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Fetichismo: «Desviación
sexual que consiste en fijar alguna parte del cuerpo humano o alguna prenda
relacionada con él como objeto de la excitación y el deseo». Definiciones como
ésta dejan claro que la RAE sigue anclada en los tiempos de Freud.
Oxana Efremova juega con globos y hace negocio por
internet. FOTO CEDIDA POR THIRTYTHREEROOMS
Porque el fetichismo no es necesariamente un
comportamiento desviado, algo a ocultar a tu pareja o por lo que sentirse
avergonzado. Mientras no derive en una parafilia -es decir, que estímulos
específicos relacionados con esos objetos sean imprescindibles para la
excitación sexual- no debería preocuparnos en absoluto.
Los raros no son los otros, los raros somos todos.
Según un reciente estudio de la Universidad de Harvard, cerca del 25% de la
población reconoce tener algún tipo de fetiche sexual.
El sexólogo y psiquiatra Stephen Snyder, autor de Love
Worth Making, asegura que «no tiene nada de extraño o extravagante, ni debe
avergonzar a nadie». Al contrario, «es una de las mejores maneras de escapar de
la rutina en las relaciones sexuales».
Los fetiches más comunes -la ropa interior, las
prendas de cuero, los pies y el pelo- han dejado paso a un nuevo catálogo de
posibilidades: desde la electroestimulación a los globos. Del deseo que son
capaces de generar los globos, Oxana Efremova es toda una experta. Hace años
que ella y su novio, Val, residentes en San Petersburgo, se dedican a explotar
(nunca mejor dicho) la excitación de miles de looners, que es como se
conoce a los que se excitan con estos objetos.
Todo empezó hace ocho años. «Mi novio y yo estábamos
acostados en la cama después de tener sexo cuando Val dijo: '¿quieres saber mi
perversión secreta?'. Pensé que sería algo sobre juegos de rol y le dije que
sí. Me dijo que tenía un fetiche con los globos. Primero pensé que estaba
bromeando, porque nunca antes había oído hablar de algo así. Pero lo decía en serio.
Una persona a la que yo creía conocer tan bien parecía ser parte de un universo
paralelo oculto. Le pregunté un millón de cosas sobre los globos y su atracción
hacia ellos y, por supuesto, le pedí que comprara algunos gigantes para nuestro
dormitorio».
Además de explorar todas las posibilidades de los
globos en la intimidad, Oxana y Val vieron la oportunidad de convertir su
fetiche en un negocio. Por eso fundaron ExoticLoonz y, hace un año,
ThirtyThreeRooms, una web en la que cuelgan vídeos de chicas vestidas, entre
ellas la propia Oxana, inflando, sentándose, frotándose o retozando entre
globos.
No es porno, es otra cosa. Tiene su propio léxico y
tantas variantes que podría escribirse un tratado sobre el tema.
«Cada looner tiene sus preferencias. A los
amantes del blow-to-pop les gusta ponerse el globo en los labios, ver
cómo se expande con cada respiración y crece y crece hasta que estalla. A los
que prefieren el sit-to-pop, como yo, nos encanta sumergir el cuerpo en
el globo, sentir su resistencia, escuchar los chirridos cuando el látex frota
la piel, ver cómo el globo se aprieta y se deforma hasta que estalla. Los non-poppers
disfrutan de los juegos con globos siempre que no impliquen su estallido,
porque puede ser algo frustrante e indeseable para ellos».
La impredecible fragilidad del globo es el elemento
principal que actúa como desencadenante de la excitación. El material que usan
no es el que se encuentra en la típica tienda de fiestas, ya que suelen ser de
gran tamaño y formas inusuales. Algunos de ellos son tan resistentes como para
soportar el peso de dos personas practicando sexo.
Lo que empezó como un divertimento casero entre Oxana,
enfermera en una clínica universitaria, y Val, director de arte en una agencia
publicitaria, acabó siendo una de los pocos sitios de referencia en internet
para la comunidad looner, que demanda fotos y vídeos cada vez más originales y
elaborados. Ambos mantienen sus trabajos, pero el sorprendente éxito de
ThirtyThreeRooms, que para ellos sigue siendo un hobby, les ha permitido
alquilar lujosos apartamentos para los rodajes, comprar equipo profesional,
ropa y disfraces de gran calidad.
La mayoría de looners son reticentes a desvelar
su secreto, por miedo a cómo reaccionará su entorno. Aún así, está más
extendido de lo que parece. Lo dice Oxana: «Sólo tienes que mirar a cualquier
amigo y preguntarte a ti mismo, '¿podría ser un looner o tener algún otro
fetiche?'. La respuesta es sí».
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