia me sonríe, se inclina y
corre la cuerda roja. Funcionó. Estoy adentro.
Foto: Gentileza
Muchas veces antes vine a
este lugar, a este petit hotel llamado Milion, una elegante mansión de 1913 que
tuvo la fortuna de ser heredada por alguien lo suficientemente generoso como
para buscar aliados artísticos que lo ayudaron a conservar su estado natural y
abrirla al público. Me dijeron, sin embargo, que esta noche, esto no es el
Milion. Al menos, no el Milion que todos conocemos, el de oficinistas
sofisticados que llegan para disfrutar de un after señorial. Esta noche el
Milion es "La
Mansión Loca", un delicioso anzuelo para voyeristas.
Cada uno de sus cuartos está transformado en el "bulo" de un artista
al que le fue permitido hacer lo que quiera: traer su cama, sus amantes, sus
fantasías más privadas. Nosotros estamos invitados a mirar. "Pase y cierre
la puerta" es el lema de la celebración. Y eso es lo que estamos a punto
de hacer.
Cómo puede haber tantos
lugares en un mismo lugar y tantas ciudades dentro de una misma ciudad, es un
misterio. Lo cierto es que en esta casona de Barrio Norte, conviven varias
dimensiones desde hace rato. Así lo descubrieron los socios propietarios
actuales cuando decidieron correr del hall de entrada, el retrato de Elena, la
dueña original de la mansión. Al hacerlo, todo tipo de infortunios sucedieron.
Desde entonces, nadie mueve esa pintura ni un centímetro. Desde su ubicación
estratégica, Elena observa a cada invitado. Hoy, sospecho, se debe estar
divirtiendo de lo lindo. Misteriosa como parece haber sido, a Elena debe
encantarle cómo luce su entrada de carruajes iluminada por velas. Seguramente
también debe adorar el efecto de las lucecitas navideñas enredadas en sus
hiedras y las mariposas amarillas de origami desparramadas entre sus plantas.
Foto Internet
Me pregunto qué piensa de la
pandilla de hombres desnudos que se pasean por su jardín. Qué siente cuando los
ve apoyar sus partes íntimas en los mármoles congelados de las escaleras
exteriores para leer clásicos de la literatura hispana. ¿Le gustará la barba
azul del compadrito que canta "tangos disidentes"? ¿Y el vestido de
gala de su fascinante compañera drag queen, Shirley Diamante? Elena
nunca se casó así que la milonga que ellos cantan, que insta a "mujeres y
mariquitas" a unirse al divertido club de las solteronas, debe caerle muy
simpático. Fantaseo con que le agrada todo el repertorio de esta curiosa
agrupación que se hace llamar "Me gritaron fifí". A la vista está que
es algo que tranquilamente podrían haberle gritado a ella. El clima de
algarabía que flota en el aire me hace pensar que sí, que Elena está
desparramando su bendición sobre nosotros. Es sabido, los espíritus más
legendarios no sólo son buenos, son también libertinos.
Foto Internet
En media hora, la Mansión Loca está
desbordada. Las escaleras parecen gradas y hay filas en casi todos los
pasillos. El recorrido por el segundo piso, en el que se encuentran las
habitaciones, se hace por tandas. En la habitación número uno, está Martín
Churba. El creador de Tramando armó un showroom. Hoy, tal como lo hace los 364
días del año restantes, Churba quiere vestir mujeres. Sólo puso un requisito:
que esas mujeres, sean hombres. Un coro de musas, amigos y artistas montados
como "barbies galácticas" y "primadonnas italianas", se
divierten gritando como camioneros por los pasillos la convocatoria abierta:
"¿Quién quiere draguearse con Churba?". La performance se llama
"Lokeate", y es un juego de palabras entre "look" y
"loca", una invitación para "sacar tu loca interior". Todo
funciona bien hasta que un grupo de chicas se acerca. Ellas están interesadas
en participar pero reciben un "no" como respuesta. Se indignan.
Quieren saber por qué no pueden ser "lokas" también. "A moderno,
moderno y medio", dice alguien antes de huir despavorido del acalorado
debate.
A pocos metros, las promesas
eróticas del evento se están cumpliendo. Dentro de un cuarto amplio un grupo de
cuatro bailarines, tres hombres y una chica, se sacuden completamente desnudos.
En verdad, no están tan desnudos: llevan puestas rodilleras. Sus cuerpos
rebotan y se zarandean bajo luces rojas y a apenas poco metros de los
espectadores, que entran a la habitación de a cinco. Las peleas físicas entre
los performers derivan en actos sexuales hiperrealistas, tan hiperrealistas que
nadie puede asegurar que no sean reales. Sus caras ausentes y alienadas parecen
no estar al tanto de lo que todo el mundo debate. "¿Es esto sexo en
vivo?". Se puede filmar, se puede usar flash, se puede sacar fotos y se
podría participar si uno quisiera, si uno se animara.
Foto Internet
La imagen es fuerte pero son
los ruidos lo que más impacta. Los rebotes, las palmadas, los sonidos de la
piel real. A metros de esta performance llamada Donde habita la belleza
de Pablo Rotemberg, justo detrás de la pared, hay un cabaret privado. Adentro
de Ninja Rojo es el nombre de lo que sucede en la pieza más chiquita de la
mansión. Convocado por el grupo de vestuaristas y ambientadores de "La Polilla", un artista
recurrente en los eventos eróticos porteños, llamado Ninja Rojo, auspicia de
gogo dancer bailando caño para los espectadores. Sólo lleva una pequeña tanga
roja de lentejuelas y un gorro de marinerito. Se deja tocar y está de suerte:
algunos le ponen billetes entre sus firmes nalgas. Hace furor entre los
asistentes gays pero también entre las chicas que experimentan por primera vez
algo nada usual para el público femenino: la emoción de inmiscuirse en pasillos
fluorescentes, corriendo cortinas y guirnaldas para desembocar en un hombre
escultural dispuesto a bailar para ellas. Hay que pedirles que respeten su
turno, ninguna quiere salir de ese cuarto.
Como un dandy, en la barra de
la mansión, Juan Ignacio Retamal, el artífice del ciclo, sonríe algo estresado.
A la medianoche, cuando todo esté llegando al fin, se estima que 1700 personas
habrán circulado por estos cuartos.
Foto Internet
Nada mal para un evento que
comenzó como un chiste entre amigos. "Pase
y cierre la puerta", era tan sólo una respuesta creativa al trabajo de
este actor que encontró en su faceta de organizador de eventos corporativos una
salida laboral divertida pero completamente insípida al lado de lo que se vive
en este ciclo. No era sobre sexo el evento, asegura. Pero aunque nunca se trató
sobre eso, durante las últimas ediciones, esta es la sexta, las cosas se desbandaron.
Él cree que es el influjo de la mansión, sus rincones, sus mármoles, su
privacidad. ¿Qué diría Elena al respecto? "Si no estuviera de acuerdo,
quédate tranquila, ya nos hubiéramos enterado".
Como un museo en movimiento
Este ciclo nació con la idea
de armar una propuesta artística en base a happenings, personajes vivos,
objetos no estáticos, música y poesía detrás de cada picaporte
PARA LA NACION (Argentina)
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