Una muerte prácticamente cada tres días, 134 en apenas
un año. Unos datos que vuelven a situar a Asturias a la cabeza de un dramático
'ranking', el de las provincias con mayor tasa de suicidios por cada 100.000
habitantes. Históricamente, la región ha sido una de las comunidades con mayor
tasa de suicidios consumados y, desde el año pasado, cuenta con un plan de
prevención impulsado por el Servicio de Salud del Principado y elaborado por un
grupo multidisciplinar de trabajo que se encuentra, actualmente, en fase de
evaluación.
Según el Instituto Nacional de Estadística, en 2017
-último año del que se tienen datos- se quitaron la vida 3.679 personas en todo
el país. Esto implica diez suicidios al día, uno cada dos horas y media. Por
cada víctima de violencia de género se registran 72 muertes por suicidio; por
cada homicidio, 11; y por cada fallecimiento en accidente de tráfico, dos. Es
la principal causa externa de muerte en España. Y, sin embargo, lamenta el
psiquiatra Julio Bobes, «las medidas que hemos tomado no modifican la
tendencia. Si seguimos con las tasas de hace diez o quince años, está claro que
con lo que tenemos no podemos modificar esto». Este especialista se muestra
convencido de que «es posible minorar estas tasas, pero para ello necesitamos
más medios, mejor planificación, mayor participación de los profesionales y
mayor sensibilización que empiece en el colegio».
Entre los profesionales es patente el deseo de escapar
de esta fotografía crónica y se muestran optimistas al respecto, pero recuerdan
que sin inversión, no hay mejoras. «La estrategia europea decía que había que
invertir más en salud mental, porque apenas se dedicaba el 5% del total. Si
invertimos lo mismo, los números no cambian». Son, eso sí, cada vez más
molestos. «Hay una mayor conciencia y exigencia social. Por ejemplo, se ha
logrado bajar las tasas de muertes por accidentes de tráfico, pero no las del
suicidio».
En Asturias, especialmente en el suroccidente,
confluyen determinados factores que agravan el problema más que en otras
regiones. Los movimientos migratorios, la progresiva despoblación y el
consiguiente envejecimiento de los residentes hacen del Principado una zona más
«suicidógena» que otras, con un mayor riesgo de que la tendencia suicida cuaje
entre los ciudadanos. «Marchan los más jóvenes, los sanos y competentes, pero
los enfermos y vulnerables se quedan, por lo que cada vez pesa más la bolsa de
enfermos graves».
El riesgo, alerta el Observatorio del Suicidio,
aumenta con la edad. En el ámbito nacional, la mayor tasa de suicidios por
edades se da en mayores de 79 años (18,18 por 100.000 habitantes), seguido de
personas entre 70 y 79 años (12,61). Entre los mayores de 60 se producen 9,65
suicidios por cada 100.000 habitantes, según los últimos datos del INE.
Son varios los perfiles que en Asturias alimentan esas
cifras, siendo el principal el de individuos con enfermedades cronificadas, somáticas
o mentales. Estas afectan de manera especial a las personas de edad avanzada;
estas afecciones les pesan y limitan sustancialmente su grado de capacidad.
Prácticamente un 95% de las muertes por suicidio se deben a enfermedades
mentales graves, en las que el riesgo suicida es mayor, por lo que estos
pacientes «deberían tener preferencia para ser no solo atendidos sino
monitorizados».
También afecta a ancianos o «personas en involución
cuya decisión no se debe tanto a una enfermedad sino que se basa en un balance
existencial» y, por último, a los jóvenes. En estos influyen «la psicosis que
aparece en la adolescencia y la vida adulta y el abuso de sustancias».
EUGENIA GARCÍAGIJÓN.
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