Pirámide maya de Kukulcán, en la antigua ciudad de Chichen Itzá
La civilización maya alcanzó un deslumbrante
esplendor cultural, científico y tecnológico en la
península del Yucatán (en las actuales México, Guatemala y Belice) durante su
periodo clásico, ocurrido entre los años 250 y 900 después de Cristo. Su
sociedad era compleja y jerarquizada, con sacerdotes, aristócratas,
comerciantes, artesanos y campesinos, y descansaba sobre poderosas
ciudades-estado. Hasta ahora se han encontrado más de 50 importantes
asentamientos de esa época, y se cree que esta civilización llegó a ocupar una
extensión de 350.000 kilómetros cuadrados. Pero todo tiene un precio. El
sistema maya dependía de una compleja y tupida red de carreteras y rutas
comerciales y de vastas extensiones de campos agrícolas, terrazas y regadíos,
que debían arañarle terreno a la espesa selva para alimentar a la población.
Así fue hasta el año 900. Alrededor de esas fechas, la
civilización maya cayó, casi de la noche a la mañana, y la mayoría de sus
ciudades quedaron abandonadas, por causas no bien conocidas. En este sentido,
se ha sugerido que la guerra, la inestabilidad política, el declive del
comercio y la decadencia del medio ambiente pudieron hacer temblar los
cimientos de esta orgullosa cultura. Y que, por encima de todo, un cambio
climático local trajo consigo intensas y
largas sequías, que fueron fatales para los cultivos principales de
los mayas.
En respuesta a estas sequías, los mayas construyeron
inmensos sistemas de canales para distribuir el agua y transformar la selva en
humedales en los que poder cultivar y obtener comida para alimentar a su gente.
Estos sistemas fueron tan extensos que liberaron gases de efecto invernadero
suficientes como para cambiar el clima y arrancar el Antropoceno, la era geológica
marcada por la actividad humana, tal como ha concluido un estudio que se acaba
de publicar en Proceedings
of the National Academy of Sciences y que ha sido
elaborado por investigadores de la Universidad de Texas en Austin (EEUU).
«Apenas estamos comenzando a comprender toda la huella
humana del Antropoceno en los bosques tropicales», ha dicho en un comunicado
Tim Beach, director de la investigación. «Pero estos largos y complejas redes
de los humedales podrían haber cambiado el clima mucho antes de la
industrialización».
El clima, siempre cambiante
Desde finales del siglo XIX, se ha registrado un
rápido aumento de la temperatura media global de 0,9ºC, concentrado en los últimos 35 años, y causado por la industrialización y
la quema de combustibles fósiles. En este sentido se ha
demostrado que en 2.000 años ninguna variación natural en la
actividad solar ni ninguna erupción volcánica han tenido un efecto tan global
ni tan rápido como el cambio climático actual.
Además, y a pesar de que nada se puede comparar con el
efecto de la industrialización, también se ha
observado que el ser humano comenzó a cambiar el clima desde la
generalización de la agricultura, hace unos 3.000 años.
Gracias a una combinación de técnicas, como el lidar (barrido por láser), la arqueología y la datación, los investigadores han
obtenido evidencias de que la transformación de la naturaleza emprendida por
los mayas fue mucho más profunda y extensa de lo que parecía hasta ahora.
Los científicos cubrieron una extensión de 250
kilómetros cuadrados con el láser de alta precisión para revelar el perfil del
terreno bajo la densa selva amazónica. Las imágenes revelaron la presencia de
antiguos humedales y sistemas de canales en Belice. Además, dentro de sus
límites han hallado múltiples rastros de alimentos, como maíz y conchas y
huesos de animales.
Humedales, la solución a la sequía
Estos indicios revelan, según Tim Beach, la pieza del
puzzle que explica el antiguo misterio «de cómo esta gran civilización de la
selva se alimentó». Según ha subrayado Sheryl Luzzadder-Beach, coautora del
trabajo, estos complejos de humedales y canales fueron cruciales para el
transporte y la agricultura, en especial después de que comenzaran los duros
periodos de sequía y en respuesta al crecimiento de la población.
Según han concluido, los extensos humedales
incrementaron la liberación de dióxido de carbono, a causa de la quema de
rastrojos, y de metano, proveniente de la propia actividad agrícola. De hecho,
han apuntado, estos humedales alcanzaron su cumbre a la vez que se produjo un
importante incremento en los niveles de metano en el planeta, ocurrido en el
primer milenio de esta era, y a la vez que se produjeron redes de humedales similares
en América del Sur y China.
«Incluso estos pequeños cambios –ha continuado Tim
Beach– podrían haber calentado el planeta». En este sentido, el estudio sugiere
que los mayas ejercieron «un impacto antropogénico más temprano, más intensivo
y más extenso» de lo que se pensaba, y que lo ejercieron sobre bosques
tropicales de importancia global.
Según los investigadores, comprender todo esto es
relevante para entender como sociedades complejas pretéritas han afectado al
mundo en que vivimos hoy en día. «Nuestros hallazgos se suman a las evidencias
de que el humano creó un impactó global y extenso en los trópicos», ha dicho
Tim Beach. También vuelven a recordar que incluso la civilización más orgullosa
depende del sustento que pueda conseguir en la naturaleza.
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