El día de la muerte de Hugh
Hefner, rememoramos la época dorada de las fiestas más eróticas del planeta en la Mansión Playboy de
la mano de los afortunados que pudieron vivir aquellas noches de locura y
desenfreno. Todos ellos coinciden en que el protocolo de las orgías seguía esta
cronología:
Dos horas antes del inicio. Paquita Ramos ponía al fuego una gran olla en la que
luego fundía litros y litros de chocolate Valor, el preferido del “señor”.
Luego freía también los churros y las porras “para cuando les entre hambre a
los chavales”.
Una hora antes del
inicio. Llegaban los primos
-Juanjo, Techu, la Mari,
Luis de Andamios Luis y, si no tenía guardia, el Camuñas- y jugaban al mus para
ir animando el ambiente mientras hacían compañía a la Paqui, atareada con sus
cosas en la cocina.
Media hora antes del
inicio. El camión con la
vaquilla atravesaba Beverly Hills y se plantaba en la parte trasera de la casa,
donde los mozos ayudaban a descargar el animal, traído directamente de
Trujillo, para poder celebrar las capeas.
Recepción de los
primeros invitados. Empezaban a
presentarse a la mansión los más puntuales, siempre trayendo botellas de vino,
pastas y todo tipo de obsequios de cortesía. Hugh Hefner, nervioso pero
contento, llamaba a los primos para que dejaran el mus y ayudaran a guardar los
abrigos, que se tiraban “de cualquier manera” encima de la cama del dormitorio
principal.
El chupinazo. El más joven de la casa tenía el privilegio de
lanzar el chupinazo que daba inicio a la fiesta y la diversión. Aplausos,
vítores, gritos de “¡Viva la pornografía!” y muchos ladridos de los perros, que
no soportaban el estruendo del cohete.
El discurso. Hefner ofrecía su discurso de bienvenida y
aprovechaba para saludar con su acostumbrada efusividad a los nuevos y recordar
a los que ya no estaban.
El sermón del cura. El entrañable mosén Lambert insistía siempre en la
necesidad de disfrutar de la fiesta con decencia y recordaba la misericordia
que nuestro Señor Jesucristo mostró siempre a los publicanos y pecadores que se
acercaban a él para oír su palabra.
El baile. La orquesta de Beverly Hills empezaba su
interpretación de los clásicos de la juerga y la pachanga, entre ellos
Sarandonga, Ave María, El roce de tu cuerpo y El tiburón.
Desarrollo de las
actividades propias de la orgía.
Circuito de minigolf para pequeños y mayores, capeas, actuación del DJ Comando
Picadura, el show de los payasos de la Playboy, yincana erótica, carreras de sacos,
churrascadas, laconadas, paelladas, pulpeiradas y tapeadas varias. Celebración
del famoso sorteo donde el afortunado se llevaba un jamón Juan Pedro Domecq.
Foto de grupo.
Traca final y
despedida. Siempre acompañada de
preciosos fuegos artificiales a cargo de la Pirotecnia de Beverly
Hills e interpretación final todos juntos de Adiós con el corazón siempre con
Óscar Jorge a la guitarra.
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