Puerta de la mezquita
donde Kevin dejó el emparedado de tocino.
De 35 años, Kevin Crehan
cumplía una condena de un año de cárcel por dejar un emparedado de tocino en la
puerta de la mezquita Jamia, en Totterdown, Bristol, así como una bandera con
la cruz de San Jorge en una valla sitiuada en el exterior del recinto islámico.
El juez encargado del caso calificó el caso como “un crimen al país”.
Otros tres británicos: Alison
Bennett, de 46 años; Mark Bennett, de 48, y Angelina Swales, de 31 años,
también fueron condenados por los mismos hechos a penas inferiores a los diez
meses. Aunque pudieron evitar el ingreso en prisión, pesa sobre ellos la
prohibición de acercarse a menos de 300 metros de cualquier
mezquita de Inglaterra y Gales.
Las autoridades
penitenciarias han confirmado que Crehan fue asesinado con arma blanca y
hallado muerto en su celda el pasado martes 27 de diciembre. Nadie será
castigado por este crimen tras haberse cerrado la investigación por falta de
pruebas.
Las redes sociales británicas
se han hecho eco del crimen. Mientras que los hombres blancos son ejecutados
por dejar tocino junto a las mezquitas, los musulmanes que violan y amenazan de
muerte a inglesas menores de edad eluden su ingreso en prisión por razones
humanitarias. En octubre, un inmigrante iraní violó repetidamente a una niña
británica. Pese a ser detenido, fue puesto en libertad a las pocas horas.
El alcalde pakistaní
de Londres, símbolo de la putrefacción moral que sufre el Reino Unido.
Algunas voces, pocas, han
acusado al Estado británico de este crimen. Señalan que las autoridades
estatales no activaron el protocolo para garantizar la integridad física de
Kevin Crehan, pese a las amenazas de muerte recibidas y a que el centro
penitenciario donde cumplía su condena cuenta con una amplia población de
reclusos islamistas. Incluso Dylann Roof, el estadounidense sospechoso de
perpetrar la masacre de la iglesia de Charleston, el 17 de junio de 2015,
durante un servicio de oración en la Iglesia Episcopal
Metodista Africana, ha recibido la protección de algunos presos afroamericanos.
En el caso de Creham, su
principal delito fue el de ser un ciudadano cristiano y de raza blanca en el
continente equivocado. Ninguna organización progresista ha condenado el crimen.
Ninguna organización antirracista ha pedido a las autoridades británicas que
investiguen lo sucedido. Ninguno de los medios a las órdenes del mundialismo se
ha hecho eco del horrible suceso.
Nos preguntamos si ésta era
la liberación prometida a los británicos en la primera mitad de la década de
los 40 por toda esa maldita patulea a las órdenes del borracho Winston
Churchill.
Kevin Crehan
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