La edad de los clientes cada vez es más temprana al igual que
la edad de las víctimas de la prostitución
La primera vez que Pablo
visitó un prostíbulo tenía 20 años. Fue una noche en la
que pagó los servicios de una prostituta con 30 euros que ganó en un salón de
juegos de Palma, en el que se detuvo tras una fiesta.
Cada día son más los jóvenes
de Baleares que se incorporan a la clientela de la prostitución en sus noches
de fiesta, de acuerdo con los profesionales que ayudan a las víctimas de la explotación sexual y los
cuerpos policiales que la combaten.
La Red de Atención Directa a Personas que Ejercen la Prostitución (XADPEP)
atendió a 1.748
prostitutas en Palma el pasado año, según los últimos datos
disponibles.
«Es una
forma fácil y rápida de tener sexo»,
sostiene Pablo, cuyo nombre real oculta para mantener el anonimato. Este
cliente esporádico de burdeles explica que la primera vez que pagó por los
servicios de una meretriz fue «para experimentar» y desde
entonces ha acudido unas cuantas veces al prostíbulo.
Cumpleaños, celebraciones,
exámenes finales..., cualquier excusa vale para incluir el sexo de pago en las
noches de fiesta con los amigotes.
«Está muy de moda eso de ir
de putas para celebrar los 18», comenta Patricia Barranco, de la Fundación Amaranta.
«Las nuevas
tecnologías favorecen que los jóvenes vean la prostitución como
una forma de ocio», añade María Magdalena Alomar, educadora social de Casal
Petit.
Superviviente es la palabra que Elena lleva tatuada en su muñeca. Esta víctima de la
explotación sexual recuerda que al poco de llegar a España desde Rumanía, y con
18 años, era obligada a dar servicio a una media de 25 hombres cada día.
«Es una violación pagada»
Elena fue atrapada por las
redes de la prostitución cuando se cruzó en su vida el novio de su hermana. «No
me puso una pistola en la cabeza pero me obligó», recuerda una vez
liberada de esa red, tras años de explotación en burdeles de Düsseldorf,
Madrid, Granada, Barcelona y Valladolid, y también de Mallorca.
«La prostitución es
una violación pagada.
A veces lloraba y el cliente seguía dale que te pego. Me han llegado a poner un cuchillo en el cuello pero
llega un momento en que te da igual que te maten», apunta.
Ahora activista comprometida
con la lucha contra la explotación sexual, Elena destaca lo difícil que resulta
cambiar la conducta cuando «hay padres que van con sus hijos a celebrar
su mayoría de edad» en el burdel.
Elena tiene claro que todavía
hay muchos jóvenes que consideran que ser cliente de un prostíbulo es una
diversión. «Se vende como ocio pero es jugar con la vida de
otras personas», señala la activista.
No solo ha disminuido la edad del cliente,
también cada vez son más jóvenes las víctimas de la prostitución.
Del total de prostitutas
atendidas en Palma, la mitad tenían de 25 a 34 años,
mientras que un 7 % aún no habían cumplido los 24 años, según el último informe
de XADPEP.
En opinión de la vocal de
Igualdad y Género del Colegio Oficial de Psicología de Baleares, Ana Mari
Madrid la crisis
de valores y la falta de empatía con el entorno que les rodea
tiene mucho que ver con el aumento del número de jóvenes que acuden a los
prostíbulos.
«Las dificultades a la hora de
relacionarse son contradictorias teniendo en cuenta que estamos viviendo en un
sociedad
digitalizada que, teóricamente, facilita las relaciones
afectivas», destaca.
Destaca que a los jóvenes no les gusta en absoluto
que la gente de su alrededor sepa que ha pagado por tener sexo,
y mucho menos que se enteren las chicas con quienes se relaciona con mayor
frecuencia.
«Parece que piensa que eso va
a poner en duda su capacidad de conquista en un mundo donde el joven cree, erróneamente, que
para sentirse aceptado tiene que ligar», sentencia la
psicóloga.
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