La brasileña Carol Rossetti presenta su libro 'Mujeres',
donde retrata los prejuicios de género
Hay innumerables intentos de
descifrarlas. Unos le llaman el sexo débil, otros lo consideran el más
aguerrido. Dicen que fue una costilla la que las hizo andar por el planeta.
Unas negras, blancas, latinas, asiáticas, africanas... Otras lesbianas,
asexuales o románticas. Lucen antifaces de maquillaje, pero hay las que odian
el rubor en sus mejillas. Las hay multiorgásmicas y frígidas. Profesionales y amas de casa. Cristianas, musulmanas, judías y
ateas. Sufragistas y apolíticas. Musas y escritoras. Sombras: esposas de
caudillos, de poetas... y otras gigantes que marcaron la historia. Se han
balanceado en el trapecio de un mundo salpicado de prejuicios exclusivos para
ese género.
Decía Fátima Mernissi,
escritora marroquí y defensora de la justicia social del género, que "las
mujeres han de asumir su papel en la sociedad luchando con la palabra, que para
ellas es el arma principal de igualdad" y esto es lo que asume Carol
Rossetti (Belo Horizonte, Brasil, 1988) con el lanzamiento de su nuevo libro.
Aquí, la palabra se hace imagen: la artista delinea las continuas historias por las que el
sexo femenino ha sido cuestionado. Mujeres (editado por Kailás). Ya su nombre sugiere
inspiración. Es el proyecto donde Rossetti reúne sus dibujos con mensajes
claros y contundentes.
A día de hoy se puede intuir
que las ideas conceptuales sobre las mujeres han evolucionado. Ya la testosterona
-hormona que concede la fuerza física en los hombres- no debería influir en la
lucha por la igualdad de géneros. La persona más cualificada para ser líder ya no es
la más fuerte. Es la más inteligente, segura o la más
resolutiva. Para este tipo de cualidades no hay hormonas. Y esto es lo que
Rosetti afianza en cada ilustración. "No sólo un liderazgo ante la
sociedad, sino un liderazgo hacía sí mismo", avala.
Pero hay quien todavía
aplaude las ideas arcaicas de hace cientos de años. Chimamanda Ngozi Adichie,
en su obra Todos deberíamos ser feministas, señala que
tradicionalmente a las niñas les dicen: "Puedes tener ambición pero no
demasiada. Si tú eres el sostén económico en una familia, finge que no lo eres,
sobre todo en público, porque si no estarías castrando a tu marido...".
¿Acaso la mujer del siglo XXI asume esta premisa? Rossetti la rechaza: "La sociedad es muy
moralista. Hay una cultura de juicios y prejuicios que afecta a
todos (tanto el que juzga como el juzgado). Creo que tenemos que romper estos
parámetros y crear una nueva cultura. Espero que la nueva generación sea más
tolerante y acepte las decisiones de los demás", sostiene.
No pretende colonizar con sus
gráficos. José Saramago, la pluma predilecta de Rossetti, dijo alguna vez:
"He aprendido a no intentar convencer a nadie. El afán de convencer es
una falta de respeto", afirmación que la artista lleva
como bandera. En 166 páginas, Rossetti retrata toneladas inmensas de realidad:
racismo, frustraciones, homofobia, complejos, pobreza... donde la mujer se
siente en una continua olla de presión a punto de estallar. Sin embargo, no es
un proyecto dedicado sólo a ellas. "Mi objetivo es la inclusión. He hecho
lo imposible por representar a diferentes personas e inspirar a otros a que amplíen
la representación del ser humano en sus propias obras", matiza.
La muchacha de 27 años, que
se ha enfrentado a la presión social, comenzó dibujando la silueta femenina
desde que los lápices de colores rozaron sus dedos por primera vez. Sus caricaturas y mensajes
vuelan por las redes, en portugués, inglés, y castellano.
"Creo que la repercusión de mis dibujos es por utilizar un lenguaje
sencillo y directo, nada agresivo. Esto genera empatía. Trato el feminismo de
forma leve, como si fuera una conversación entre amigas".
Mensajes como estos cautivan
a las lectoras de Carol Rossetti: "Anne ama a su novia Julia, pero no se
atreve a presentársela a sus padres porque sabe que no la aceptarán. Anne, es
una pena que todavía haya personas incapaces de valorar el amor en todas sus
formas...". "A Alice le gusta tener sexo casual. Sin embargo, varias
amigas le dicen que ella no se valora. Alice sabe que su vida sexual no tiene
nada que ver con su valor". "Amanda decidió que depilarse no va con
ella. ¡Ninguna convención social debe controlar tu propia identidad".
"Susan lleva hiyab por voluntad propia, pero muchos dicen que no
es más que una mujer oprimida por el Islam. Susan, ¡opresión sería no poder
ejercer tu libertad de elección!".
La joven que viene de un país
gobernado por una mujer (Dilma Rousseff) se considera feminista, pero dentro
del verdadero significado, que según la Real Academia Española,
"es el movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los
hombres". Diversifica, además, que no se siente la única voz de la
doctrina: "Tengo una voz dentro del feminismo. Soy una entre muchas... Hay
mujeres que se identifican con mi trabajo, otras no tanto. Las mujeres son
seres diversos, complejos y plurales, que no se pueden unificar en una sola
voz".
Para Rossetti esta lucha
"sólo es eficaz si se desarrolla en un entorno incluyente y seguro para
todas las mujeres". En su Brasil natal, unas 527.000 personas son
violadas cada año, según un estudio del Instituto de
Investigación Económica Aplicada (Ipea). El 88,5% son mujeres. De estos casos,
apenas el 10% llega a ser denunciado en comisaría. El miedo al acoso
principalmente en el transporte público es diario para muchas mujeres y por
esto, desde 2006, en Río de Janeiro y desde 2013, en Brasilia, los metros
tienen vagones separados solo para las mujeres.
En un estudio también de
Ipea, el 58% de los entrevistados está de acuerdo, totalmente o parcialmente,
en que "si
las mujeres supieran comportarse mejor habría menos violaciones". "La mujer brasileña, conocida
mundialmente como la hembra voluptuosa de la samba, quiere disfrutar de ser
apasionada y sensual, pero también quiere ser tímida y poco vanidosa. Con poca
o mucha ropa... En fin, como una mujer libre...", destaca.
El espíritu arriesgado de
Carol Rossetti ha sido una especie de llamamiento. Como todas aquellas mujeres
que utilizaron su arte, inteligencia y cultura para abrir una ventana a la
esencia femenina. Lilly Ledbetter defendió la equidad salarial en EEUU, Kate
Millet revolucionó las masas a través de sus ensayos en los 70, Frida Khalo transformó su
sufrimiento en un mural de oportunidad, Simone de Beauvoir
criticó el androcentrismo, y otras mujeres "que la Historia anotó entre
laureles". "La cultura no hace la gente. La gente hace la cultura. Si
es cierto que las mujeres no pueden ser libres en estos tiempos. Entonces
podemos y debemos cambiar nuestra cultura".
IVETTE LEONARDI
Madrid
NICOLE LALLEÉ
Sao Paulo
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