Fotograma de 'The
Girlfriend Experience'- Foto: Starz
El amor no tiene edad, dicen.
Pero el sexo y las personas sí, por eso los que se atraen y se llevan muchos
años de diferencia, suelen reflexionar mucho antes de pasar de su condición de
amantes a pareja estable.
Aunque los tiempos en los que
el hombre debía ser mayor para proveer una vida económicamente desahogada, y la
mujer más joven para asegurar una larga descendencia han pasado a la historia y
Hollywood, las estrellas de rock –con la facultad de ser siempre rebeldes,
incluso en silla de ruedas y los escritores nos den muestras de que lo que
importa no son los años, sino el número de operaciones de cirugía estética que
uno esté dispuesto a pagar, lo cierto es que este tipo de relaciones tienen
pocas posibilidades de sobrevivir. Y las estadísticas así lo confirman.
Uno de los estudios más
famosos realizados al respecto, fue el que elaboró Andrew Francis y Hugo Mialon,
profesores de la
Universidad Emory, en Atlanta (EEUU). El sondeo aplicado a
3.000 norteamericanos sostenía que, si la diferencia de edad en la pareja es solo de un
año, ésta tiene un 3% de posibilidades de divorciarse, en
comparación con otras de la misma edad. Para las que se llevan ya cinco años, el tanto por
cierto asciende a 18, y con 10 años entre uno y otro, aumenta a un 39%. Cuando el bache generacional es ya de
20
ó 30 años la cosa no pinta bien, ya que según estos
investigadores hay un 98% de posibilidades de que todo se vaya a la porra. Más bien antes que después.
Claro que si hay una
predicción en la que es imposible fallar es esa que pronostica que una pareja,
tarde o temprano, acabará separándose. Casi siempre llega un momento en el que
la música deja de sonar, luego llega el silencio y, si nos quejamos de él es
solo para echarlo de menos cuando lo que empieza es el ruido. El problema en
estas relaciones es que no siguen esta típica cronología, sino que tienen la
suya propia. En ellas el tiempo no es lineal sino que se asemeja más al
concepto de Einstein, una magnitud relativa que varía en función de quién y
bajo qué circunstancias la mida. Para empezar, si uno se
enamora de alguien mucho mayor o más joven debe saber que habrá etapas de su vida
que no podrá compartir con el otro; y puede que algunas se las salte o que las viva dos veces, en un
afán por complacer a la pareja.
Hay también que tener en
cuenta que el
desequilibrio producido por la edad no solo es cuantitativo sino cualitativo,
dependiendo del momento vital en que se esté. Es decir, si uno tiene 28 años y
el otro 39, puede que entonces no se note demasiado la diferencia; ya que ambos
miembros se sitúan en el mismo escenario: la juventud. Pero, los 11 años
parecen agrandarse cuando, por ejemplo, ella tiene 45 y él 56; y se harán cada
vez más evidentes, conforme pase el tiempo.
Otros fantasmas que rondan a
este tipo de parejas son los de la infidelidad, cuando el miembro más joven vea que
sus expectativas sexuales no son plenamente satisfechas; y la predicción, muy
probable, de que el benjamín del dúo acabe convirtiéndose en cuidador/a a una
edad demasiado temprana. La democracia en estas uniones es todavía más endeble
que en el mundo real, ya que la persona de más edad y su mayor conocimiento y
experiencia suelen situarlo en una posición de dominio.
La frecuencia de los
encuentros sexuales, su duración y los juegos que hay en ellos también se verán
afectados por la fecha que aparece en nuestro carné de identidad; pero hay una
buena noticia para los que aspiran a ganarle la batalla al tiempo. Como apunta
Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga, directora del Institut Clinic de
Sexología de Barcelona y directora del Instituto Iberoamericano de Sexología, “ahora mismo se prefiere
como pareja sexual a alguien experimentado que a uno muy joven.
Es cierto que el impulso sexual en los hombres alcanza su nivel más alto
entorno a los 18 años, cuando los niveles de testosterona son más elevados; y
para la mujer se situaría entre los 20 y 26. Pero la madurez biológica no se
corresponde con la sexual, ya que hemos descubierto que el sexo no es algo
instintivo sino que requiere de un aprendizaje. Y éste necesita tiempo”.
Según los expertos, la
sexualidad viene determinada por tres variables: la biológica, la social (cómo
la cultura dicta la manera en que, supuestamente, se debe vivir la sexualidad)
y la psicología (la versión personal que cada uno va construyendo).
“Es cierto que con la menopausia las
mujeres pueden padecer molestias, como la falta de lubricación; y que los
hombres con la edad empiezan a manifestar problemas de erección,
pero ésta es solo la dimensión genital de la sexualidad, que es mucho más
rica”.
