· Quién es quién en el escándalo de abusos sexuales en el patinaje artístico francés
Con varias décadas de retraso, Francia descubre,
horrorizada, que las más altas jerarquías de los deportes de hielo, varios
ministros y varias familias conocían los reiterados abusos sexuales de tres
entrenadores sobre numerosas pupilas y estrellas del patinaje artístico nacional.
Sarah
Abitbol, una de las denunciantes, en una imagen de 2001 - AFP
La Fiscalía del Tribunal de París ha abierto una
investigación oficial, a instancias de la ministra de Deportes, Roxana Maracineanu, que también ha pedido y
conseguido la dimisión inmediata de Didier Gailhaguet, presidente de la Federación
Francesa de Deportes del Hielo (FFSG). La dimisión de Gailhaguet, la tarde del
sábado, solo es el preámbulo de un proceso previsiblemente largo, crudo, con
flecos devastadores.
Cuatro patinadoras de
élite, Hélène Godard, Sarah Abitbol, Anne Bruneteaux y Bátrice Dumur, acusan
directamente a tres entrenadores y viejas «estrellas» del patinaje artístico
francés, Gilles Beyer, Jean-Roland Racle y Miche Lotz, de
agresiones sexuales y violación en varios casos, durante los años 70, 80 y 90
del siglo pasado, cuando ellas tenían entre 13 y 15 años.
Abitbol ha publicado un libro contando por lo menudo
viejas historias de hace treinta años, y justifica su «tardanza» en denunciar
el acoso y violencias sexuales de las que habría sido víctima por estas
razones: «En su día, no me atreví a contar la historia a mis padres. Ellos lo
habían sacrificado todo por mí, para que yo fuese campeona. Y no podía
decepcionarlos, decir que lo abandonaba todo, para confesarles que el entrador
que ellos tanto admiraban, Gilles Beyer, hacía conmigo cosas muy asquerosas».
En el caso de Hélène Godard, sus padres sí tuvieron
noticia de los abusos sexuales que sufría su hija, víctima del acoso de otro
entrenador, Jean-Roland Racle, que se propasó en numerosas ocasiones cuando
ella tenía 13 y 14 años. Cuando Godard contó a su madre que su entrenador
abusaba de ella, en la bañera de su casa, la madre le dijo: «Nena, no vamos a
presentar ninguna querella. Te marcharás, lo dejarás. Y nadie sabrá nada. Es
mejor así».
Ducha compartida
Anne Bruneteaux cuenta cómo otro entrenador, Michel
Lotz, la perseguía en los vestuarios y terminaba invitándola a «visitarla», en
su casa, cuando su esposa se ausentaba. A solas, el entrenador la invitaba a
«compartir» la ducha, «sugiriéndole» que lo «acariciase» con la boca. Cuando
ella intentó escapar la persiguió hasta un parking, donde la madre de otra
joven patinadora la encontró sola, por el suelo, llorando, con la ropa íntima
destrozada.
Béatrice Dumur cuenta historias similares del mismo
Lotz, comentando: «Tenía miedo. Nuestro entrenador era un personaje muy
respetado en la Federación. Nuestros padres lo apreciaban. Me sentía sola e
incapaz de oponerme a la presión de todos. Todos sabían. Pero nadie salía en
nuestra defensa».
Ninguno de los entradores acusados niega los hechos.
Beyer da a entender que se trataba de relaciones «consentidas», olvidando que
se trataba de relaciones con menores de edad, sometidas a la «presión» de
personajes muy influyentes.
Sarah Abitbol, que fue la primera en denunciar el
acoso que sufrieron ella y otras compañeras, estima que «todavía quedan muchas
cosas por contar», agregando: «Ha dimitido el presidente de la Federación…
Bueno… queda por limpiar toda la Federación, donde siguen, escondidos, amigos y
cómplices de un sistema podrido. Hay muchos personajes que sabían, callaron y nos
presionaron a nosotras y a nuestros padres». Hace poco menos de veinte años, en
2001, los padres de una joven patinadora presentaron una denuncia y querella
contra Gilles Beyer, uno de los campeones y entrenadores implicados en el
escándalo. Las acusaciones llegaron al Ministerio de Deportes, pero las
investigaciones policiales y administrativas se «perdieron» en un dédalo
administrativo, sin consecuencias. Diecinueve años más tarde, el escándalo se
propaga como una mancha de pantanosa podredumbre.
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