Esta es la historia de
Rodrigo, un madrileño treintañero, opuesta a la de Kristina, una noruega de 20
"Los jóvenes tienen miedo a quedarse atrapados en
una situación precaria de la que no puedan salir", asegura a ICON Juan
Carlos Revilla, subdirector del departamento de Antropología Social de la
Universidad Complutense de Madrid. En la imagen, Andrea Ros y Pol Monen en '¿A
quién te llevarías a una isla desierta?'.
Las estanterías de la habitación de Rodrigo (Madrid,
30 años) están plagadas de botellas y latas de cerveza procedentes de
diferentes rincones del mundo. También de casi un centenar de videojuegos para
la Xbox. A María (Madrid, 58 años), su madre, esta colonización juvenil le
parece bien. Es feliz conviviendo con su hijo treintañero. "Me quedé viuda hace
ocho años y viviendo con él me siento más acompañada. Nos llevamos bien, es muy
ordenado y colabora con las tareas del hogar. No me supone ningún incordio
tenerle en casa", explica María. Pero Rodrigo (recordemos: 30 años) acaba
de dar el paso: se ha independizado para irse a vivir con su novia, de 29 años.
"Ella vino a estudiar a Madrid con 18 y desde entonces vive sola. Después
de 11 años estaba cansada de compartir piso con desconocidos. Por eso nos
mudamos juntos", señala.
"Reconozco que no me he independizado antes
porque en casa de mi madre estaba muy a gusto. No ha sido por falta de
recursos. Tengo trabajo desde hace cinco años y un sueldo digno. Pero con ella
no tenía que preocuparme de todas las responsabilidades que conlleva mantener
tu propio piso. El único dinero que gastaba era en mis caprichos",
confiesa este treintañero.
"Los
españoles estamos en contacto casi diario con nuestra familia. En otros países,
como Alemania, entienden que la universidad debe estar lejos de la casa
familiar y que los jóvenes tienen que independizarse al empezar la
carrera"
Javier Urra, doctor en psicología y primer defensor
del menor en España
La edad media de emancipación en Europa es de 26 años.
En España, sin embargo, los jóvenes tardan más en abandonar el domicilio familiar.
Según datos de la Oficina Europea de Estadística (Eurostat), lo hacen, de media, a los 29 años. Juan Carlos Revilla,
subdirector del departamento de Antropología Social y Psicología Social de la Universidad
Complutense de Madrid, señala la precariedad como uno de los motivos
principales de esta emancipación tardía. "Los jóvenes tienen miedo a
quedarse atrapados en una situación precaria de la que no puedan salir. Por
tanto, los recursos familiares les sirven como amparo o refugio frente a esta
inseguridad. Esto se debe a que en España apenas hay políticas públicas de
juventud y de vivienda que permitan a los jóvenes establecer proyectos de
emancipación con recursos extra familiares. Tampoco hay subsidios públicos,
como ayudas directas de emancipación, vivienda social asequible para jóvenes,
etc. En otros países europeos sí existen y eso explica parte de las diferencias
en la edad de emancipación de los jóvenes", asegura Revilla a ICON.
La Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) asegura que los presupuestos españoles destinados a becas y ayudas
universitarias se encuentran por debajo de la mitad de los que destinan el
resto de países que forman parte de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE). Con el agravante de que el sistema universitario español es el cuarto
más caro de los países de la Unión Europea. Tal y como recoge un artículo publicado recientemente en EL PAÍS, la cantidad de estudiantes de grado y máster que cuentan con alguna beca
del Ministerio de Educación ha aumentado un 7,4 % en relación al curso
2010-2011. Han pasado de ser el 18,6% del total al 22%. Sin embargo, los fondos
destinados a becas universitarias han descendido un 13,5%. Es decir, se ha
pasado de 943 a 815 millones de euros.
El doctor en psicología Javier Urra, primer defensor del menor en España y psicólogo forense en la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y
Juzgados de Menores de Madrid desde 1985, coincide con Revilla: "La
vivienda en España no es accesible. En nuestro país, meterse en un alquiler con
el sueldo de las primeras nóminas es inviable".
