Nicola Griffin posando, a los 56 años, para Sports
Illustrated.
Decía Víctor Hugo que “los
40 son la edad madura de la juventud y los 50 la juventud de la edad madura”.
En este proceso de rejuvenecimiento de las décadas, en las que los 30 son los
nuevos 20 y así sucesivamente, las mujeres son las grandes beneficiadas. Solo
hace falta retroceder una generación para rememorar a la cincuentona de
entonces, embutida en una faja Playtex, adicta a las cremas antiarrugas, resignada
a enterrar su cada vez más esporádica vida sexual y con la baza de la anestesia
en forma de reuniones de amigas, que se habían despedido para siempre de la
operación bikini, y se divertían merendando y contando anécdotas graciosas de
sus maridos.
Hoy una mujer en sus 50 puede
hacerse su primer tatuaje, descubrir el verdadero significado de la palabra
sexo o una nueva orientación sexual, puede haber sido despedida de su trabajo,
al que dedicó gran parte de su vida, y proyectar lanzarse a la piscina de su verdadera
vocación; o puede salir en la portada de Sports Ilustrated con un bikini dorado
y una melena canosa, como ha hecho recientemente la modelo Nicole Griffin, de
56 y, además, no precisamente para anunciar dentaduras postizas.
Para la mujer, los 50 es una
edad bisagra en la que ya no es joven pero tampoco mayor; en la que, a poco que
una se haya cuidado algo, aparentará menos edad que la que machaconamente le
recuerda su carnet de identidad. Una década en la que se espera una cierta
solidez y trayectoria laboral, que conlleva un poder adquisitivo, aunque desde
la crisis económica, esto último ya no deberían presuponerse. Unas
características que las igualarían a los hombres de su misma edad, sino fuera
porque las féminas deben atravesar ese seísmo llamado menopausia, de mayor o
menor intensidad, que hace que muchas se replanteen su existencia. Hasta hace
poco, el fin de la edad fértil se traducía en el adiós a la mejor parte de la
vida de una mujer, pero muchas empiezan a verlo de otra manera. Como el principio
de otra etapa, más centrada en si mismas y menos en lo que la sociedad, el
marido o los hijos esperan de ellas. Según Marisol Delgado, especialista en
psicoterapia por la
European Federation of Psychologists Associations (EFPA) y
con consulta en Avilés, “hay muchos mitos entorno a la menopausia, y muchas
veces la presión social es peor que los propios cambios físicos o vitales de la
persona pero, eminentemente, es una etapa importante, y cada vez más mujeres la
viven como un periodo de oportunidades, un buen momento para enderezar sus
vidas y hacer aquello que siempre han pospuesto. Como cualquier crisis vital,
encierra la posibilidad de, si se juegan bien las cartas, salir de ella
renovado”.
La teoría de que la felicidad
durante el ciclo de la vida tiene forma de U, que defiende el profesor de
economía de la Universidad
de Warwick (Reino Unido), Andrew Oswald en su investigación Is Well-Being
U-Shaped over the Life Cycle?, predispone, también, a los cincuenteañeros a una
existencia menos agria. Esta tesis indica que la gran mayoría de las personas
alcanzamos nuestros mayores niveles de bienestar vital alrededor de los 20
años, y a partir de ahí éstos decaen hasta llegar a su estado más bajo, los 40,
para luego volver a subir. La razón de que esta década sea la más negra se
debe, según este autor, a las responsabilidades laborales, el cuidado de los
hijos y de las personas mayores; aunque de nuevo, la economía ha convertido a
los chicos en dependientes durante más tiempo y a los mayores en proveedores de
muchas familias. Pero Delgado hace hincapié en esta idea, “hay muchos estudios
de psicología que sostienen que los 40 es una edad muy vulnerable a la
depresión o a la ansiedad. Las mujeres trabajan, tienen hijos y deben ocuparse
también de la casa. Si lo hacen, el estrés está garantizado; si no pueden con
ello, entonces vendrá la culpa. Los 50 se dibujan como una época más tranquila,
los hijos ya son más independientes y hay más tiempo para una misma, aunque el
reto está ahora en manejar el proceso de la pérdida de la juventud”.
