Parece que los
cruceros son toda una bacanal. (iStock)
No sabemos qué pasa últimamente con
los cruceros, pero lo cierto es que a todo el mundo le ha dado por hablar y
contar lo que ocurre realmente en ellos. Tras estas impactantes
declaraciones de empleados que salieron a la luz en verano, ahora llegan otras
nuevas más impresionantes aún. Ahora, un empleado que lleva seis años
trabajando en los casinos de estos hoteles flotantes ha decidido
sincerarse en 'Thrillist' y largar todo lo que no vemos los clientes.
1) Los europeos son unos ratas...
Si alguna vez has ido a un
crucero verás que con no mucho dinero tienes
barra libre de comida y bebida. "Esto se debe a que los
empleados cuestan muy poco a la línea del barco. Mi primer contrato fue de 900
euros mensuales, pero los gastos de mi estancia eran deducidos del sueldo. Así
que a la empresa le costaba cero euros. Los camareros estaban en mi misma
situación", cuenta este trabajador, al que llaman 'Blake'.
Los europeos no solo son tacaños, sino también malos
compañeros. A diferencia de los americanos, aquellos te venden al jefe
Este empleado cuenta que
tanto él como sus colegas dependían de la propina de los huéspedes, ya que es
lo único que sacaban realmente de sueldo. "¿Que nos deberían pagar más?
Puede. Cuando fuimos al Viejo Continente lo pasamos muy mal porque los europeos no entendían
el concepto de propina".
2)... y no tienen ética empresarial
Los europeos no solo son
tacaños, sino también malos compañeros, todo ello según Blake: "Si a
un empleado americano no le gusta cómo su colega está realizando su
trabajo, se enfrenta directamente a él. Si acude al jefe sería tachado de
chivato. En cambio, los trabajadores europeos acuden directamente al
superior. Para estos últimos no hay reglas, lo que causó un montón de problemas
para los estadounidenses que trabajaban a bordo".
3) Los americanos no respetan
Aunque Blake critica
sobremanera a los europeos, tampoco deja mucho mejor a los americanos:
"Los
estadounidenses no tienen paciencia alguna con la gente que no
hablamos inglés. Cuando comencé a trabajar en los cruceros, lo que primero
aprendí es que tenía que tener paciencia con las personas de otras
culturas". Este empleado relata que en el barco conviven unas 60
nacionalidades, todos ellos con una ética de trabajo, diferentes
personalidades e idiomas.
"Debes tener en cuenta
todo esto para hacer que el barco funcione, si no se desmorona. Es una buena
escuela, porque uno aprende a controlarse a sí mismo, a calmarse y respirar
antes de saltar ante cualquier mala actitud", confiesa.
4) Los empleados viven como sardinas en lata
"Si crees que el último
camarote donde te hospedaste era pequeño es que no has visto los de la
tripulación", narra el empleado, quien compartía una habitación de 4,4 metros cuadrados con un compañero. "Se aprende a
aprovechar cada milímetro del espacio. Supongo que es como vivir en un
apartamento de Nueva York", añade.
5) Todo el mundo se acuesta con todo el mundo
Los trabajadores de estos
hoteles flotantes no solo comparten habitación, sino también cama. "Los barcos son los lugares
donde más sexo he visto. Donde trabajé, había una proporción de nueve hombres
por mujer. Así que cada vez una chica nueva comenzaba a trabajar se
montaba una buena, sobre todo la primera noche. Allí, además, nadie era fiel.
Recuerdo que, entre los empleados, había una pareja que se quería un
montón, todos pensábamos que iban a casarse; a él se le acabó el contrato y
volvió a su casa, pero antes de aterrizar su chica ya se estaba acostando con
otro".
6) Los millonarios son los peores
Aunque en los aviones la
gente de primera clase suele ser más educada que el resto, no ocurre lo mismo
en los cruceros. En estos barcos hay dos clases de personas: las que han estado
ahorrando durante meses para poder pegarse esas vacaciones y están
sumamente contentos, y los súper ricos, a quien Blake tilda de "personas francamente
horribles".
Los barcos son los lugares donde más sexo he visto.
Donde trabajé, había una proporción de 9 hombres por mujer. Allí, además, nadie
era fiel
"Me acuerdo de
un magnate, dueño de una importante empresa de mariscos de Nueva York. Le
encantaba jugar a los dados en el casino del crucero. Una noche, a una mujer se
le cayeron accidentalmente sus dados después de que él los tirase, lo que le
hizo perder unos pocos cientos de dólares. Entonces va el hombre y me empuja
y amenaza. De pronto comenzó a soltar un montón de
improperios. No obstante, he de reconocer que luego me dio propina".
7) Los empleados de cruceros tienen carreras
universitarias
Si piensas que los
trabajadores de los cruceros no tienen carreras universitarias, estás más que
equivocado. Al menos, eso es lo que dice este empleado: "La gente que
trabaja en estos barcos lo hacen simplemente porque no han encontrado empleos
de su especialidad. Conocí a quien hoy es mi esposa cuando
estábamos trabajando en el mismo crucero, y era profesora. Asimismo, nos
encontramos con otro chico que tenía un grado de ingeniería superior, y que en
el barco estaba contratado como mecánico".
8) Los trabajadores de barcos son personas felices
Aunque trabajar en un crucero
no es lo más divertido del mundo, y menos aún si tienes una carrera, la gente
que lo hace es generalmente muy feliz. Blake destaca la buena actitud que
tienen estos empleados ante la vida. "No importa de dónde seas, todos
queremos dos cosas en la vida: ganar dinero y alimentar a nuestra familia. Las
personas que conocí en los barcos no tenían ningún trabajo en sus países de
origen. Dejaron a sus allegados lejos durante años para poder mandarles dinero.
Y, lejos de deprimirse, el 99,9% de ellos tenía una actitud positiva ante
la vida. Eran capaces de poner las cosas en perspectiva y ser felices con sus empleos, los
cuales la mayoría de los estadounidenses solo aceptarían por un par de
meses", cuenta.
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