Basta mirar las fotos de parejas de larga duración
para observar cómo las tallas van aumentando al ritmo de la felicidad conyugal.
Es un hecho empírico con escasas excepciones, pero por si quedaran dudas, una
investigación ahora aporta datos científicos que corroboran el efecto del amor
sobre la figura.
El estudio lo ha llevado a
cabo un equipo de sociólogos de la Universidad Central
Queensland de Australia, dirigido por la doctora Stephanie Schoeppe. Durante diez
años han analizado y medido la trayectoria vital de 10.000 voluntarios:
hábitos, actividades, relaciones... Y este es el resultado más llamativo: las
personas que viven en pareja engordan de media 5,8 kilos más que las que
permanecen solteras.
Entre ambos grupos no descubrieron diferencias
significativas en cuanto a sus rutinas. Casarse no supone convertirse en un
individuo más sedentario ni permanecer soltero te hace llevar una vida más
saludable. La explicación la hallamos en las emociones.
"Cuando las parejas no necesitan mostrarse
atractivas y delgadas para conquistar a su pareja, pueden sentirse más cómodas
comiendo más o tomando más grasa y azúcar. Además, cuando tienen hijos, tienden
a comerse sus sobras o sus meriendas", explicaba la doctora Schoeppe a la
publicación New Scientist.
Peligro: discusiones y sofá
La encuesta XLS Medical, realizada por la Sociedad Española
para el Estudio de la
Obesidad (SEEDO) entre 2.314 personas (99% mujeres y 1%
hombres), corrobora que la estabilidad
sentimental tiene como efecto secundario una perniciosa dejadez. El 73%
de las encuestadas reconoció que controlar el peso es fundamental cuando se
busca pareja. La cifra bajó al 68% una vez que la relación se consolida.
De la encuesta también se concluyen otras razones que
influyen en esa relación entre el estado civil y la masa corporal, como las discusiones y las rupturas.
La ansiedad que provocan suele impulsar a un 51% de las encuestadas a comer de
manera compulsiva y cuidar menos la dieta.
El doctor Jeric
Berge, especialista en salud pública de la Universidad de
Minnesota (EE.UU.), señala en New Scientist que la fase de enamoramiento
inicial es especialmente peligrosa por lo habitual de las cenas románticas, con
frecuencia empapadas en alcohol, y el impulso amoroso que nos lleva a
acurrucarnos en el sofá y a movernos lo menos posible. Más adelante, lo que
perdemos reduciendo los íntimos encuentros culinarios lo compensamos con las
copiosas comidas familiares.
Por tanto, podemos deducir de todo esto que no hay mejor
dieta de adelgazamiento que un divorcio a tiempo.
Hugo de
Lucas
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