Pero para eso, la evolución
de la humanidad y de las especies ha hecho ya su trabajo. Según el doctor
Miguel Martínez, director del departamento de Medicina Preventiva y
Regenerativa, de la
Clínica Planas, en Madrid, “vivimos más que nunca, y la
esperanza de vida de la mujer es ligeramente superior a la del hombre. Ella se
cuida más, se alimenta mejor y tiene menos hábitos tóxicos, fuma y bebe menos.
La gran revolución del siglo XX en cuidados antiaging es la combinación de terapias
hormonales y de nutrientes a dosis adecuadas y por largo tiempo, que retrasan
el envejecimiento. Otros factores, como la nutrición celular, el ejercicio o
una alimentación adecuada ayudan enormemente a ganarle juventud a los años”.
Claro que este anhelo de
parecer más joven, que cuenta con el gran aliado de la cirugía plástica, no
hace sino reforzar el estereotipo machista de que la principal misión de la
mujer es ser atractiva y deseable a cualquier edad. La novedad es que ese ideal
de belleza empieza a incorporar, poco a poco, estéticas para todos los gustos.
Algunas más cerca de la tercera edad que de la juventud, y que dan la
bienvenida a las canas, las arrugas o las estrías. Modelos que ya han pasado
los 50 aparecen en campañas para marcas trasgresoras y destinadas a un público
joven, como es el caso de Jacky O’ Shaughnessy, 64, para America Apparel; Linda
Rodin, 67, para The Row o; más recientemente, Alicia Borrás, que este año
cumple 71, para Desigual.
Alicia Borrás en la última campaña de Desigual.
Consumidoras que saben lo que
quieren y sexualmente activas
Pero, me temo que esta
estrategia no es tan inocente ni altruista como parece, sino que va destinada a
conquistar a esa sustanciosa porción del mercado que son las mujeres de 50, en
el inicio de la segunda parte de sus vidas y con una tarjeta de crédito. Una de
las creencias inamovibles que el mundo del marketing tenía hasta hace muy poco
era la de pensar que las mujeres de más de 45 años iban a permanecer, el resto
de sus consumistas vidas, fieles a las marcas de su agrado. Pero según un
estudio llevado a cabo por la compañía internacional de marketing IMC, la forma
en que ellas compran tiene tres puntos de inflexión: a los 20 años, cuando se
toman las primeras decisiones; en la década de los 30, en la que aparecen
nuevas necesidades -hijos, maridos-; y entorno a los 50, cuando la prioridad
empieza a ser una misma y hay nuevas demandas que satisfacer. “Las marcas que
no quieran trabajar para hacerse con la lealtad de este grupo de mujeres se
verán en la misma situación que el marido que no quiere ver el divorcio que se
acerca, después de 20 años de ignorar a su esposa”, comentaba un artículo de
IMC al respecto. Pero además, en España, las chicas de 50 son un colectivo
numeroso que crecerá en los próximos años, porque ya han llegado o están
llegando a esa edad las hijas del baby boom, que nacieron entre 1957 y 1977.
