Avital Ronell - ABC
Avital Ronell es una superestrella de la filosofía.
Reverenciada en la escena académica mundial, esta profesora de la Universidad de Nueva
York (NYU) es una presencia demandada en conferencias, seminarios y
publicaciones especializadas. Este septiembre, sin embargo, no dará clases en
el campus que la universidad tiene en Manhattan. Ha sido suspendida durante un
año después de que un alumno le acusara de acoso y abuso sexual. Ronell,
militante feminista, lo ha negado todo. Quizá era menos de esperar que un
numeroso grupo de lumbreras académicas saliera en su defensa. Entre ellas,
otras feministas relevantes, como Judith Butler o Diane Davis, que han
utilizado excusas y justificantes familiares: las que se han utilizado en los
muchos casos protagonizados por hombres y que el movimiento #YoTambién ha
atacado con fiereza.
El denunciante es Nimrod Reitman, que tuvo a Ronell
como mentora académica durante años y que ahora es un investigador en la Universidad de
Harvard. «The New York Times» ha tenido acceso a parte del informe elaborado
sobre el caso por NYU, siguiendo un procedimiento conocido como Title IX,
instaurado en las universidades para responder a casos de acoso sexual en los
centros universitarios. En él, Reitman detalla tres años de acoso sexual,
incluidos abusos verbales y físicos por parte de una persona que ejercía una
relación de poder frente a él: el calibre académico de Ronell y su capacidad de
favorecer a un protegido podría determinar el recorrido académico de su estudiante.
La decisión de NYU fue que el acoso sexual de Ronell
era «suficientemente amplio como para alterar los términos y las condiciones
del entorno educativo de Reitman», lo que motivó su sanción, decidida en mayo,
pero tomada con la máxima discreción.
Como en otros casos de la era #YoTambién, Reitman
asegura al periódico neoyorquino que tenía miedo de su profesora y de su poder,
y que aceptaba un comportamiento que le violentaba. Todo comenzó en la
primavera de 2012, cuando Ronell invitó a Reitman a pasar unos días en París.
Según su relato, le hizo que le cogiera los pechos con sus manos, le hizo
tocamientos, le besó. En Nueva York, al otoño siguiente, hizo algo parecido en
el apartamento de Reitman, al que Ronell acudió porque el huracán ‘Sandy’ había
dejado su casa sin electricidad. Las comunicaciones con alto contenido sexual
eran habituales, y Ronell le ponía motes relacionados con sus partes íntimas.
Tanto Ronell como Reitman son homosexuales.
Cuando NYU substanciaba su investigación, medio
centenar de profesores de prestigio -entre ellos, Butler, Davis y otras
feministas- de todo el mundo mandaron una carta a la universidad para exigir
que no se sancionara a Ronell. Sus argumentos se basaban en desacreditar al
denunciante y recordar la valía profesional de la acusada, en un calco de la
defensa que se hizo en su día de hombres poderosos acusados de comportamientos
similares. «Algunos de nosotros conocemos al individuo que ha desatado esta
campaña maliciosa», «declaramos nuestra profunda y duradera admiración a la
profesora Ronell», «las alegaciones no constituyen pruebas», «pedimos que se le
trate con la dignidad merecida por alguien de su posición y reputación
internacional»… Todo ello a pesar de que los profesores reconocían en la carta
no haber tenido acceso a las alegaciones y pruebas presentadas por Reitman en
la investigación.
El contenido de la carta, que fue obtenida por Brian
Leiter, un profesor de Filosofía de la Universidad de Chicago, ha provocado esta semana
fuertes críticas por el doble rasero utilizado por los firmantes cuando el
acusado es uno de los suyos. La decepción era más marcada con las firmas
feministas, en especial con Butler, cuyo nombre aparecía el primero de la lista
en defensa de su compañera.
Javier Ansorena
@jansorena
@jansorena
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