El único objeto de la modernidad que ha sido
rápidamente adoptado por las tribus más beligerantes es el Kalashnikov - F.
López-Seivane
Las aguas marrones del Omo fluyen poderosas por la meseta etíope, para
descender posteriormente a la falla del Rift y acabar su largo curso
entregándose al lago Turkana, en la frontera con Kenia. En sus riberas
viven aún, al margen de la civilización, una serie de tribus cuyas costumbres
siguen ancladas en el neolítico. Para muchos, se trata de la cuna de la Humanidad, ya que no
lejos de allí arqueólogos franceses y estadounidenses descubrieron herramientas
y fósiles de homínidos que datan del Pleistoceno, así como dos cráneos,
denominados Omo 1 y Omo 2, que son los más antiguos de homo sapiens
hallados hasta la fecha.
Las tribus que habitan la región del Omo tienen
ciertamente muchas cosas en común, aunque también notables diferencias y rasgos
distintivos que todas se afanan en resaltar, de modo que no resulta difícil
determinar a simple vista a qué tribu pertenece cada individuo. No hace falta
decir que sus lenguas son también
dispares y no siempre resultan inteligibles para las otras tribus. Los
grupos que ocupan territorios vecinos suelen vivir entre conflictos territoriales y ganaderos
que con frecuencia llevan a serias batallas. Baste decir que el único objeto de
la modernidad que ha sido rápidamente adoptado por las tribus más beligerantes
es el Kalashnikov, por el que
pagan grandes sumas de ganado vacuno.
Las mujeres mursi dominan el arte de la decoración, siendo en ocasiones
auténticas obras de arte en movimiento - F. L.-S.
Hoy voy a centrarme en los mursi, una de las
tribus más apartadas, beligerantes y singulares, ya que cultivan hasta límites
increíbles el gusto por el adorno. En la vida cotidiana no utilizan otro avío
que una especie de manta ligera que envuelven de mil maneras alrededor de los
hombros o de la cintura y lo mismo les sirve para un roto que para un
descosido. Las mujeres se caracterizan por unos discos enormes de arcilla que sujetan con el labio inferior,
previamente separado del resto de la piel de la cara en un largo y doloroso
proceso. Cuanto mayor es el tamaño del disco, más alto es el precio de la mujer
(siempre calculado en unidades vacunas). Empiezan, siendo niñas, separando el
labio inferior del resto de la cara, insertando entre medias un pequeño disco
que va aumentando de tamaño con el tiempo, hasta alcanzar dimensiones
insospechadas, que sólo exhiben en ocasiones especiales. El resto del tiempo el
labio no es más que un colgajo inerte sobre la barbilla, igual que la oreja,
donde también acostumbran a lucir grandes discos de arcilla.
Las mujeres se caracterizan por unos discos enormes de arcilla que sujetan
con el labio inferior - F. L.-S.
Otra peculiar costumbre de los mursi es la
escarcificación, que consiste en infligirse
cortes deliberados y simétricos y rellenarlos de tierra para que se
inflamen y cicatricen formando relieves geométricos. Las mujeres suelen hacerlo
en los brazos y en los pechos. Por su parte, los hombres jóvenes se enfrentan a
menudo en un juego que es también una forma de lucha, utilizando largos palos
que emplean, ora como defensa, ora como ataque. En ocasiones especiales hacen
demostraciones que tienen un carácter deportivo, así se preparan para las
frecuentes guerras en la que el palo se utiliza ya como arma.
Lo más extraordinario, sin embargo, es la sorprendente
creatividad con la que, sobre todo las mujeres, decoran su cuerpo y apariencia.
Utilizan cualquier cosa: frutas, ramas, flores silvestres, cuernos, colmillos,
cuerdas… y todo tipo de pinturas que sacan de la tierra. Su creatividad no conoce límites y
aquí si que no hay patrones. Cada una se decora como mejor le parece y el
resultado no deja a nadie indiferente, como podrán apreciar en las imágenes que
acompañan este reportaje.
La economía de los mursi se basa en la ganadería. El más rico es el que posee
mayor número de vacas. El precio de las cosas (y de las personas) se establece
en unidades de vacuno. Una esposa puede valer treinta o cincuenta cabezas,
según la importancia de la familia. En la actualidad es muy frecuente que el dowry (la dote) incluya un kalashnikov,
elemento que no falta jamás en las manos de quien lo posee. No es de extrañar
que el nacimiento de una niña sea siempre motivo de fiesta, ya que anticipa, un
buen dowry, en su día, para la familia afortunada. Los mursi practican una
agricultura básica, que incluye principalmente el cultivo del sorgo y algo de
maíz, judías, guisantes y tabaco. Es decir, viven una vida pastoral, mientras
apenas comienzan a asomar a la agricultura, que es, más o menos, lo que hacían
nuestros antepasados en el neolítico.
Francisco López-Seivane
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