Foto articulo. El
tiempo, como a los vinos, nos hace mejores.
Cuando toca hablar de
relaciones en la madurez o en la vejez parece que hubiéramos vuelto a épocas
pretéritas y el sexo se hubiese convertido otra vez más en un tema tabú. Libros, programas de
televisión y artículos de prensa e Internet tienden a enfocar los contenidos
sobre el sexo como si estuvieran siempre destinados a un público joven, o por
lo menos en el rango de los treinta, lo que contrasta con el imparable envejecimiento de la población
que se está viviendo en países como el nuestro.
El argumento se vuelve
todavía más sensible cuando el foco se dirige hacia la sexualidad femenina a
partir de la menopausia. Si la representación que tenemos de los hombres
maduros puede ser incluso positiva, y se acepta que en la vida de un varón
entrado en años las relaciones sexuales sigan siendo un factor relevante, la
fórmula: “mujer de 50 o 60 que demuestra deseo (cougar), continúa, por
desgracia, presente como prejuicio.
El envejecimiento no
condiciona tanto el deseo
Parece como si la pérdida de
la capacidad reproductiva de la mujer tuviera que conllevar una disminución en
el interés por el sexo, ¿pero es esto cierto, o acaso la sexualidad femenina se
transforma con la edad? Un estudio publicado por la University Hospitals
Cleveland Medical Center viene a arrojar algo de luz sobre esta pregunta.
Si cada vez que pensamos en sexo pensamos
exclusivamente en lo físico, es decir, en penetración y en genitales, el
rendimiento baja
Sirviéndose de una muestra de
quinientas mujeres con edades comprendidas entre los cuarenta y los setenta y
cinco años, las conclusiones que se desprenden indican que para las generaciones de mediana e incluso de
avanzada edad, la actividad sexual sigue jugando un papel fundamental en su
calidad de vida.
Yendo más allá, se plantea a
veces el debate de si estas las mujeres se divierten ahora más en la cama que
en sus etapas de adolescencia y de juventud. David Marcos, psicólogo y sexólogo de Terapia Lugas, explica: “Si
cada vez que pensamos en sexo pensamos exclusivamente en lo físico, es decir,
en penetración y en genitales, el rendimiento baja, lógicamente, con los años
tanto en hombres como en mujeres. El deseo, sin embargo, está muy condicionado
por la cultura, por la educación, por la familia... ese deseo puede ampliarse, y en el mundo femenino se vive además de una
manera muy intensa, permitiendo dirigirlo, con la edad, hacia lugares
donde no había ido hasta entonces”.
Más sabias, más seguras y más
libres
A pesar de los achaques que
afectan a las mujeres de este segmento de la población, como el dolor provocado
por la penetración debido a la sequedad vaginal o el deterioro de la forma
física, el placer en sus relaciones se
traslada hacia factores psicológicos que tienen que ver con la confianza y la
comunicación.
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Si bien tener más años no
significa necesariamente ser más maduro, el autoconocimiento y la habilidad
para tratar con la pareja necesidades, intereses y deseos suelen verse
incrementados con el paso del tiempo. Tampoco hay que dejar de lado que la
libertad y la creatividad se desarrollan con la experiencia y son buenísimas
herramientas, tanto para parejas establecidas desde hace tiempo como para
las que se forman ya en edad avanzada. Se
crea con ello una sabiduría sexual que se traduce en seguridad, lo que
permite a las mujeres afrontar con
menos miedos los problemas que aparecen en la cama, demostrando además
menos recelos para servirse de ayudas que traen a su vez nuevas sensaciones en
sus relaciones, como los lubricantes o
los vibradores.
Los lastres que el sexo
femenino se va quitando con el paso de los años son, por supuesto, otro gran
incentivo. Según Marcos: “llega un punto en el que las mujeres comienzan a
liberarse de cargas que antes les preocupaban demasiado: si su físico era
interesante, si les gustaban a la otra persona, si se podían quedar
embarazadas... esto les hace estar más
motivadas para nuevos encuentros eróticos, para investigar con la pareja o
incluso para redescubrirse mediante la autoexploración”.
Entre esas cargas, no podía
faltar la maternidad, ya sea porque la menopausia elimina la presión de ser
madre, como porque “tener hijos es duro, requiere mucho trabajo y conlleva
cansancio y desgaste de la pareja. Cuando los hijos se hacen mayores y no
tienen que estar pendientes de ellos, las mujeres pueden relajarse y permitir
que su deseo se desarrolle, haciéndose también más rico”.
Doctor, no lubrico bien
La confianza y los avances en
la comunicación a los que nos hemos referido hasta ahora desaparecen, sin
embargo, cuando los problemas sexuales que surgen con la edad se trasladan a
las consultas de los hospitales y de los ambulatorios. Según el estudio
referido, la mitad de las encuestadas reconoce no haber hablado de estas cuestiones con su médico, mientras que,
de la otra mitad, un 70% puntualiza que han sido ellas las que los han
planteado, no sus doctores.
Cuando los hijos se hacen mayores, las mujeres pueden
relajarse y permitir que su deseo se desarrolle
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La razón habría que buscarla
en el propio funcionamiento de las consultas. Señala David Marcos que: “por un
lado la consulta de un ginecólogo no es muy diferente de la de cualquier otro
especialista. Lo que se trata en ellas son enfermedades, infecciones… por otro,
algunas mujeres se llegan a cuestionar por
qué han de ir al médico si ya no poseen la función reproductiva”.
Si como se está descubriendo,
el sexo aparece como un factor destacado para la calidad de vida de estas
generaciones, desde las instituciones sanitarias queda aún mucho por hacer para
que la confianza entre el médico y la paciente sea más estrecha y se facilite
la comunicación, o para que sea incluso el propio facultativo el que tome la iniciativa
de abordar estos asuntos.
Gonzalo de Diego Ramos
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