Si das un paseo por la
capital tienes el doble de probabilidades de cruzarte con una persona paseando
a un perro que con una que empuje un carrito de bebé. Al menos, eso se
desprende de los datos ofrecidos por el Ayuntamiento de la capital, según los
cuales, en 2017 en Madrid habitaban 281.339 canes frente
a los 141.903 niños de entre 0 y 4
años. Si ampliamos el abanico e incluimos también a los otros
mejores amigos del hombre, los gatos, observamos como el número de mascotas era de 354.769, situándose
en este caso, muy por encima del total de chavales de 0 a 9 años, que al final de 2017 era de 290.840.
Sí a las mascotas, ¿no a los
hijos?
Según un informe elaborado
por la agencia de investigación GFK en 2016, en España, el 35% de las personas de hasta 36 años tenían un
animal en casa frente al 32% de los adultos de más de 52 años.
El hecho llevó a que la revista Forbes se planteara en un artículo si los
Millenials estaban sustituyendo a los bebés por las mascotas.
«Yo siempre digo que no tengo hijos,
que tengo a Mariano, mi perro», comenta Virginia F.
entre risas. Esta economista de 37 años ocupa un buen puesto en una consultora
y vive junto a su pareja y su mascota en el barrio de Prosperidad. «Para mí,
Mariano es un integrante más de nuestra familia, nos da muchísimo cariño y
alegrías», señala.
Su perro viene a engrosar la
estadística del número de canes que habitan en Madrid. Tal y como se observa en
el mapa superior, en la capital hay 10
distritos (de 21) en los que el número de cachorros supera incluso al de niños
de 0 a 9 años. El caso más llamativo es el del centro, en el
que hay uno por cada ocho habitantes. Curiosamente, es ese área también la que
cuenta con el porcentaje menor de niños de 0 a 9 años: suponen solamente un5,5%
del total de la población.
¿Están supliendo los
jóvenes el tener hijos por mascotas?
Para los expertos consultados
por ABC la respuesta en un «no» rotundo. «Son dos fenómenos completamente
distintos», señala Javier de Miguel,
profesor del máster de Etología aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid.
«La decisión de no tener hijos (o de posponer ese acontecimiento) obedece más
bien a un interés por crecer en el terreno profesional (los hijos lo hacen más
difícil) o de disfrutar de un lapso de tiempo más o menos largo sin las
obligaciones que supone (…) Los hijos
consumen tiempo y dinero; las mascotas también, pero no es comparable».
Para el colaborador
honorífico de la UCM, Miguel Ibáñez,
el motivo del aumento de canes frente a niños se halla en la diferencia en los
grados de responsabilidad que reclaman unos y otros. «Criar una mascota es mas cómodo,
entre otras cosas, el tiempo que requieren es menor y si algún día o momento no
se les puede atender hay soluciones muy fáciles, y al alcance de cualquiera».
Precisamente, todos esos
argumentos son los que esgrime Virginia F. en su decisión de decir no a la
maternidad: «Cuando veo que mis amigas no pueden dedicar ya ni un momento para
ellas mismas, que no duermen o que se han visto estancadas a nivel profesional,
me doy cuenta de que el tener hijos no es para mí. La vida está llena de
decisiones y ésta es sólo una de ellas (...), no sé por qué la gente se empeña en convertir a la mujer en madre.
No lo quiero y punto. Por eso mismo, no
creo que esté sustituyendo el posible amor a un bebé por el que tengo a mi
perro».
Viñeta de José María Nieto para ABC
Un cambio en el modelo de
familia
El psicólogo José María Arriagada asegura que la
clave está en que se ha producido un cambio
en el paradigma de la «familia tradicional», por el que los
individuos simplemente deciden salirse de la tradición que imperaba hasta
ahora.
«Las formas en que muchas
parejas actuales dan sentido a sus relaciones está sujeta a un abanico de posibilidades más amplio que en el pasado»,
reflexiona. «Un hombre no busca necesariamente a una mujer que parezca ser
potencial buena madre, ni al contrario (…) La forma en que las personas se
relacionan con los animales, y sobre todo con las mascotas, también ha cambiado
bastante desde la segunda mitad del siglo XX. Aunque pueda sonar obvio, esta
tendencia es mucho más visible en la ciudad que en zonas rurales».
