Ni las aguas limpias de los canales de Venecia. Ni las fotos de animales
conquistando la ciudad
Un grupo de cabras montesas deambula por las calles de Llandudno, en Gales.
Irrelevante, nimio, trivial. Ese es el efecto que está
teniendo la reducción de gases contaminantes (fundamentalmente, de los coches y
la industria) en el calentamiento global. Aquellos que vociferan que el nuevo coronavirus ha dado un
respiro al planeta, como se supone que prueba un cielo azul claro pocas veces
visto en urbes contaminadas, están mezclando conceptos, como el de calidad del
aire y cambio climático. "El primero tiene que ver con emisiones que en
las ciudades provienen, sobre todo, del tráfico. Ahí sí veremos beneficios en
la salud a corto plazo, pues se han reducido mucho por el confinamiento. Pero,
si me hablas de cambio climático, lo importante
es el CO2, cuyas emisiones apenas han descendido a nivel
mundial", explica Julio Díaz Jiménez, científico titular en la Escuela
Nacional de Sanidad en el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII).
Y continúa: "De hecho, hace solo tres días
batimos un nuevo récord de PPM en la atmósfera [unidad con la que se mide la
concentración de dióxido de carbono]. La pandemia no ha cambiado nada". Es
más, se ha postergado, por seguridad, una importante cumbre que sí podría haber
hecho algo para evitar sequías, incendios y catástrofes, la Conferencia de las
Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), en la que los países se
disponían a acentuar su compromiso contra el calentamiento global (hasta ahora,
insuficiente). En el mejor de los casos no sucederá hasta noviembre de 2021.
No hay vaso medio lleno que valga. Mientras algunas
previsiones apuntan que los estragos del coronavirus harán que cerremos el año
con un descenso en las emisiones de CO2 del 5%, lo que se necesita
es llegar al 7,6% durante diez años (o, al menos, bajadas del 10% mensual en
los próximos 12 meses). Las conversaciones para intentarlo —ahora sepultadas
por la urgencia de la situación— eran mucho más importantes que este parón
forzado, coinciden los expertos. Y se han perdido meses de negociaciones...
Tampoco es tan idílica esa popular nueva estampa de
los canales de Venecia con aguas límpidas y transparentes (se han visto hasta
peces). "Sin medirlo es imposible
saber si se debe a la calidad del agua o a que, al no haber barcos, los sedimentos
no se remueven y permanecen en el fondo", zanja Davide
Tagliapietra, del Instituto de Ciencias Marinas de Italia.
El plástico sale de su escondrijo
Según Bloomberg, en EE UU pasó una semana entre
el primer caso de covid-19 y la prohibición de Starbucks a sus clientes de
llevar tazas de casa para beber sus cafés. Los vasos de plástico de un solo uso se convirtieron en obligatorios por motivos de salud. La
compañía editorial y de asesoría financiera ha lanzado a su vez un informe pormenorizado donde anuncia una etapa dorada para la industria de los envases del hasta hace bien
poco denostado material, "pues sus alternativas ecológicas plantean
dudas de higiene y seguridad".
Por no hablar de la altísima
demanda de mascarillas, guantes, papel film transparente y otros artículos en
auge. Desde Greenpeace ya tienen claro que la
contaminación por plásticos será uno de los temas de su agenda durante la
gestión de la crisis. Las prisas en los supermercados no ayudan. "No
tenemos datos, pero es evidente que hay un incremento del consumo de productos
envasados en plásticos desechables", afirman desde la ONG.
Y los animales no están en la gloria
Puede parecerlo, a juzgar por las imágenes de patos,
jabalíes o cabras campando a sus anchas por rincones hasta hace poco
monopolizados por los avariciosos humanos (tampoco te las creas todas: atención
al despiece, que puedes encontrar en el pdf del nuevo número de BUENAVIDA,
descargable gratis en este enlace). Sin embargo, son muchas las especies que han sufrido por la ausencia de personas
durante el confinamiento (y lo seguirán haciendo en los que, previsiblemente,
están por venir).
Como denunciaba hace poco un reportaje de la revista Wired, cualquier animal con cuernos en África, como es el caso de los
rinocerontes, está hoy en mayor peligro de ser cazado. "[Por la
destrucción del empleo de los guardas forestales], se va a perder todo el
trabajo de conservación que se ha hecho en los últimos diez años en la
zona", valora, en el reportaje, un portavoz de la ONG The Nature
Conservancy. Es un lamento generalizado de todos los que se dedican a la
conservación de especies, desde aves a fauna marina: con laboratorios cerrados
y fondos paralizados, su labor se tambalea.
La fauna urbana, por su parte, no lo está pasando
mejor.
"Las colonias de gatos, los patos, pavos reales
de algunos parques y las pequeñas aves que comen de las sobras de las terrazas,
se encuentran desamparados", afirmó Matilde Cubillo, presidenta de la
Federación de Asociaciones Protectoras y de Defensa Animal de la Comunidad de
Madrid, a este periódico. En los albergues de
animales, no hay adoptadores ni voluntarios.
Entonces, ¿no hay esperanza para el medioambiente?
El científico Julio Díaz, jefe del departamento de
Epidemiología y Bioestadística del ISCIII, arroja algo de luz sobre este jaque
al planeta: "Hemos aprendido que se puede poner la salud por encima de la
economía. Y la defensa del medioambiente es una defensa de la salud: no se
entienden el uno sin el otro. Ahora bien, tenemos que ser capaces de recordarlo después de la recesión, y no seguir
el ritmo de crecimiento y emisiones tan salvaje que llevábamos".
La cuestión más espinosa: ¿puede ser la crisis
económica que se espera con la pandemia una oportunidad para emprender la
transición energética o se convertirá en la excusa perfecta para dejarla atrás?
Díaz intenta ser optimista, aunque le cuesta... "Ya soy mayor. Y la
historia nos dice que ocurrirá lo segundo. En EE UU, Donald Trump ha anunciado
que relajará la normativa medioambiental a la industria del coche para paliar
la recesión. China ya emite gases contaminantes por tráfico al mismo nivel que
antes de la pandemia. Aun así, he elegido creer". ¿Gestos individuales?
También se les espera: "Confío en
que hayamos aprendido que la bicicleta es un gran medio de transporte, o
que no hace falta coger un avión cuando es posible reunirse vía Internet".
Para conocer algunas de las imágenes de animales
deambulando por la ciudad que se ha demostrado que son falsas, accede a nuestro
número de mayo, descargable gratis en pdf en este enlace. O cómo a veces un bulo no busca generar odio, sino
hacerlo parecer todo un poco mejor (e irreal).
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