Pinturas rupestres en Cerro Azul. SALUD HERNÁNDEZ MORA
No solo está en grave peligro la Amazonia por el
descontrol de incendios
provocados. En Colombia, donde las quemas se desbordaron en los
últimos cuatro años, también el fuego supone una amenaza para joyas
arqueológicas de unos 12.000 años de antigüedad.
"En el planeta ahora se está hablando de los daños a la
fauna, la flora y las comunidades del Amazonas, pero nadie ha tocado el drama de la destrucción de sitios arqueológicos y
de patrimonio milenario por los incendios", cuenta Diego Pedraza,
arqueólogo colombiano. Lleva varios años estudiando las pinturas rupestres de
Cerro Azul, en la Serranía La Lindosa, en departamento del Guaviare, al oriente
de Colombia.
Cuando este diario las visitó a mediados del 2018,
habían estado a punto de sucumbir a las llamas. La voz de alarma de
antropólogos y ambientalistas movilizó al Ejército, dados los raquíticos
recursos de los bomberos en Guaviare, y lograron que no alcanzara "La
Biblioteca del pensamiento indígena amazónico", como le bautizó el
profesor de la Nacional, Virgilio Becerra, a ese impresionante enclave sagrado.
Situado a solo 50 minutos de San José del Guaviare, capital del departamento,
el citado profesor lo conoce como la palma de su mano.
"Es un lugar mágico, sagrado, construido a través
de 12.000 años, la morada donde los dioses se encargan de restablecer los
equilibrios rotos por el ser humano con la Naturaleza", indicaba Virgilio
Becerra. "Cuando nosotros analizamos el contenido de los dibujos no vemos
un panel artístico sino la memoria milenaria de una cantidad de pueblos que ha
vivido en la Amazonia. Pintar era parte de los rituales y lo que he deseado es
sensibilizar a la gente de que es el lugar donde se originó la vida para los
pueblos amerindios".
Hace apenas un lustro que Cerro Azul, enclavado en la
serranía que se encuentra entre la Amazonia y la Orinoquia, comenzó a atraer
turistas en pequeños grupos, pero el jefe de las primeras disidencias de las
FARC, Gentil Duarte, que tiene propiedades en la zona y un potente grupo
armado, ha prohibido ahora el acceso de visitantes por causas desconocidas.
"Es grave porque si la gente deja de ir, si la
gente no conoce el arte rupestre amazónico, dejan de protegerlo. En el próximo
verano (a partir de diciembre) habrá nuevas quemas y a nadie le va a
importar", afirma Pedraza.
Aunque en el 2018 la declararon Área Arqueológica
Protegida (AAP), es poco lo que han hecho para mejorar los equipos de bomberos
de San José, para cuando tengan que volver a intervenir. Tampoco han controlado
las tierras adyacentes, según indica Pedraza. La principal responsabilidad
recae en la CDA (Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y el
Oriente Amazónico), que rara vez toma medidas para detener la devastación de
las selvas.
Más preocupante aún se antoja la situación del Parque
Natural Chiribiquete, también en el escudo guayanés y guardián de tesoros
arqueológicos aún mayores que los de Cerro Azul. Inaccesible para la mayoría de
las personas hasta hace dos o tres años por sus selvas abigarradas y maraña de
ríos, así como la presencia de las guerrillas, en la actualidad está protegido
por la Unesco y otros decretos colombianos que no resuelven gran cosa porque se
ha vuelto otra víctima de la depredación humana.
"Lo están deforestando, quemando, hay un turismo
aéreo nefasto para la fauna, un montón de minería ilegal y ningún
control", denuncia Pedraza.
Tomar medidas para preservar dichas joyas amazónicas
será otra asignatura pendiente para la Cumbre Presidencial por la Amazonia que
tendrá lugar mañana en Leticia, capital del departamento colombiano del
Amazonas, a orillas del río del mismo nombre.
Salud Hernández Mora.
Bogotá
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