En Suecia, Bélgica, Dinamarca, Alemania o Países Bajos no hay vertederos. La cantidad de residuos que acaban enterrados no llega al 1% de su producción anual. Una cifra que parece impensable en España, donde cada año se acumulan 12 millones de toneladas de basura: el 54% de la que se produce en el país. La fórmula que ha permitido esta tasa de «residuo cero» en el norte de Europa no solo se debe al reciclaje, sino también a la llamada «valorización energética de los residuos», en la que se queman los desechos y se convierten en energía.
En España existen once plantas de valorización energética,
denominadas ecoparques, con una edad media de entre 15 y 20 años. «Aunque se
recicle, no se pueden eliminar todos los residuos», explica el presidente de la
Asociación de Empresas de Valorización Energética de Residuos Urbanos
(Aeversu), Rafael Guinea, que insiste en que su objetivo no es sustituir al
reciclaje, sino llegar a donde este no alcanza y evitar el colapso de los
vertederos. «Llevamos muchos años pensando que el basurero era una solución y
que íbamos a hacer desaparecer los residuos mediante un aumento de las tasas de
reciclaje, pero no hemos sido capaces ni nosotros ni ningún otro país».
Mientras Asturias, Madrid o Valencia están teniendo
problemas ante la superación de su capacidad de vertido, en otros países se ha
recorrido el camino inverso. En Inglaterra se implantó hace más de una década
un impuesto de 95 libras por cada tonelada llevada al vertedero. En Alemania,
incluso, se prohibió por decreto tirar basura en los vertederos.
El problema, critica Guinea, es que en España «llevar
los residuos al vertedero es mucho más barato que invertir en
infraestructuras». Sin una tasa nacional a los desechos, sin que se refleje el
coste de mantener durante 50 años las infraestructuras y con cierta mala imagen
pública, hoy la valorización energética en España solo supone un 12% del
destino final de los residuos, según datos de Eurostat. La media europea es del
25%, aunque en Suecia es del 50%, en Dinamarca es del 52%, Finlandia es del 55%
o en Alemania es del 31%.
De hecho, en el norte de Europa existen más de 400
ecoparques. Funcionan en el centro de ciudades como Viena, Copenhague, París o
Berlín y la energía producida sirve para suministrar electricidad o alimentar
las calefacciones (reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero).
«El problema es que la valorización se ha asociado a una mala reputación con la
salud», explica Guinea, que defiende que hoy las instalaciones están sometidas
a unos altos estándares de control y seguridad.
El 2%
En 2017 las plantas españolas trataron 2.566.647
toneladas de residuos no reciclables, con lo que produjeron 1.997.198 MWh de
energía, suficiente para abastecer a aproximadamente 500.000 viviendas. Tras el
tratamiento en los ecoparques, los residuos quedan reducidos a un 2%, formado
por las escorias y las cenizas. Las primeras pueden ser reutilizadas como
material árido en obra y por chatarra para empresas siderúrgicas.
«Tenemos que dar pasos hacia la sostenibilidad a
través de soluciones pragmáticas», dice Guinea. «Nuestros países vecinos nos
llevan un adelanto de ocho o diez años en este ámbito». Lo que parece claro es
que, para 2035, la Unión Europea exigirá que el 65% de los residuos sean
reciclados y los vertederos supongan, como máximo, el destino final del 10%.
No hay comentarios:
Publicar un comentario