Cuando él es mayor. Sugar daddies y lolitas
Culturalmente, esta
combinación ha gozado siempre de la aceptación popular, excepto en casos en los
que la diferencia de edad es excesiva, porque el cine ya se encargó
machaconamente de normalizar esta situación con galanes eternos que enamoraban
a jovencitas. La juventud de los hombres es mucho más larga que la de las
féminas, sus canas más interesantes y sus arrugas les proporcionan carácter. Si
aún así, el hombre llega algún día a alcanzar la vejez, su juventud pasa
entonces a medirse por el grado de frescura de su acompañante. Existe también
lo que se conoce como ‘erótica del poder’. Nunca he entendido muy bien el
concepto pero yo lo definiría como una variante del Síndrome de Estocolmo. Es
decir, me voy con alguien por su dinero y poder y, para edulcorar la situación,
me autoconvenzo de que realmente lo hago por su irresistible sex appeal.
Con esto no quiero negar la posibilidad del amor entre un hombre mayor y una
mujer más joven, o viceversa; pero, seguramente, éste habrá brotado por
diversos motivos.
El principal escollo que se
presenta en este tipo de relaciones es el hecho de que con los años, es muy
probable que el desempeño sexual del hombre disminuya. Estratégicamente, es más
fácil solucionar este problema cuando ella es mayor que él –bastan toneladas de
lubricante–, pero en el caso del hombre, las disfunciones eréctiles puede
suponer un problema para las relaciones coitales, aunque existen soluciones
puntuales.
Sin embargo, según Francisca
Molero, “muchas mujeres pueden disfrutar de la diferencia de edad –si ésta no es
excesiva– incluso en el sexo, ya que con los años la respuesta sexual del
hombre se va ralentizando e igualando a la de la mujer, de naturaleza más lenta.
A menudo, el vigor de la juventud lo sustituyen muchos varones con la
experiencia, con un mayor cuidado por los detalles, con un menor grado de
mecanicismo en la cama y con un ingrediente plus de sensualidad. Estar con una
mujer más joven anima también a muchos a empezar a cuidarse más y mejor. Hacer
deporte, llevar una dieta más sana y pedir ayuda cuando la necesitan”.
Dustin Hoffman y Anne
Bancroft en ‘El Graduado’. Foto: Cordon Press
Si ella es la más
veterana. Cougars y toyboys
El Graduado (1967) fue una de las primeras películas en plantear
una situación por entonces inusual, la de la mujer madura que mantiene
relaciones con un joven recién licenciado. Basada en la novela del mismo
nombre, de Charles Web, la cinta ganó un Óscar además de cinco candidaturas
más, entre ellas la de Anne Bancroft como mejor actriz y la de Dustin Hoffman
como mejor actor. En 1996 fue considerada “cultural, histórica y estéticamente
significativa” por la
Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y seleccionada para
su preservación en el Nacional Film Registry.
Claro que hoy no hubiese
levantado tanto revuelo puesto muchas estrellas del celuloide y la música se
han encargado ya de popularizar este modelo de pareja; si no en la gran
pantalla, donde no siempre es viable, si en su vida privada. Aunque, todavía al
hombre maduro y solvente que sale con una jovencita se le considera,
simplemente, un tipo que tiene lo que se merece; mientras al joven acompañante
de una sesentona se le califica de gigoló y a ella no siempre se la ve como
afortunada, sino como alguien que ha tenido que pagar un precio, ya que por si
misma, nunca lo hubiera conseguido.
Años atrás, las agencias
matrimoniales evitaban aceptar a mujeres mayores de 45 porque sabían que
resultaría muy difícil conseguir candidatos para ellas. Como me comentó hace
tiempo Mary Balfour, responsable de loveandfriends.com, una de las agencias en
Internet con más presencia en Europa, “las cosas han cambiado. Por supuesto que
siempre habrá hombres que quieran salir con mujeres 20 ó 30 años más jóvenes,
pero los que buscan una relación estable actúan de forma distinta. Incluso a
muchos no les importa que ella sea mayor”.
¿Qué busca un joven en los
brazos de una mujer madura? Según Molero, “muchos valoran la experiencia
y, como en el caso de las mujeres, puede que ésta vaya también acompañada de
una cierta estabilidad económica o poder. La transgresión, con
toda la carga erótica que eso conlleva, añade aventura y morbo a la relación.
La mayoría de este tipo de parejas empieza de forma clandestina y tienen su
propia salida del armario. Muchas mujeres no están seguras de la acogida que
tendrá la noticia de que salen con alguien 20 años más joven, en su círculo
familiar y social. Este tipo de uniones mejora mucho la autoestima femenina, ya
que la mujer se siente deseada; proporciona un sexo fresco y espontáneo, aunque
en algunos casos las relaciones coitales pueden proporcionar algo de dolor.
Especialmente, si ella padece de sequedad vaginal y él es muy fogoso. Y con el
tiempo, si la pareja dura, es muy posible que se plantee el tema de los hijos,
con el consiguiente problema de que la mujer ya no está en edad de concebir”.
RITA ABUNDANCIA
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