Sin embargo, hay un motivo que puede competir con el
factor económico: el fuerte arraigo familiar que caracteriza a los países de
cultura mediterránea. "Los españoles estamos en contacto casi diario con
nuestra familia. Necesitamos mucho esta relación familiar. En otros países,
como Estados Unidos o Alemania, entienden que la universidad debe estar lejos
de la casa familiar y que los jóvenes tienen que independizarse al empezar la
carrera. Es parte del proceso", declara a ICON Javier Urra. Tal y como
afirma el primer defensor del menor en España, en nuestro país la familia es
una institución intocable que asume responsabilidades que en otros países
corren a cargo de soportes que suele crear el Estado. Es normal que los padres
financien la carrera universitaria de los hijos o que les den cobijo cuando
necesitan volver por circunstancias adversas: un divorcio, desempleo...
"Cuando uno tiene un problema, ya sea laboral, monetario o personal, la
familia está ahí para apoyar", afirma.
En Noruega la
gente joven mira con extrañeza a aquellos que viven con sus padres mientras
estudian. "Ser universitario y no estar emancipado te convierte en una
especie de bicho raro", Kristina Haugen (20 años, estudiante noruega de
Ciencias Sociales)
Los vástagos españoles están acostumbrados a vivir al
amparo de los padres y este proteccionismo termina dificultado que los hijos se
lancen a independizarse. "La familia aporta a los jóvenes soporte, refugio
y recursos", explica la psicóloga clínica María Hurtado. "Dependen
emocionalmente, y habitualmente económicamente, de ella. De ahí que independizarse
no se encuentre dentro de sus prioridades", añade.
Por su parte, José Luis Sancho, director clínico de
Recurra (programa terapéutico donde se ayuda a menores que mantienen una
relación problemática con sus familias), observa a diario en su trabajo que
esta sobreprotección tiende a generar conflictos por la falta de madurez de los
jóvenes. Aunque destaca que el apoyo familiar es una herramienta esencial a la
hora de superar problemas psicológicos. "La familia es de nuestras grandes
riquezas como sociedad. Somos uno de los países donde mejor se vive y el
familiar es un factor determinante para que así sea. Trabajamos mucho la
estructura emocional de la familia para que esta sea un lugar seguro. No creo
que tengamos nada que envidiar a los países nórdicos, donde hay mayor distancia
emocional", señala Sancho.
A 3.000 kilómetros del norte de España el panorama es
muy diferente. En Noruega, Kristina Haugen Moe (20 años, estudiante noruega de
Ciencias Sociales) lleva dos años independizada. Desde los 18 años se mantiene sin
ayuda de sus padres gracias a un préstamo y una beca estudiantiles. "Tuve
que mudarme de mi ciudad [Skjold] a Bergen [unas tres horas en coche] cuando
comencé la universidad porque la carrera que quería estudiar no estaba
disponible cerca de casa. Con la ayuda que obtenemos —2.200 euros al comienzo
de cada semestre, en agosto y en enero, y 815 euros el día 15 de cada mes—
tengo suficiente para vivir. Mis padres no tienen que ayudarme
económicamente", afirma Haugen. "El préstamo es razonable y no hay
que pagar intereses hasta que se termina la carrera y se comienza a trabajar.
Además, el 40% del préstamo se convierte en una beca [dinero que no tienes que
devolver] si apruebas todos los exámenes", informa.
El caso de esta estudiante no es una excepción en el
país nórdico. Muchos universitarios tienen acceso a estas ayudas. Estos son dos
de los requisitos que deben cumplir: vivir fuera del domicilio familiar y estar
matriculados en la universidad. Se puede aplicar hasta los 65 años de edad. En
Noruega, según datos de Eurostat, se emancipan a los 19 años. Allí, afirma
Haugen, la gente joven mira con extrañeza a aquellos que viven con sus padres
mientras estudian. "Ser universitario y no estar emancipado te convierte
en una especie de bicho raro", apunta.
