Una
de las estatuas de Stéphane Simon - IG
La historia parece llamada a figurar en una antología
del «sexo correcto y grotesco»: la Unesco pidió a un artista plástico, Stéphane
Simon, que cubriese el desnudo integral de algunas de sus estatuas con
braguitas, «slips», «strings» y tangas «para no herir la sensibilidad del gran
público».
Con motivo de la reciente jornada del patrimonio
nacional, la Unesco había pedido a Simon exponer su instalación «Memory of Me»
en los pasillos de la institución en París.
«Memory of Me» propone al gran público la
contemplación de figuras humanas (desnudas) acompañadas de imágenes y
fotografías. El artista pretende reflexionar sobre la práctica del «selfie»
(«autofoto»). Las estatuas desnudas adoptan posiciones propias del autorretrato
callejero, sin ninguna dimensión «erótica» o «provocativa» particular.
Otra de las esculturas tapadas - IG: imom_inmemoryofme
Días antes de la jornada del patrimonio nacional, un
funcionario de la Unesco le comunicó a Simon que debía cubrir con braguitas,
«slips», strings y tangas el cuerpo desnudo de sus figuras «para no chocar la
sensibilidad del gran público».
Sorprendentemente, el artista propuso estar presente
en la exposición, el tiempo que fuese necesario, para cubrir completamente toda
o parte de su instalación, si algunos visitantes se consideraban «ofendidos».
El responsable de la Unesco insistió. Simon debía
cubrir el sexo de sus figuras artísticas… Dicho y hecho. El artista se
«ejecutó» y cubrió sexo, nalgas y «trasero» de sus estatuas con minúsculos
slips y strings, con un efecto evidentemente «obsceno». El cuerpo desnudo
interesa o no interesa, pero no suscita forzosamente «emociones fuertes», presentado
con sencillez y naturalidad. Cubierta la desnudez con prendas íntimas
«sugestivas» el mismo sexo y el mismo «trasero» cobran con rapidez dimensiones
que rozan la obscenidad propia de los anuncios de objetos o comercios
prostibularios.
La «anécdota» hubiera podido pasar desapercibida si
las redes sociales y algunos periódicos (Le Point y Le Figaro, conservadores)
no se hubiesen hecho eco del «absurdo» comportamiento de la Unesco.
Vilipendiados públicamente, con el tono agrio y
sarcástico propio de las redes sociales, el artista no ha deseado «insistir» en
la «anécdota» ni en su voluntaria «aceptación» del dictado de la Unesco. Por su
parte, la dirección de la organización cultural de Naciones Unidas desea
enterrar el «malentendido» limitándose a reconocer «un error lamentable».
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