Más
que una cuestión meramente fisiológica, la clave, según la sexóloga Lara de
Castro, de Placer con Sentido, reside en que “la respiración está estrechamente
vinculada a las emociones y a los sentimientos”, por lo que aprender a
controlarla también nos permite “integrarlos y alcanzar un mayor bienestar”.
Partiendo de que la
sexualidad y las emociones van de la mano, la sexóloga plantea lo siguiente:
“En problemas con las relaciones íntimas cuyo origen es psicológico, los
distintos ejercicios de respiración permiten rebajar la ansiedad generada por
el miedo a no hacerlo bien o a que la respuesta sexual no sea la que nos
gustaría (poca lubricación, una erección débil…); y nos ayuda a no bloquear
todo lo que sentimos durante el encuentro erótico”.
¿Y cómo deberíamos respirar
durante nuestras relaciones sexuales para evitar los dichosos bloqueos? Según
Lara Castro no hay una fórmula mágica, "ya que depende de cada persona,
del momento y sobre todo de lo que se busque experimentar”. Por eso, su
recomendación pasa por acompasar nuestra respiración al objetivo que queramos
alcanzar. “Por ejemplo, una respiración lenta y profunda ayuda a rebajar la
ansiedad y a relajarse. En cambio, cuando la respiración sigue siendo honda,
pero más rápida y continuada, nos permitirá estar más presentes en aquello que
estamos sintiendo. Se trata de ir experimentando y dejándose llevar por el
cuerpo”.
Desde una perspectiva más
física, el fisioterapeuta Pablo de la
Serna explica que a la hora de tener sexo es muy importante
practicar una respiración diafragmática. "Consiste en que cuando cojamos
aire, dejemos que la musculatura del vientre se distienda; y al expulsarlo,
ayudemos a su salida con el propio vientre, contrayéndolo”. El objetivo es
controlar conscientemente la respiración, algo que nos hará sentir con más
fuerza cada sensación. "Cuanto más lenta y profunda, alargaremos el
placer. Una respiración más rápida acelerará el orgasmo”, matiza.
Un asunto oriental
“Una
respiración lenta y profunda ayuda a rebajar la ansiedad y a relajarse. En
cambio, cuando la respiración sigue siendo honda, pero más rápida y continuada,
nos permitirá estar más presentes en aquello que estamos sintiendo"
Si estas son algunas líneas
generales, aquellos que se han iniciado en el mundo del tantra (tradición
oriental que enseña a usar el deseo sexual para el crecimiento personal) sabrán
que en este tipo de sexo la respiración es un factor clave. Concretamente,
según algunos de los textos del maestro Swami Shivapremananda, la idea pasa por
que “la respiración se alterne entre los orificios derecho e izquierdo de la
nariz, transformando e influenciando los estados mentales”. Así, mediante
diversos ejercicios prácticos, lo que intenta conseguir es “armonizar las dos
respiraciones para lograr un equilibrio físico y psíquico”.
Tal y como vuelven a explicar
desde Placer con sentido, “la respiración tiene un gran papel dentro del
tantra, puesto que es un acto de recepción y entrega (inspirar y exhalar)”.
Aficiones peligrosas
Otro de los grandes temas de
interés en torno a la respiración y al sexo es la llamada hipoxia erótica, es
decir, privar de la respiración para intensificar el momento del orgasmo, una
práctica conocida en los medios de comunicación, sobre todo por los casos que
han acabado en tragedia. La idea en la que se basa esta destreza es que durante
su ejercicio se elevan los niveles de CO2 en el cerebro, por lo que las venas y
las arterias se dilatan y la corteza cerebral responde de manera más activa, lo
que multiplica las percepciones y las sensaciones. Para entender un poco mejor
qué hay de verdad en torno a ello, el neurólogo Víctor Fernández Armayor,
miembro de la
Sociedad Española de Neurología (SEN) y gerente de la Unidad de Ciencias
Neurológicas, cuenta: “La hipoxia es la disminución del oxígeno que llega a los
tejidos. Esta provoca cambios en el metabolismo neuronal, que conducen a la
depresión del funcionamiento de las neuronas, y, por lo tanto, a la aparición
de más efectos perniciosos que beneficiosos para la salud”.
El cerebro ya vive su propio
maremagno durante el orgasmo como para privarlo voluntariamente del oxígeno que
necesita. "Durante el clímax, el patrón respiratorio se modifica,
produciéndose una hiperventilación que favorece la eliminación de ácido
carbónico (CO2) y que provoca cambios en el medio de la sangre, que se hace
alcalino”, ilustra el doctor.
Por eso, a menudo durante el
orgasmo sufrimos sensaciones como el hormigueo de manos o piernas o incluso
algún mareo, que son de carácter benigno. “Es un estado transitorio. Una vez
que cesa la actividad, el patrón respiratorio vuelve a la normalidad y el medio
sanguíneo se torna menos alcalino”, prosigue el neurólogo. El problema de
interrumpir este proceso, sobre todo cuando no se hace de forma vigilada o
controlada (algo difícil en un momento de excitación), "es que una hipoxia
mantenida, como sucede en los ictus cuando una arteria se ha obstruido, termina
por pasar factura si se mantiene más allá de un llamado ‘período ventana’, que
oscila de dos a cuatro horas, provocando después de ese tiempo la muerte
neuronal y la necrosis del tejido, en este caso de un órgano vital: el
cerebro”.
La sexóloga Lara Castro hace
hincapié en que si bien existen distintas vías de obtención de placer a través
de la asfixia erótica, "nunca hay que olvidar que se trata de una práctica
muy peligrosa si no se toman ciertas medidas de seguridad, como la liberación
rápida". El mayor riesgo se corre al ejecutarla durante la masturbación,
"pues al estar a solas, si se produce un desmayo, existe el riesgo de no
poder liberarse del material con el que se estuviera produciendo el ahogo”.
Todos los expertos coinciden: jugar con la respiración es una puerta al gozo,
siempre que se conozcan los límites y se haga con el salvavidas de la educación
sexual.
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