Hablar de pornografía es
hablar de sexo y hablar de sexo es algo que nos hace mucha falta como sociedad.
Simple y sencillamente porque
hay personas de todas las edades con curiosidad, porque prevalecen los errores,
las malas prácticas y la transmisión de enfermedades, pero también hay gozo,
mucho gozo, en algo que es tan natural como comer, reír o llorar. Hablemos,
pues, de pornografía.
Reivindicación del
porno
Hace poco, hubo una campaña
contra la educación sexual en escuelas y colegios (educación que buena falta
hace), bajo el lema “a mis hijos los educo yo”. Si a sus hijos los educaran
ustedes, no habría tantas adolescentes embarazadas, tanto acoso en nuestras
calles ni tantos abusos de menores.
Leí a alguien que con humor
sarcástico escribió en Twitter: “A su hijo no lo educa usted, lo educa Pornhub”
(una página de pornografía con cientos de videos gratuitos para todos los
gustos). Ese sitio que muchos de los hijos visitan mientras sus padres creen
que promover la abstinencia es suficiente educación sexual.
Si hay algo que abunda en la
pornografía es el machismo. Es una industria dominada por hombres, en la que el
video acaba cuando el hombre acaba. Sus hijos están aprendiendo a ser
descorteses en la cama, a exigir felaciones sin siquiera haber propiciado un
entorno erótico que estimule a la pareja, a ignorar que a nosotras también nos
gusta sentir orgasmos.
Y sus hijas (porque las
mujeres también ven porno) están aprendiendo a dar sin recibir, a pensar que
son objetos para complacer a otros, a creer que es normal que las agarren del
pelo sin ton ni son.
Habrá quien crea que deberá
bloquear todos los sitios con contenido pornográfico y habrá quienes
consideremos necesario aprender qué nos gusta o nos disgusta, qué es correcto y
qué está lleno de estereotipos o prácticas riesgosas. ¿Ven cómo son necesarias las
clases de sexualidad? Como todo en Internet, hay que saber distinguir el
contenido valioso del que no.
A las mujeres nos gustan las
películas XXX, ¡claro que sí!, pero no todas. Hay asuntos que deben quedar
claros: estamos cansadas de ser solo objetos de deseo y queremos tomar un papel
más activo, más real.
Muchas de nosotras hemos ido
entendiendo que somos dueñas de nuestros cuerpos y que nada de malo hay en
sentir placer. Comprendemos también que la penetración es solo una pequeña
parte de la práctica sexual, a veces hasta innecesaria. Sabemos lo que nos
gusta, lo que queremos y lo que no.
Esta nueva manera de
aceptarnos hizo que un grupo de productoras audiovisuales crearan un manifiesto
llamado The puzzy power , que establece ciertas pautas para que las
películas porno también exciten a las mujeres. El movimiento fue dirigido
principalmente por la cineasta Erika Lust, famosa por sus filmes eróticos
pensados para el público femenino.
Lo que propone el manifiesto
es que se cuenten historias más similares a la realidad, o ¿acaso alguien se
cree el cuento de que le abrimos la puerta al repartidor de pizza y tenemos
sexo con él?
Otra regla es incluir
erotismo: enfatizar en las pasiones y la sensualidad. Eso sí: no se trata de
una película llena de rosas y amor empalagoso; a más de una mujer le gusta el
sexo duro pero coherente.
En cuanto a las tomas,
preferimos cuerpos desnudos filmados estéticamente, antes que un close-up
de las partes íntimas (que muchas veces ni pasan por el casting ).
Finalmente, ya es suficiente
con la violencia de género que enfrentamos las mujeres día tras día en las
calles; por eso, si necesitamos despejar nuestras mentes con pornografía, que
sea libre de agresión o coerción sexual.
Queremos ver reflejadas
nuestras pasiones, fantasías y ambiciones en la pantalla. ¿Es mucho pedir?
No hay comentarios:
Publicar un comentario