· Las quejas contra
los urinarios al aire libre de las calles de París que solo pueden usar
personas de sexo masculino abren la conversación. ¿Hasta cuándo dominará el
hombre el espacio público?
Señal de uso de los urinarios públicos de París que
han causado controversia. Foto: Getty Images
De color rojo y con una señal que lo
deja claro: solo los hombres cisgénero están invitados a usar los uritrottoirs,
los urinarios ecológicos al aire libre de la vía pública parisina. Una
iniciativa que arrancaba a mediados de agosto en la que Nantes ya fue pionera y
que quiere ser parte de la solución frente al problema de orina en la calle
(principalmente masculino) que acusa la ciudad. Ya desde su expansión por la
Île Saint-Louis ha sido tachada de poco
decorosa e incitante al exhibicionismo por multitud de ciudadanos y
comerciantes de la zona. Ahora la protesta se ha extendido al feminismo. Tanto
su diseño como la señalética empleada excluyen con descaro a gran parte de la
población y la medida se considera además una forma injusta de premiar a los
principales causantes de este problema de higiene pública. Acciones feministas
han bloqueando su uso con cemento o con productos de higiene femenina como
tampones y tuits o imágenes de Instagram que señalan su sexismo
dan pie a reflexionar sobre la desigualdad de género en las urbes.
“Me parece grave que le intenten dar este
aspecto de sostenibilidad y modernidad cuando no tiene en cuenta a gran parte
de la población ni a sus necesidades”, dice Blanca Valdivia, integrante de
Col·lectiu Punt 6, la cooperativa barcelonesa de urbanistas, arquitectas y
sociólogas por un urbanismo feminista. “Ni a las mujeres, ni a otros cuerpos
que no entran en el binomio masculino/femenino, ni es apto para los niños (por
la altura) ni para las personas mayores con un problema de incontinencia. Están
hechos para un tipo muy concreto de hombres”.
A pesar de que la frecuencia para ir
al baño en el sexo femenino es mayor, por causas como la menstruación o la incontinencia urinaria que puede darse durante la misma
o tras el parto vaginal (que se acentúa con el paso del tiempo), la cantidad de
baños públicos gratuitos pensados para ellas es menor. “Los
baños públicos son diseñados por hombres para hombres, las mujeres son aún
vistas como ese algo extraño. Por eso es por lo que acabamos haciendo
colas en los baños. Si quieres saber qué lugar ocupan las mujeres en la
sociedad, mira la cola que se forma en los servicios”, declaraba
Clara Greed, la investigadora inglesa profesora emérita de Planificación
Urbanística de la UWE
Bristol, que ha dedicado su vida al análisis de los wc
públicos desde una perspectiva de género. Estos, además, no suelen tener en
cuenta las necesidades específicas de higiene, algunos cuestan dinero (a
diferencia de los urinarios) lo que abre otra brecha de clase y, para más inri,
aún muchos contribuyen a perpetuar el rol de cuidadoras situando los
cambiadores de pañales o los aseos de discapacitados en sus espacios.
Señal de uso de los urinarios públicos de París que
han causado controversia. Foto: Getty Images
En el caso de París, la pregunta es:
¿Por qué no invertir el esfuerzo en educar para que estos hombres usen algunos
de los 425 baños públicos gratuitos (159 disponibles las 24 horas) con los que
cuenta la ciudad? “En vez de endurecer las multas, les facilitamos la
situación. Es como cuando a las mujeres se les dice que se cuiden, que vayan
con cuidado, en vez de enviarles a ellos el mensaje ‘no violes’”, compara Zaida
Muxí, urbanista y profesora de arquitectura de la Universidad Politécnica
de Cataluña. La invitación además a que lo hagan a la vista de todos los
transeúntes, puede dar pie a episodios de exhibicionismo, que preocupan en
especial en uno de los puntos, situado frente al Sena y a 20 metros de un colegio.
También transmite otro mensaje: no pasa nada por enseñar el cuerpo masculino,
pero, como señalaban las protestas pegadas en los uritrottoirs, a las
mujeres aún se las presiona para que no den el pecho en público –mientras que
las imágenes XXL de cuerpos femeninos hipersexualizados en lencería atestan las calles comerciales.
La punta del iceberg que denota un
problema de mayor calado, un espacio público que, tradicionalmente y a través
de diseños como el de estos urinarios, fomenta la idea de que es de dominio
masculino. Desde cómo están construidas las urbes, que como explica Zaida Muxí
“en el siglo XX se ha desarrollado con la primacía del vehículo privado y
dejando en segundo lugar a quien va caminando” (históricamente las mujeres han
sido quienes se quedaban en casa o acudían al mercado mientras ellos han ido a
trabajar fuera). Al tipo de actitudes que propicia, como que los hombres puedan
reforzar su seguridad o las mujeres o personas de otras identidades se sientan
en consecuencia en peligro al transitar la calle. “Las mujeres la ocupamos
menos porque nos sentimos menos seguras. Esta autonomía aumentaría con calles
bien iluminadas, en las que haya gente y actividades, comercios… Que haya niños
también es un buen indicador de seguridad y sitios donde la gente se pueda
encontrar cómoda. Por ejemplo, para que una señora mayor jubilada salga de casa
es necesario que haya comercio de proximidad: que pueda ir a comprar el pan,
hablar… Hay que reivindicar el uso social de la calle”, señala Eva Álvarez,
arquitecta de la
Universidad Politécnica de Valencia.
Junto al también arquitecto en la Universidad, Carlos
Gómez, Álvarez creaban un informe de impacto de género para aportar perspectiva
en esta materia en el Plan General Estructural de Castellón 2017 y, como
explican ambos autores a S Moda, “además de abordar la necesidad de
poner baños públicos y su mantenimiento (que estén limpios es fundamental para
el uso), se propuso que todos los edificios públicos tuvieran accesibilidad y
sala de lactancia, así como cambiadores en todos los baños, en los de hombres y
mujeres indistintamente”. Otros Ayuntamientos, como el de Madrid, también han
desarrollado en este último año iniciativas similares. Como una guía práctica de
urbanismo y género, Ciudades Igualitarias, o la incorporación de baños
de género neutro o con zonas para cambiar pañales accesibles para todos dentro
de algunos de sus edificios.
Yellow Spot, la iniciativa en forma de baño portátil
para visibilizar el problema del baño público femenino. Foto: Cortesía de
la diseñadora Elisa Otañez
Precisamente a modo de respuesta a
las medidas francesas y tras investigar la situación en Eindhoven, Países
Bajos, (por cada diez urinarios públicos gratuitos para hombres, hay uno válido
para todas las identidades de género a un coste de 50 céntimos), la diseñadora
industrial Elisa Otañez se planteaba, según contaba
a Yorokobu, de qué forma debían manifestarse las mujeres para
obtener un beneficio semejante al que ellos han adquirido por saltarse la norma
de no orinar en la calle. Creó un baño portátil para mujeres, Yellow Spot, que consta de una especie de bidón y un
soporte con ruedas y una tela que ella misma puede “mover para protestar y
generar el debate”. Una propuesta que también podría utilizarse en otro tipo de
entornos que no sean el urbano, como campos de refugiados. Otras alternativas
que quieren ponérselo más fácil a las personas de sexo femenino son los
artilugios tipo embudo que se adaptan a la anatomía para poder hacerlo también
de pie, como Go Girl. Más o menos prácticos en según qué contextos
pero que caen en adaptarse al problema en vez de combatirlo en busca de esos
espacios íntimos e higiénicos a los que debiera poder acceder toda la población
por igual.
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