En los países del norte de Europa las relaciones
familiares se viven de una manera básicamente práctica. El arraigo es menor que
en los países del sur. Los progenitores entienden que lo natural es que los
hijos se vayan de casa cuando llegan a la mayoría de edad. Para los jóvenes
nórdicos independizarse con 20 años es un hecho cultural. Las ayudas estatales
de las que disponen son un incentivo para ellos.
Para encontrar
un punto medio entre la dependencia española y el desarraigo nórdico hay que
desplazarse hasta Alemania. Allí, según datos de Eurostat, los jóvenes se van
de casa a los 24 años
Con este tipo de medidas estatales, países como
Suecia, Finlandia o Noruega buscan convertir a los jóvenes en adultos
independientes lo más rápido posible. "El individualismo es la dimensión
cultural que prima en la sociedad finlandesa. Los niños crecen para ser
autosuficientes y establecer su propio hogar una vez que alcanzan la edad
adulta. Los niños comienzan a desarrollar una identidad de 'yo' en lugar de
'nosotros' a una edad muy temprana y entienden rápido que cada uno es
responsable de sus propias acciones", explica un artículo publicado en Aamulehti, uno de los
periódicos más importantes de Finlandia.
Al contrario de lo que ocurre en España y otros países
mediterráneos como Italia o Grecia, donde el gentío y la algarabía son marca de
la casa, los finlandeses valoran mucho su privacidad y tener su propio espacio.
Según la página web finlandesa InfoFinland, esto es algo que perciben desde que nacen y la educación finlandesa se
esfuerza para que la emancipación sea convierta en una prioridad una vez
alcanzada la edad adulta.
Para encontrar un punto medio entre la dependencia
española y el desarraigo nórdico hay que desplazarse hasta Alemania. Allí,
según datos de Eurostat, los jóvenes se van de casa un poco antes de cumplir
los 24 años. Dos años antes que la media europea. Esto es posible, además de
por el factor cultural, porque el Estado alemán ofrece ayudas de hasta 785
euros mensuales para los universitarios. "Mientras estudiaba la carrera
recibía una ayuda del Estado. Eso sí, el dinero que recibe cada estudiante
durante sus años universitarios depende de la renta de los padres",
confirma el médico alemán Karsten (32 años). "Otro aspecto que creo que
repercute en que seamos tan precoces a la hora de emanciparnos es que los
alemanes que deciden hacer una formación profesional en vez de una carrera
cobran por ello desde el primer día. Con lo cual tienen dinero para
independizarse desde los 18 años, edad a la que empiezan los grados de
formación profesional".
Seis años después de la media alemana, el madrileño
Rodrigo acaba de abandonar el hogar materno. Eso sí, lo domingos regresa al
piso que comparte con su novia cargado de tuppers con comida para toda
la semana. "Pensé que le iba a costar más asumirlo, pero mi madre está
feliz con mi independencia. Entre otras cosas, ha aprovechado que me he ido
para convertir mi habitación en un cuarto de costura. Ha pasado poco tiempo y
de momento los fines de semana voy a comer con ella. Supongo que llegará un
punto en el que deje de prepararme tuppers tan a menudo, pero reconozco
que cortar el cordón umbilical me está costando. Es muy cómodo no tener que
pensar en cocinar...", dice el joven español.
¿A qué edad se independizan en otros países europeos?
Noruega: 19,3 años.
Dinamarca: 21 años.
Suecia: 21 años.
Finlandia: 21,9 años.
Bélgica: 23,4 años.
Holanda: 23,6 años.
Alemania: 23,7 años.
Francia: 24 años.
Reino Unido: 24,4 años.
Austria: 25,2 años.
Irlanda. 26,3 años.
Hungría: 27,4 años.
Portugal: 29,2 años.
España: 29,3 años.
Grecia: 29,4 años.
Italia: 30 años.
Croacia: 31,9 años.
Montenegro: 32,5 años.