¿Puede ser un cortado... y una felación? Ésta no es
una petición surrealista, tampoco el guión de una película, sino una realidad
en Ginebra, Suiza. Allí hay un local comercial que bien podría llamarse
Starfucks, pero no, es el Fellatio Café. Además de pedir un expreso, un
capuchino o un americano, este local ofrece sexo oral por parte de robots.
Una escena de la película Inteligencia Artificial de Steven Spielberg
WARNER BROS
La idea original proviene de Tailandia y los suizos
han sido los primeros en desarrollarla en Occidente. ¿Un robot como acompañante
sexual? Sí, la tecnología al servicio del demandante. Los clientes pagan hasta
60 francos suizos (unos 53 euros) por una taza y 10 minutos de acto sexual.
La primera pregunta que hay que hacerse es: ¿las
personas que quieren este tipo de servicio no son capaces de ligar en el mundo
real? ¿Tienen miedo al compromiso? ¿Falta de habilidades sociales? ¿Curiosidad?
¿O quizás un poco de morbo?
"Puede ser por lo novedoso, por buscar estímulos,
incluso por dificultades para tener relaciones íntimas con personas
reales", explica la sexóloga y presidenta de la Sociedad Internacional
de Especialistas en Sexología (Sisex), Miren Larrazabal. "Son servicios
donde no hay ningún tipo de emoción ni apego", añade.
Estas prácticas han generado un debate intenso. Ya hay
organizaciones que alertan sobre los riesgos éticos del uso de los robots
sexuales. Una de ellas es la
Fundación para la Responsabilidad Robótica
(FRR) que promueve el diseño y la política responsable de los androides en la
sociedad. "Se alteran las reglas del consentimiento sexual, y en segundo
lugar, se profundiza la idea de la mujer objeto", expone en un informe de
2018.
Foto Internet
La industria del sexo tecnológico es una novedad que
está transformando el mercado. True Companion es una de las empresas que ofrece
estos servicios en el mundo. El CEO de la compañía, Douglas Hines, declaró en
el estudio de la FRR
que la utilización de estos aparatos "ayuda a que los deseos y fantasías
sexuales de sus dueños cobren vida y solucionen también las necesidades
sociales". Hines tiene a la venta desde 2010 a Roxxxy una
robot que amenaza con acabar con el reinado de las muñecas inflables. Mide
1,70, pesa 55 kilos y está disponible con variantes y precios que oscilan los
10.000 dólares.
Un oferta que es rebatida por asociaciones como
Campaña contra los robots sexuales. El mes pasado esta organización realizó una
petición a través de una carta pública al Parlamento Europeo en la que alertó
sobre los peligros de la normalización de las muñecas y los robots sexuales.
"Estos productos promueven la cultura de objetivación del cuerpo femenino.
Además el uso de los mismos no ayuda a las personas a desarrollar sus propias
habilidades", afirman fuentes de la asociación que lucha para evitar la
deshumanización de las mujeres promoviendo la esclavitud sexual.
Foto Internet
No se ha estudiado el perfil del usuario de este tipo
de tecnología. "Llamaría la atención si fuera la única manera de
satisfacción por parte de un consumidor", explica la especialista
Larrazabal. "Lo importante es tener variadas experiencias sexuales".
Lo cierto es que a quienes le seduce la idea de los
robots sexuales, poco trabajan en la seducción. Porque pese a que son cada vez
más reales, son pocos los aparatos que tienen la función para decir 'no'.
Madrid
No hay comentarios:
Publicar un comentario