miércoles, 13 de enero de 2016

De mujeres promiscuas, velludas y más historias


La brasileña Carol Rossetti presenta su libro 'Mujeres', donde retrata los prejuicios de género
Hay innumerables intentos de descifrarlas. Unos le llaman el sexo débil, otros lo consideran el más aguerrido. Dicen que fue una costilla la que las hizo andar por el planeta. Unas negras, blancas, latinas, asiáticas, africanas... Otras lesbianas, asexuales o románticas. Lucen antifaces de maquillaje, pero hay las que odian el rubor en sus mejillas. Las hay multiorgásmicas y frígidas. Profesionales y amas de casa. Cristianas, musulmanas, judías y ateas. Sufragistas y apolíticas. Musas y escritoras. Sombras: esposas de caudillos, de poetas... y otras gigantes que marcaron la historia. Se han balanceado en el trapecio de un mundo salpicado de prejuicios exclusivos para ese género.
Decía Fátima Mernissi, escritora marroquí y defensora de la justicia social del género, que "las mujeres han de asumir su papel en la sociedad luchando con la palabra, que para ellas es el arma principal de igualdad" y esto es lo que asume Carol Rossetti (Belo Horizonte, Brasil, 1988) con el lanzamiento de su nuevo libro. Aquí, la palabra se hace imagen: la artista delinea las continuas historias por las que el sexo femenino ha sido cuestionado. Mujeres (editado por Kailás). Ya su nombre sugiere inspiración. Es el proyecto donde Rossetti reúne sus dibujos con mensajes claros y contundentes.
A día de hoy se puede intuir que las ideas conceptuales sobre las mujeres han evolucionado. Ya la testosterona -hormona que concede la fuerza física en los hombres- no debería influir en la lucha por la igualdad de géneros. La persona más cualificada para ser líder ya no es la más fuerte. Es la más inteligente, segura o la más resolutiva. Para este tipo de cualidades no hay hormonas. Y esto es lo que Rosetti afianza en cada ilustración. "No sólo un liderazgo ante la sociedad, sino un liderazgo hacía sí mismo", avala.
Pero hay quien todavía aplaude las ideas arcaicas de hace cientos de años. Chimamanda Ngozi Adichie, en su obra Todos deberíamos ser feministas, señala que tradicionalmente a las niñas les dicen: "Puedes tener ambición pero no demasiada. Si tú eres el sostén económico en una familia, finge que no lo eres, sobre todo en público, porque si no estarías castrando a tu marido...". ¿Acaso la mujer del siglo XXI asume esta premisa? Rossetti la rechaza: "La sociedad es muy moralista. Hay una cultura de juicios y prejuicios que afecta a todos (tanto el que juzga como el juzgado). Creo que tenemos que romper estos parámetros y crear una nueva cultura. Espero que la nueva generación sea más tolerante y acepte las decisiones de los demás", sostiene.
No pretende colonizar con sus gráficos. José Saramago, la pluma predilecta de Rossetti, dijo alguna vez: "He aprendido a no intentar convencer a nadie. El afán de convencer es una falta de respeto", afirmación que la artista lleva como bandera. En 166 páginas, Rossetti retrata toneladas inmensas de realidad: racismo, frustraciones, homofobia, complejos, pobreza... donde la mujer se siente en una continua olla de presión a punto de estallar. Sin embargo, no es un proyecto dedicado sólo a ellas. "Mi objetivo es la inclusión. He hecho lo imposible por representar a diferentes personas e inspirar a otros a que amplíen la representación del ser humano en sus propias obras", matiza.
La muchacha de 27 años, que se ha enfrentado a la presión social, comenzó dibujando la silueta femenina desde que los lápices de colores rozaron sus dedos por primera vez. Sus caricaturas y mensajes vuelan por las redes, en portugués, inglés, y castellano. "Creo que la repercusión de mis dibujos es por utilizar un lenguaje sencillo y directo, nada agresivo. Esto genera empatía. Trato el feminismo de forma leve, como si fuera una conversación entre amigas".
Mensajes como estos cautivan a las lectoras de Carol Rossetti: "Anne ama a su novia Julia, pero no se atreve a presentársela a sus padres porque sabe que no la aceptarán. Anne, es una pena que todavía haya personas incapaces de valorar el amor en todas sus formas...". "A Alice le gusta tener sexo casual. Sin embargo, varias amigas le dicen que ella no se valora. Alice sabe que su vida sexual no tiene nada que ver con su valor". "Amanda decidió que depilarse no va con ella. ¡Ninguna convención social debe controlar tu propia identidad". "Susan lleva hiyab por voluntad propia, pero muchos dicen que no es más que una mujer oprimida por el Islam. Susan, ¡opresión sería no poder ejercer tu libertad de elección!".
La joven que viene de un país gobernado por una mujer (Dilma Rousseff) se considera feminista, pero dentro del verdadero significado, que según la Real Academia Española, "es el movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres". Diversifica, además, que no se siente la única voz de la doctrina: "Tengo una voz dentro del feminismo. Soy una entre muchas... Hay mujeres que se identifican con mi trabajo, otras no tanto. Las mujeres son seres diversos, complejos y plurales, que no se pueden unificar en una sola voz".
Para Rossetti esta lucha "sólo es eficaz si se desarrolla en un entorno incluyente y seguro para todas las mujeres". En su Brasil natal, unas 527.000 personas son violadas cada año, según un estudio del Instituto de Investigación Económica Aplicada (Ipea). El 88,5% son mujeres. De estos casos, apenas el 10% llega a ser denunciado en comisaría. El miedo al acoso principalmente en el transporte público es diario para muchas mujeres y por esto, desde 2006, en Río de Janeiro y desde 2013, en Brasilia, los metros tienen vagones separados solo para las mujeres.
En un estudio también de Ipea, el 58% de los entrevistados está de acuerdo, totalmente o parcialmente, en que "si las mujeres supieran comportarse mejor habría menos violaciones". "La mujer brasileña, conocida mundialmente como la hembra voluptuosa de la samba, quiere disfrutar de ser apasionada y sensual, pero también quiere ser tímida y poco vanidosa. Con poca o mucha ropa... En fin, como una mujer libre...", destaca.
El espíritu arriesgado de Carol Rossetti ha sido una especie de llamamiento. Como todas aquellas mujeres que utilizaron su arte, inteligencia y cultura para abrir una ventana a la esencia femenina. Lilly Ledbetter defendió la equidad salarial en EEUU, Kate Millet revolucionó las masas a través de sus ensayos en los 70, Frida Khalo transformó su sufrimiento en un mural de oportunidad, Simone de Beauvoir criticó el androcentrismo, y otras mujeres "que la Historia anotó entre laureles". "La cultura no hace la gente. La gente hace la cultura. Si es cierto que las mujeres no pueden ser libres en estos tiempos. Entonces podemos y debemos cambiar nuestra cultura".
IVETTE LEONARDI
Madrid
NICOLE LALLEÉ
Sao Paulo

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