El báculo de los chimpancés mide algo más de un
centímetro, mientras que el de los macacos, siendo un primate de tamaño medio,
llega a los cinco. Si pensamos en los 65 centímetros que tiene el de las
morsas, entonces apaga y vámonos. Para no dar más bajones a los lectores y
porque es Navidad, hoy me centraré en los primates.
Foto articulo
Los humanos perdimos ese hueso para siempre hace
aproximadamente 1,9 millones de años, cuando aún éramos Homo erectus y
faltaba mucho tiempo para que surgiera el primer Homo sapiens en África.
La utilidad de este hueso tan particular ha sido
debatida durante años, sin una conclusión clara hasta el día de hoy. El biólogo
Richard Dawkins, cree que se fue para siempre porque las hembras necesitan
información sobre la salud de los machos. Una persona con una presión sanguínea
suficiente como para mantener una erección largo tiempo es un buen indicador.
Pero la explicación de Dawkins nunca ha convencido a los investigadores.
Entonces, ¿por qué perdimos ese hueso? Esta
semana se ha publicado un estudio científico que aporta nueva información. Las
autoras, Kit Opie y Matilda Brindle, del Colegio Universitario de Londres,
creen que cuanto más grande es el tamaño de este hueso en diferentes especies,
mayor es el tiempo que el macho aguanta copulando.
Este tiempo extra tiene dos ventajas. La primera es
que el macho se asegura de que su semen llegue a lo más profundo de la vagina,
lo que se traduce en mayores probabilidades de fecundación. Por otra, dado que
durante nuestro pasado en la selva, otros machos merodeaban como locos para
tener sexo con cualquier hembra, si el macho es capaz de pasar más tiempo con
una de ellas también mantiene a los moscones alejados, dando también más
oportunidades a sus espermatozoides de alcanzar el óvulo.
Pero, ¿en qué lugar nos deja a los hombres este
descubrimiento? Que nadie se enfade, pero según estudios, el acto sexual
humano, contando desde la penetración hasta la eyaculación dura en promedio dos
minutos. Para tranquilizarnos, os aconsejo pensar en cuales de vuestros amigos
está bajando la media nacional. Porque aquí se aplica con más razón que nunca
aquello de " si la mitad de España come dos pollos y la otra mitad
ninguno, nos toca a uno por cabeza”.
En este caso la naturaleza es cruel, porque quién sabe
si de no haber perdido ese hueso, quizás los hombres no tendríamos tantos
traumas en la actualidad, los cuales gastamos billones de euros en la batalla
contra la impotencia, ya sea mediante remedios de curanderos o medicamentos
como el Viagra.
Pero el estudio genera debates adicionales. Se trata
de la consolidación de la monogamia en los seres humanos, lo que provocó la
desaparición paulatina del hueso o báculo. Si solo tienes una pareja, no hace
falta copular tantas veces para asegurarte de que tendrás descendencia y que
esos hijos llevan tu ADN.
Esto es lo que pasa cuando no hay mucha competición
entre machos durante cientos de miles de años, algo que parece ser aplicable a
nuestra especie. Curiosamente, una de las consecuencias de este patrón de
apareamiento y cuidado parental es la facilitación de la aparición de
familias, ya que al compartir más tiempo se potenciaba el apego y los
lazos afectivos.
Aquella promiscuidad de hace millones de años no
permitía estar seguro de cuáles eran tus hijos, lo que dificulta la
predisposición a dedicar tiempo y energía en su cuidado. Pero también afectaba
a la convivencia, tanto para las mujeres como para los hombres.
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