Sexualmente hablando, las
cincuentonas, no solo se han sacudido el polvo, sino que han dado el salto y se
han posicionado como las deseables y sexualmente activas MILFs (Mother I Like
to Fuck), que proliferan también en los portales porno. Un estudio de este año,
conducido por Victoria Milán, un portal de citas para casados/as en busca de
aventuras, ha preguntado a 3.589 mujeres cómo es su vida sexual tras la
menopausia. Según parece, 7 de cada 10 afirman que tienen el mismo o incluso
más deseo sexual que antes, y al no existir ya el riesgo de embarazo, un 72%
confiesa que disfruta de su sexualidad más libremente. Casi la mitad de la
muestra confirma que el sexo de sus parejas deja mucho que desear, y que su
nueva actitud ante la sexualidad las lleva a considerar tener un amante. Este
panorama no le es ajeno a Delfina Mieville, socióloga, sexóloga y experta en
género y derechos humanos, con consulta en Madrid. “Muchas parejas de 50 se
encuentran con que la mujer empieza a demandar más sexo o quiere experimentar
cosas nuevas, y el hombre no siempre puede seguirla o le desconcierta esta
nueva actitud de su compañera. El género femenino ha vivido una revolución
sexual pero el masculino no. Muchos siguen con los antiguos roles y, a veces, esto
es causa de problemas en la pareja. El hombre se ve desbordado y, para colmo,
esta época de retomar el interés por el sexo, por parte de ella; coincide, no
pocas veces, con un momento de menor deseo por parte de él”, comenta Mieville.
Uno de los grandes problemas
para la mujer de 50 es que ella ha cambiado más deprisa que la sociedad, que no
siempre le brinda el escenario propicio para que campe a sus anchas. El mercado
laboral es un claro ejemplo, y la dificultad de volver a encontrar trabajo,
cuando ya se ha cumplido el medio siglo, es el signo más patente de cómo muchas
empresas desperdician a estos diamantes en bruto. Como apunta Olga Cubillas,
coach certificado, practitioner en PNL y especialista en coach personal y
laboral, con consulta en Madrid, “las mujeres de 50 engloban muchas de las
características que son necesarias en un líder. Cuentan con mucha experiencia,
han ganado en autoestima, los años le han enseñado a separar lo accesorio de lo
esencial, tienen más claro lo que quieren y son más prácticas, porque saben que
disponen de menos tiempo y necesitan aprovecharlo al máximo. Además, la
experiencia de muchas de ellas de dirigir una familia –que se asemeja a una
pequeña empresa – les ha proporcionado la capacidad de influir en los demás,
herramientas para la comunicación y el consenso, inteligencia emocional,
capacidad de trabajo en equipo y de adecuarse a las necesidades y demandas de
cada uno de sus miembros”.
Sin embargo, se empieza a
hablar de una pobreza de género, que combina mayores índices de paro para ellas
con la vergonzosa brecha salarial. En la Comunidad de Madrid, como apuntaba recientemente
El País, “las mujeres constituyen el 54% de los alrededor de 460.000
desempleados de la región. Solo el 38% del empleo creado el año pasado en la Comunidad fue femenino.
Según una nota del Grupo Socialista en la Asamblea de Madrid, “se necesitarían más de
100.000 empleos femeninos para igualar el nivel del empleo masculino”. Y dentro
de estas, como apunta el mismo periódico en otro artículo, “120 mujeres de
entre 55 y 59 años llevaban más de dos años en el paro al final de 2015. El
número de paradas para su grupo de edad no ha dejado de aumentar desde 2005,
cuando eran 11.100”.
Según la socióloga Delfina
Mieville, “teóricamente vivimos en una sociedad en la que hay muchas
expectativas de felicidad, en la que, aparentemente, todo es posible. Como dijo
el sociólogo Anthony Giddens, “en la post modernidad el ser humano es un
arquitecto de si mismo”, y ese infinito abanico de posibilidades de reinventarnos
puede generar también cierta angustia. La consigna ahora no es ser
necesariamente joven, pero si destilar la esencia de la juventud, parecer que
se tiene 20 años menos, rebosar salud, tener un discurso nuevo, ser moderno,
rebelde o un enfant terrible, pero ¿qué pasa si una mujer de más de cincuenta
no quiere practicar el 69, ni vestirse como una de 30, y su mayor tentación es
quedarse en casa haciendo crochet?”.
RITA ABUNDANCIA
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