Fotograma de 'Torrente 2', con Javier Cámara y Santiago Segura.
Cerca de la mitad de los españoles confiesa practicar
sexo con sus amigos, según el Barómetro 'Los jóvenes españoles y el sexo',
elaborado por Control. El 45.4% asegura tener un 'amigo con derechos' o
'follamigo', como se suele conocer.
Así, el 30.3% de los encuestados, hombres y mujeres
entre 18 y 35 años, afirma que recurrió a sus amigos para orientarse en los
inicios de su vida sexual, situándose como la opción más habitual por encima de
los que recurrieron a su pareja, a internet o a sus padres. Todavía hay más: un
15.3% confiesa que, a la hora de probar cosas nuevas en la cama, le gustaría
montárselo con la pareja de un colega. Aunque, quizá nunca sepamos sus deseos
más ocultos pues la mayoría, el 62.6%, afirma que nunca compartiría sus
fantasías sexuales con un amigo.
Sexo entre colegas
Así es como se definiría el 'Bud-Sex', una práctica
sexual esporádica entre hombres heterosexuales, donde no solo se superan los
límites de la amistad, sino que, además, no están permitidas las caricias, los
besos ni cualquier otra muestra de cariño. Para entendernos, consistiría,
básicamente en "ir al grano", sexualmente hablando.
En sus estudios sobre esta práctica, Tony Silva, sociólogo de la Universidad de Oregón,
afirma que los hombres heterosexuales recurren a ella como un entretenimiento,
una diversión o un simple pasatiempo, buscando sexo sin complicaciones. Siendo
bastante habitual en entornos rurales, desde hace tiempo. Incluso descubrió que
muchos lo hacían tras una pelea con la pareja sentimental -mujer- a modo de
venganza o de desahogo.
Jane Ward, profesora de la Universidad de California,
argumenta en 'Not Gay: Sex between straigth white men' que estos encuentros van
desde sencillos toqueteos hasta masturbaciones, sexo oral en incluso la
penetración, sin que ello tenga que implicar homosexualidad o bisexualidad por
parte de los participantes.
Llegado este punto, quizá todo esto genere cierta
confusión, pues parece que estas prácticas tendrían que corresponderse con
determinadas orientaciones. Sin embargo, no tiene porqué ser así, según la
autora. Ward lo denomina 'Bro-Job', cuya traducción sería algo así como 'un
trabajito entre hermanos' o echar una mano a un amigo, con las mismas
condiciones que argumentaba Silva, sin besos, caricias ni amor o un proyecto
futuro. Sería el mejor ejemplo de la dicotomía entre amor y sexo. Aunque opine
que, si hay respeto y es consentido, algún tipo de amor, cuidado o afecto hay
presente, creo que se entiende perfectamente su funcionamiento.
Quizá lo haga más fácil de entender todavía recordar
la tórrida escena de 'Torrente: el brazo tonto de la ley', de Santiago Segura, cuando
le proponía a uno de sus compañeros en un coche, tocamientos sin afecto, por
ser fina.
Hetereocurioso.
Aunque por definición se trate de relaciones
homoeróticas, pues son dos hombres realizando prácticas eróticas y sexuales, no
necesariamente existe la identificación necesaria con la orientación
homosexual, bisexual u otra. Pues orientación e identidad son cuestiones bien
diferentes.
Desde teorías como la 'Queer', por ejemplo, podríamos
hablar de la fluidez de las relaciones sin necesidad de etiquetarnos ni
incluirnos en ningún grupo. En ocasiones por experimentar la sexualidad, como
ocurre en la pubertad y adolescencia de manera bastante habitual, y al que el
Barómetro de Control hacía también referencia, y siendo experimentado tanto con
personas del mismo como de diferente sexo, del mismo rango de edad y de manera
consentida. Esto ocurre incluso sin estar definida la orientación ni identidad
aún, solo por investigar y curiosear, pero sin la intención de ir más allá en
la relación ni siquiera repetir o enamorarse.
En este sentido, podría tratarse de curiosidad y
placer, y asociarse a terminologías como 'heterocurioso', 'heteroflexible' o
'bi-curious', aunque cada término tendría sus matices. Esto que puede sonar a
algunas personas tan extraño es bastante común tanto en hombres como en
mujeres, sobre todo en el mundo de las fantasías, aunque no todas las personas
lo lleven a la práctica.
Sin embargo, otras teorías ven estos comportamientos
sexuales, 'Bud-Sex' y 'Bro-job', como prácticas homosexuales o bisexuales. Y al
existir negación de este hecho, afirmarían la presencia de una homofobia
interiorizada, o bifobia, que haría referencia a la persona homófoba que no
acepta su orientación homosexual o bisexual. Así, cualquier comportamiento
asociado a la homosexualidad lo interpretará como u mero acto físico, casi
mecánico, sin implicaciones emocionales ni afectivas, para no ver comprometida
ni herida su masculinidad heterosexual.
Esta interpretación es compartida por parte de
determinados colectivos LGTBI+, que han luchado por visibilizar y naturalizar
las orientaciones e identidades diversas, por ejemplo. Igualmente, algunos
profesionales de la psicología y sexología, con necesidad de diagnosticar y
etiquetar con términos reconocidos determinadas prácticas.
A sus practicantes, no aceptar ni reconocer que son
prácticas homoeróticas, les reafirmaría en que ese comportamiento sexual no les
impide ser "un verdadero hombre", como si los hombres gays no lo
fueran. En este sentido, el concepto de masculinidad se vería muy reducido a
una única y exclusiva definición, basada en los conceptos tradicionales hetero
hegemónicos.
Sin embargo, en la actualidad se reconocen formas de
sentirse hombre mediante masculinidades diversas, al igual que ocurría en el
caso de las mujeres que se sienten femeninas, habiendo muchas formas diferentes
de ser y vivir la feminidad.
¿Y las mujeres?
La mujer ha sido invisibilizada en diversas áreas y,
por supuesto, su sexualidad no podría ser menos. Al permitirse los afectos, se
ha podido vivir la homosexualidad en secreto, yendo de la mano por la calle o
darse besos, pues se veía como un par de amigas. Hoy en día, la cosa ha
cambiado algo pero sigue estando extendida la creencia de que el lesbianismo se
conciba como una práctica sexual entre mujeres al servicio de la erótica y el
placer masculino. Muchos hombres heterosexuales, al ver dos mujeres practicando
sexo, no ven lesbianas ni bisexuales, sino mujeres heterosexuales que se tocan
para el disfrute masculino.
Todo esto ha hecho que no se atribuya este término de
'Bud-Sex' a las mujeres ni se visibilice su práctica, por tanto, aunque también
exista. En este sentido, aunque no representada, la mujer se ha visto liberada
de aquellas etiquetas limitantes y quizá, pueda permitir que ya no se la
cuestione tanto ni tema el fantasma homosexual y simplemente se permita fluir y
disfrutar la sexualidad. ¿Acaso no es esa la idea?
ANA SIERRA @anasierraes
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