Escenas de masturbación,
aborto, violación o suicidio. Pocos espectadores permanecen impasibles a la
obra «L'Éveil du Printemps»
del alemán Frank Wedekind,
la última incorporación al repertorio de la Comedia Francesa, adaptada por primera vez en Francia sin censura.
Una imagen de los ensayos de la adaptación
de «L'Éveil du Printemps», dirigida por Clément Hervieu-Léger
En la Sala Richelieu, la más
conocida de este teatro fundado por Luis XIV en 1680, el público ríe cuando no
debe y se sacude en sus asientos al presenciar los difíciles pasajes de esta
obra, escrita por Wedekind en 1890 y considerada precursora de los «Ensayos de teoría sexual» de
Sigmund Freud.
La pieza (en español,
«Despertar de la primavera») gira en torno a un grupo de adolescentes que
empieza a sentir las pulsiones de un cuerpo que son incapaces de entender.
Frenados y censurados por sus propios padres y profesores, educados en la misma
tradición puritana, Wendla, Moritz y Melchior, los protagonistas, sufrirán las
consecuencias de una moral estricta.
En su momento, la obra de
Wedekind fue tachada de panfleto
pornográfico. Las adaptaciones al teatro se postergaron hasta
que en 1905 el dramaturgo Max Reindhert presentó en Berlín una versión que el
escritor consideró «desfigurada» por su censura y por haber perdido el tono
irónico con el que él la había cargado originalmente.
Los recortes han continuado a
lo largo de estos 128 años convirtiéndola en una obra incomprendida, por cuyo
entendimiento lucha ahora el director Clément
Hervieu-Léger, asociado de la Comedia Francesa y joven promesa
del teatro francés.
«Es una obra que sacude al
público tradicional de la Comedia Francesa, que en parte no espera ver esto
aquí. Lo que me gusta es que hay gente que la va a rechazar porque les enfrenta
a sus propias contradicciones, pero incluso ese malestar me interesa», admite
Hervieu-Léger.
Pese a la dificultad de la
trama, Éric Ruf, administrador de la Comedia, la aceptó de buena gana junto a
la comisión de lectura que debe aprobar cada uno de los textos que se
incorporan al repertorio, que cuenta con cerca de 3.000 obras. Una decisión
«audaz», opina Hervieu-Léger, muestra del «carácter arriesgado» que debe tener toda obra
artística.
«La obra aborda sin tabúes la
adolescencia. No es
tan evidente representar esto en el teatro: los jóvenes que vienen a verla
tienen reacciones de vergüenza, de risas y lágrimas mucho más fuertes que las
que tendrían delante de una pantalla de televisión, cuando sabemos bien que
cualquier adolescente ha visto una película porno en Internet», afirma el
dramaturgo. El bochorno, sin embargo, es para Hervieu-Léger la prueba de la
fuerza del teatro, «que nos pone frente al espejo, sin filtros».
Tres horas sin descanso
Por primera vez, la obra –en
escena hasta el 8 de julio– ha sido adaptada en su totalidad y en una versión
extremadamente fiel al texto original con una extensión de tres horas y sin
entreactos, para reforzar la intensidad de la historia.
Las representaciones de
«L'Éveil du Printemps» ponen también el foco sobre las jóvenes promesas de la
tropa de la Comedia, que presume de tener una compañía estable de actores, como
Christophe Montenez, en el papel de Moritz, que se lanzó recientemente al cine
con «Le retour du héros».
En un escenario de muros
móviles que pasan de dar forma a un bosque a un cementerio, la adaptación se
sitúa a finales de los años 50 –más cercanos al público que el siglo XIX–,
década previa al estallido de la libertad sexual cuando el aborto seguía siendo
ilegal y el sistema educativo apostaba aún por la segregación.
Las ansias de libertad de los
niños –en 1890 el concepto de adolescente no existía– chocan con la autoridad
de los adultos, en quienes el autor pone rostro a formas alternativas de
educación: una madre comprensiva, otra soltera incapaz de explicar a su hija
cómo se concibe un niño, o un padre que rechaza a su hijo muerto.
«Wedekind no nos da una
respuesta precisa, nos obliga a
reflexionar sobre el rol de los padres y el lugar de los profesores
en la educación adolescente», zanja Hervieu-Léger, que atribuye al alemán
la apertura de un debate en boga aún 130 años después.
María D. Valderrama (EFE)
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