De hecho, para la profesora
de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, Ángela Loeches, «la situación socioeconomica» así
como «las distintas
opciones de vida» (en pareja, familias monoparentales, personas
solas...) pueden encontrarse detrás de este acontecimiento ya que es más fácil afrontar
«la tenencia de mascotas que planes de desarrollo de otro tipo», y subraya:
«éstas siempre van a acompañar y a proporcionar refuerzo emocional».
Amor sin condiciones
Según los datos que ofrece el
Ayuntamiento, desde 2015 los perros y gatos en las casas han ido aumentado, de media, un 1,12%
al año. A nivel económico, ese crecimiento también se ha hecho
patente: según la firma de alimentación animal Affinity, el sector creció un
2,5% entre 2013 y 2016, moviendo ese último año más de 1.800 millones de euros.
Porcentaje de gatos por habitante en la capital. Elaboración
propia.
«No se puede obviar que
económicamente el cuidado de mascotas es y seguirá siendo una actividad
rentable, por todo lo que
conllevan los gastos en alimentación, atención veterinaria, educación,
alojamientos, etc., que está contribuyendo a crear y definir nuevos puestos de
trabajo y perfiles laborales», señala Loeches que apunta además a que
«Socialmente está cada vez más valorado».
Pero, ¿a qué se debe ese fervor por los ‘pequeños
peludos’? «Quizá pueda hablarse de un factor mimético
importante: hay gente que quiere tener mascotas porque conoce a otra gente que
tiene mascotas; hay gente que quiere
tener cierto tipo de mascotas porque se han puesto de moda. Por
otra parte, la adopción de animales, muy corriente en los últimos años,
representa un acto altruista que, como todos los actos altruistas, resulta
gratificante», señala De Miguel.
Arriagada, por su parte,
subraya el «inevitable
componente afectivo» que brinda una mascota: «Enseña a los
niños, o mantiene entrenados a los adultos (de no tener hijos) en la capacidad,
yo diría instintiva, que tenemos los seres humanos de poder dar cuidado y
afecto, cultivar vínculos e incluso modelar formas básicas de empatía».
No obstante, pese a ese crecimiento
continuado, De Miguel augura que llegará un punto en el que este crecimiento
continuado se estanque:«Alcanzará una asíntota y no seguirá subiendo, aunque solo sea
por las dificultades prácticas de tener una o dos mascotas».
Cacas, no
Porcentaje de perros por habitante en la capital.
Elaboración propia
Ante ese aumento de estos
animales en la ciudad, los
ayuntamientos comienzan a tomar medidas para buscar mejoras en la convivencia.
En Madrid, el Gobierno de Manuela Carmena ha asegurado estar trabajando en un
registro con el ADN de mascotas que permita identificar sus excrementos y
multar a aquellos dueños que no los recojan de las calles.
Por su parte, la Comunidad
Valenciana ha elaborado una nueva “Ley sobre protección, bienestar y tenencia
de animales de compañía” que permitirá
a los Ayuntamientos limitar el número de mascotas por viviendas
así como cobrar un impuesto municipal por la «tenencia y cría de perros».
En este sentido, los expertos
señalan a la necesidad de «mejora en la facilitación del uso de la ciudad para las mascotas».
«No auguro un incremento de la suciedad en las calles ni de las agresiones por
perros u otras mascotas, porque, aun con muchas excepciones, la concienciación
de los dueños de mascotas (como dueño de perro trato con muchos dueños de
perros) acerca de sus responsabilidades está muy generalizada», explica de
Miguel.
Para Loeches, la clave para
una buena convivencia está en la «concienciación ciudadana sobre la tenencia
responsable de mascotas»: «Esto puede suponer reforzar la
educación en unos valores (ética, respeto, evitar sufrimiento) que,
inicialmente dirigidos al trato del animal, puedan extrapolarse a la vida y
sociedad en general. De los animales,
y con los animales aprendemos», sentencia.
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